Jue 27.01.2011

EL PAíS  › OPINIóN

Educación, crisis y memoria

› Por Alberto Sileoni *

Desde que se produjo la publicación de los resultados de la evaluación internacional PISA 2009, a principios de diciembre pasado, permanentes opinadores a los que siempre cita cierta prensa se han apresurado a caracterizar como terminal la crisis en la que supuestamente se encuentra nuestra educación, a la vez que, con mucha generosidad, nos proporcionan un sinnúmero de consejos referidos a lo que hay que hacer. La reiterada aparición de esos anunciadores del desastre nos obliga a realizar algunas aclaraciones que consideramos necesarias.

Como muchos otros países de la región, tenemos una visión crítica respecto de esas pruebas internacionales, no obstante lo cual participamos y seguiremos participando voluntariamente en ellas. Paralelamente, habremos de tratar de construir otros instrumentos de indagación, más acordes con nuestra realidad argentina y americana.

Por supuesto, consideramos imprescindible evaluar los aprendizajes de nuestros estudiantes. Por eso, en el año 2010 aplicamos una prueba a todos los alumnos del último año de la escuela secundaria, más de 400 mil, operativo que se había realizado en el año 2000 por última vez.

Nuestro análisis de los resultados PISA 2009 los expusimos en una conferencia de prensa, en la que expresamos que era urgente mejorar los resultados educativos, tanto como que era razonable reconocer que, de 2006 a 2009, Argentina había sido el país de mayor avance en comprensión lectora, junto con Colombia.

Justamente porque somos conscientes de la necesidad de transformar la educación argentina es que desde el año 2003 se vienen tomando disposiciones de trascendencia. Fue la decisión política de Néstor y Cristina Kirchner la que nos llevó a una inversión de más del 6 por ciento del PBI en educación, la que permitirá que a fin de 2011 hayamos construido y licitado alrededor de 1700 escuelas; la que ha distribuido más de 30 millones de libros; la que implementó el programa Conectar Igualdad de distribución de netbooks; la que ha puesto de pie a la educación técnica e incorporado al patrimonio cultural del conjunto de la sociedad el Canal Encuentro y la más reciente señal infantil Paka Paka. También podemos decir que se estableció la paritaria docente, que los salarios adquirieron innegables niveles de dignidad, que se están sentando las bases de una nueva escuela secundaria, que la Asignación Universal por Hijo incluyó miles de chicos a nuestras escuelas y mejoró las condiciones en las que concurren muchos más, que incrementamos el presupuesto para nuevas universidades y que se transformó la formación de nuestros docentes, extendiéndola en un año.

Claro que sabemos que no es suficiente. Queda mucho por corregir y mejorar. Lo sostiene insistentemente la Presidenta de la Nación y lo reiteramos desde este ministerio. Nunca desde nuestro gobierno aseguramos estar en el paraíso, pero estamos dispuestos a dar una discusión política y cultural en contra de los amnésicos que todos los días nos quieren hacer creer que vivimos en el mismísimo infierno.

No aceptamos la opinión liviana e irresponsable de aquellos que cuando fueron gobierno invertían menos del 3 por ciento del PBI en educación, que les transfirieron la responsabilidad educativa a las provincias sin los recursos económicos y políticos necesarios, los que no construyeron escuela alguna ni distribuyeron libros, aquellos que destruyeron la educación técnica y que llegaron a recortar los salarios docentes o los pagaron en cuasimonedas.

Estamos mejorando la educación porque estamos reconstruyendo el Estado, y con él una sociedad más inclusiva, con trabajo y dignidad. Los que destruyeron la capacidad distributiva del Estado, los que convirtieron el sistema educativo en un archipiélago, los que abandonaron el gobierno en medio del infortunio social, nos instruyen sobre lo que tenemos que hacer.

Sólo pedimos, memoria y humildad. Estamos preocupados y ocupados por mejorar la calidad educativa; sólo que creemos que la inversión realizada, las leyes en vigencia, la obsesión para que cada año haya mayor cantidad de días de clase, son pasos en la búsqueda de esa calidad. En la Argentina, la mejora de la calidad empezó en el año 2003, con medidas de fondo que era imprescindible tomar, aunque todavía eso no se refleje, como quisiéramos, en el progreso de los aprendizajes.

Este año vamos a distribuir un millón y medio de netbooks; extenderemos a todas las escuelas secundarias los planes para mejorar la calidad y retención de todos los alumnos, tomaremos medidas para incluir más escuelas con jornada extendida, reconociendo que es, sin duda, una deuda que debemos saldar. Lo haremos junto con las provincias, con las organizaciones gremiales y con las familias, como un compromiso que debe asumir la sociedad entera.

Los funcionarios públicos tenemos la obligación de aceptar las críticas; es más, debemos agradecerlas, ya que desafían nuestros límites y nos impulsan a mejorar. Estamos abiertos a reflexiones, recomendaciones, y vamos a coincidir con todos aquellos que quieran una educación pública de calidad, democrática, con igualdad de oportunidades, provengan de cualquier sector social y político. A algunos de los perpetuos columnistas sólo les pedimos respeto y memoria. Recuerden su paso por el gobierno; no se olviden de aquellos días en los que resolvieron no tomar las medidas que hoy, con insistencia, nos reclaman.

* Ministro de Educación de la Nación.

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