EL PAíS
› INTERNAS, POSICIONES Y DIVERGENCIAS EN UN MOVIMIENTO MULTIPLE
Un mapa piquetero
La profusión de siglas no se veía desde el ‘73. Es el producto de una evolución divergente desde noviembre de 2001, cuando hicieron el último plan conjunto. Con las elecciones en el horizonte, los piqueteros se polarizan en actitudes más o menos rupturistas, más o menos duras, y en una miríada de agrupamientos difícil de seguir. Un mapa para entender el panorama de este activismo nuevo.
› Por Laura Vales
Desde noviembre del 2001, cuando hicieron el último plan de lucha conjunto, el movimiento piquetero viene pasando por sucesivas rupturas y reacomodamientos internos. Si hasta la caída del gobierno de De la Rúa alcanzaba con decir “los desocupados” cuando había un corte de ruta para que todo el mundo entendiera de quién se hablaba, hoy el panorama es notablemente más complejo. Solamente en el conurbano conviven más de 15 organizaciones, con una profusión de siglas tal que se ha vuelto difícil no perderse: están la FTV y el FTC, el MTL, el MTR y el MST, los MTD en la Aníbal Verón y los CTD en la Aníbal Verón, la CUBA, el F-19, los Resistir y Vencer, el PO, Barrios de Pie, el MUP. El MIJP, que marcha con chalecos amarillos, no es lo mismo que el MIJD, escisión de la CCC que también marcha con chalecos amarillos pero con quien el MIJP no iría ni a la esquina. El mapa piquetero es en sí mismo complejo y cambiante, lleno de sectores y matices. Pero se vuelve aún mucho más complejo y cambiante cada vez que, como ahora, se acercan elecciones o se vislumbran cambios en el poder.
Las divisiones, después de todo —dicen sus protagonistas—, no expresan otra cosa que distintas maneras de entender cómo se genera el cambio social. Nacieron de diferentes maneras de pararse frente al Estado (“¿hay que aceptar los subsidios de empleo y organizarse para pedir comida o es humillante hacerlo?”, era la pregunta en el ‘97), de distintos criterios de organización (“¿queremos tener dirigentes o no tenerlos?”, fue el debate en el 2000), del nivel de aceptación o rechazo frente al sistema económico. “¿Peleamos para que las empresas nos den puestos de trabajo o apostamos a construir una economía alternativa?”, es el tema que se viene planteando en los últimos tiempos en las asambleas de desocupados.
Pero lo electoral es más ríspido. Y si con el inicio de la campaña algunos grupos piqueteros ya están armando listas de candidatos, hay otros que insisten en la necesidad de mantenerse lo más al margen posible de esa disputa. El resultado es que todos los sectores están atravesando sacudones: el Bloque Piquetero se polarizó en dos grupos y nadie sabe todavía si va a partirse, las organizaciones ligadas a las centrales sindicales (CTA-CCC) están revisando sus acuerdos, la Coordinadora Aníbal Verón, finalmente, viene dividida desde finales del año pasado, en un proceso que avanzó sin mucho escándalo pero que parece irreversible.
A continuación, una recorrida por el nuevo diagrama piquetero.
Las organizaciones de las centrales sindicales
En Gregorio de Laferrère, partido de La Matanza, funciona la salita de atención médica de los desocupados del asentamiento María Elena. El centro atiende siete mil casos mensuales, tiene consultorios externos de clínica, odontología, pediatría y ginecología, está por inaugurar un área de internación y todas sus prestaciones, incluso las odontológicas, son gratuitas. Por estos motivos se ha convertido en una referencia para quienes buscan otro modelo de salud. La iniciativa ha tenido como clave del éxito la formación de agentes sanitarios entre los desocupados del barrio (y de otros barrios), que hacen tareas prevención.
Es un modelo mixto: la salita es del barrio, pero a los sueldos los paga el Estado. Los consultorios fueron construidos por los vecinos, los nombramientos de los médicos se consiguieron a través de medidas de fuerza (petitorios, marchas, cortes de ruta) y los insumos son sostenidos de la misma manera. Cuando algo falta, los piqueteros presionan al Gobierno con acciones directas, lo que no quita que en otras oportunidades trabajen en común con las autoridades del hospital público, con quienes buscan mantener la comunicación abierta. El acento está puesto en reclamar al Estado que no desatienda sus obligaciones.
Es el estilo de trabajo que viene mostrando la Corriente Clasista y Combativa (vinculada al Partido Comunista Revolucionario), junto a la Federación de Tierra y Vivienda (de la CTA).
El sector de Luis D’Elía y Juan Carlos Alderete reúne, según estimaciones de los dirigentes, a más de 180 mil desocupados. Son las organizaciones más numerosas, que han sostenido desde el ‘98 una política de unidad a la vez que impulsado mayor voluntad de diálogo con el gobierno de Eduardo Duhalde.
En la FTV y la CCC como contraprestación de los planes desarrollan proyectos comunitarios (como comedores, guarderías, equipos de salud, roperos, trabajos de infraestructura para los barrios). En cambio, ven los emprendimientos productivos como poco viables mientras no haya cambios de fondo en la política económica o un apoyo fuerte del Estado.
Tras el lanzamiento del movimiento político y social de la CTA (la CCC ha rechazado hasta ahora el llamado a elecciones), ambas organizaciones anunciaron que revisarán en sus respectivos plenarios nacionales de mediados de este mes los términos de su acuerdo y sus puntos de diferenciación.
Los autónomos
Roca Negra, en el distrito de Lanús, es un predio de cuatro hectáreas de tierra y galpones en medio de una antigua zona industrial, ahora devastada. En el lugar, que las Madres de Plaza de Mayo ofrecieron a los desocupados, hay una huerta orgánica, una granja para la crianza de animales y el proyecto de un centro de comunicación alternativa. “Junto con el trabajo nos robaron además la posibilidad de producir nuestros propios alimentos y eso es parte de lo que queremos recuperar. Queremos generar los recursos para la vida entre nosotros, apoyándonos en nuestra capacidad de organizarnos”, dicen allí.
En el lugar trabajan 50 desocupados. Los equipos no tienen capataces sino pares, las herramientas son de propiedad colectiva, la producción tiene como prioridad el autoconsumo y la creación de un banco de semillas no transgénicas. El esfuerzo apunta a construir una economía alternativa, a generar redes de producción y distribución de bienes que garanticen el acceso a los alimentos y que a la vez se sostengan por sí mismas el día que se corten los planes de empleo.
Es la línea de trabajo de los MTD en la Aníbal Verón; como organización centrada en un modelo de autonomía y autogestión, sus integrantes mantienen un vínculo de mayor tensión con el Estado, reclaman y gestionan subsidios de empleo, pero en muchos sentidos lo viven como una carga y apuestan a tener fuerza propia.
La Coordinadora que inicialmente agrupaba todos los Aníbal Verón está ahora partida en dos: de un lado quedaron los MTD y del otro los CTD, vinculados a Quebracho. Desde la ruptura, los CTD han coordinado varias protestas con el Bloque Piquetero.
Los MTD son un grupo no demasiado grande, “en todo el país debemos ser unas 10 mil personas”, calcula Neka Jara. Aparecen como los más ajenos a la pelea electoral y no se los ve preocupados por conducir o no el movimiento de desocupados. Están más bien concentrados en trabajar hacia adentro, ajustando sus propios criterios.
Piqueteros de izquierda
Los partidos de la izquierda tradicional fueron lo últimos en tomar la decisión de organizar a los desocupados. Integran, por esto, las agrupaciones piqueteras más nuevas, pero que tuvieron un fuerte crecimiento durante el año pasado. Luego del 19 y 20 de diciembre se reunieron el Bloque Piquetero, dentro del cual el Polo Obrero (del Partido Obrero) fue ganando espacio en relación a otros grupos como el Teresa Rodríguez (apartidarios) y el Partido Comunista.
La novedad es estrictamente electoral: el Polo Obrero ha anunciado que presentará candidatos en las próximas elecciones junto a dos socios piqueteros: Barrios de Pie (de Patria Libre) y el Movimiento de Raúl Castells (MIJD). “Tenemos un acuerdo para armar listas a nivel regional”, confirmó Néstor Pitrola (PO) a Página/12, es decir, para concejales e intendentes. El PO, el MIJD y Barrios de Pie ya lanzaron una boleta común en Neuquén. Para Pitrola, “es el primer indicador de la disposición de las tres organizaciones a impulsar un frente político-piquetero”.
Como respuesta, el resto de los sectores que integran el Bloque abrieron conversaciones y alguno amenazó con el portazo. “Estamos debatiendo un nuevo agrupamiento que nos permita diferenciarnos de los que apoyan la salida electoral”, dijo a este diario Roberto Martino, del Teresa Rodríguez. “Creemos que la política que lleva adelante el Polo con MIJD y Barrios de Pie apunta a instalar candidaturas. Pensamos que el movimiento de desocupados no debe ser traccionado por corrientes que han llegado a lo último y no abandonan sus estrategias electoralistas.”
En el sector piquetero del PC, Beto Ibarra (Movimiento Territorial de Liberación) confirmó la existencia de esas negociaciones. Entre los invitados a reagruparse figuran, además, los CTD en la Aníbal Verón, la Coordinadora de Unidad Barrial y el Frente de Trabajadores Combativos.
Cuando se clasifica a las organizaciones piqueteras en “negociadoras” vs. “duras” suele quedar oculto que todas trabajan administrando planes de empleo. En la historia del movimiento de desocupados hubo un solo caso de un grupo que se negó a aceptar los subsidios de 150 lecops (el MTD de Toty Flores en La Matanza). El resultado fue que nunca pasaron de reunir a más 50 personas, mientras en el mismo período sus vecinos de la CCC y la FTV crecían hasta sumar 10 mil integrantes en el distrito. Nadie debería olvidar que los desocupados se agrupan con esa urgencia: acceder a los mínimos recursos para sobrevivir.
Administrar subsidios implica, necesariamente, mantener negociaciones permanentes con los gobiernos. Todas las organizaciones tienen equipos que se ocupan de las gestiones administrativas y llenar planillas, designan referentes para hablar con los funcionarios y se ven obligadas a salir a cortar la ruta periódicamente, cuando les quitan los planes.
Por eso en la calle, en contraste con la profusión de siglas, el paquete de reclamos es calcado: el aumento del seguro a 300 pesos, su extensión a jóvenes y ancianos, la reapertura de fábricas cerradas bajo control obrero, garantías de que no se saque a los beneficiarios de los programas.
Las organizaciones piqueteras se estructuran en torno a los planes y dependen de ellos, pero son mucho más que máquinas de conseguir subsidios: impulsan espacios de debate y formación política, generan nuevos niveles de participación, tienden lazos entre vecinos, exploran nuevas formas de organización comunitaria. Lo hacen porque todavía expresan mejor que otros espacios el sueño de los más pobres de un país distinto. Las diferencias internas están ahí: en la manera en que en cada lugar se toman las decisiones, en la profundidad de los cambios que se reclaman, en las relaciones que establecen entre sí sus integrantes. Los que buscan solamente un plan de 150 pesos lo consiguen a través de los punteros o de las municipalidades, circuito por donde se distribuye el 90 por ciento del Jefes de Hogar.
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