EL PAíS › OPINION
› Por Mario Wainfeld
En la ronda previa de elecciones de gobernadores realizada casi totalmente en 2007, 17 oficialismos provinciales revalidaron sus títulos y sólo 7 cedieron el poder. La condición de local acoraza a los mandatarios, lo que se corrobora desde 2003 en municipios y provincias. Con esa tendencia, un éxito de la oposición cotiza doble.
En Catamarca, desde 1983, jamás un gobernador fue vencido por su oposición en las urnas. La deslegitimación y caída de la dinastía justicialista de los Saadi fue un deseable cambio de régimen motorizado por una activa movilización social, pero fueron relevados por una intervención. El Frente Cívico y Social (FCyS) venía ganando en forma ininterrumpida desde 1991. Ayer, pues, la ciudadanía motivó el primer caso de alternancia por pronunciamiento electoral.
El resultado logrado por la gobernadora electa, Lucía Corpacci, es un batacazo porque contradice la tendencia nacional, la hegemonía local y también porque se fue construyendo “a lo Leguisamo”: corriendo desde atrás toda la carrera. Hace uno o dos meses, el desenlace parecía ser muy otro.
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El sistema de vuelta única, en el que gana la primera minoría, incentiva la polarización. Claro que en política nada es automático o mecánico, pero ayer la regla se cumplió: las dos listas que competían por el primer puesto concentraron casi todos los sufragios. Se achicó hasta la consunción el Peronismo Federal, encarnado en Liliana Barrionuevo, hermana de “Luisito”, el inefable dirigente multipropósito.
El peronismo catamarqueño recupera, con un rostro bien diferente, una provincia perdida desde hace dos décadas. Buena nueva para los oficialismos provincial y nacional, mala para el radicalismo.
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Por una vez, en una etapa de marcada suspicacia sobre sus desempeños, los encuestadores estuvieron afinados. Fueron registrando cómo el Frente para la Victoria (FpV) acortaba diferencias. En su columna de ayer en este diario, el cronista consignó también que decían registrar desplazamientos significativos a favor del FpV en San Fernando del Valle de Catamarca, la capital, que era un usual bastión del radicalismo y su Frente. Según los cómputos disponibles al cierre de esta nota, el kirchnerismo se alzaba con la intendencia capitalina, lo que sería un sorpresaza adicional.
Un consultor catamarqueño, Antonio Di Tomaso, aguantó los trapos de su profesión con una boca de urna anunciada minutos después del cierre de la votación, bastante afinada. En el canal del cable del multimedios, una cronista se apresuró a descalificar el sondeo como “anticientífico”.
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Es prudente no exagerar la correlación entre la compulsa provincial (en la que participó menos del uno por ciento del padrón nacional) y la futura presidencial, para la faltan de más de siete meses. Pero es clavado que a Corpacci la potenció su relación con Cristina Fernández de Kirchner, cuya imagen llevó como estandarte. Y, por decirlo con un bruto eufemismo, que no hubo ayer un veredicto de rechazo a la Presidenta.
El gobernador saliente, Eduardo Brizuela del Moral, bueno es advertirlo, algo intuyó: trató de confinar la campaña, provincializándola. Varios dirigentes radicales, en cambio, corrieron algo atolondradamente a nacionalizar el virtual éxito del catamarqueño, vendieron la piel del oso sin haberlo cazado. Volaron a San Fernando del Valle engalanados para festejar, para colar en la consabida foto al gobernador derrotado. El vicepresidente Julio Cobos seguramente fantaseó con las tapas de los diarios de hoy, atraviesa un síndrome de abstinencia de protagonismo. Le faltó timing, un síntoma preocupante para sus chances, máxime porque lo viene aquejando desde hace más de un año.
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El padrón catamarqueño no alcanza a ser el uno por ciento del nacional. Y es el de una provincia, tan peculiar como todas. Los dos datos deberían vacunar contra extrapolaciones desmesuradas o de triunfalismos prematuros. Esto dicho, el ambiente político nacional es receptivo a lo que vaya sucediendo, sobre todo si se producen cambios y el kirchnerismo acumula más consenso y poder.
Muchos partidos locales se mirarán en el espejo del Frente Cívico y Social. En especial, muchos dirigentes peronistas filofederales, críticos o “en tránsito” pondrán las barbas en remojo leyendo la patética cosecha de la escudería Barrionuevo. Los ciudadanos de cada distrito no imitan a los de otros (aunque quizá son sensibles a los mismos climas de opinión) pero los dirigentes acomodan sus tácticas a partir de la experiencia ajena.
El tono general de la elección fue prolijo y sin desbordes. El tono del veredicto popular concuerda con la sensación térmica imperante a nivel nacional.
Todo lo demás, incluida la elección de Chubut del domingo que viene (que quizá polarice entre “dos peronismos”), está por verse y jugarse.
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