Jue 31.03.2011

EL PAíS  › LOS REPRESORES DE LA ESMA RECONOCEN ALGUNOS DE SUS CRíMENES

Parece que no, pero hablan

Jorge “El Tigre” Acosta habló del secuestro de Rodolfo Walsh y dijo que el escritor y periodista “estaba dispuesto a morir”. Antonio Vañek aseguró que “se había establecido que desde la ESMA operaran grupos de tareas y que se alojaran detenidos”.

› Por Adriana Meyer

Algunos represores eligen dónde, cuándo y cómo hablan en lugar de llamarse a silencio como hicieron durante décadas. Es el caso del torturador Jorge “El Tigre” Acosta, que fue indagado en el juicio por el plan sistemático de apropiación de menores y, aunque en principio dijo que se negaba a declarar, terminó respondiendo algunas preguntas. Por otra parte, en el juicio por su participación represiva en la ESMA también se viene negando a responder preguntas, pero presentó una carta ante el Tribunal Oral Federal (TOF) 5 en la que aseguró que el periodista y escritor Rodolfo Walsh “estaba dispuesto a morir sí o sí”. Hoy Acosta vuelve al banquillo en el juicio ESMA para ampliar su indagatoria.

El martes pasado en el juicio oral por la apropiación sistemática de los bebés nacidos en cautiverio durante la dictadura declararon siete imputados, entre ellos Acosta y Antonio Vañek. Cuando Acosta dijo que se negaba a declarar, la presidenta del Tribunal Oral Federal (TOF) 6, María del Carmen Roqueta, ordenó la lectura de las indagatorias que había prestado durante la instrucción. Luego, este represor hizo algunas aclaraciones y contestó preguntas de la jueza y de la fiscalía, hasta que decidió no hacerlo más porque “tenía otro juicio en trámite”, en clara referencia al que lleva adelante el TOF 5 por los delitos de lesa humanidad cometidos en la ESMA. Sin embargo, la fiscalía y las querellas siguieron haciéndole preguntas, aunque a cada una de ellas Acosta se negó a responder. Antes había lanzado frases como “la proporcionalidad fue la meta de la UT 3.3.2”, en alusión al tristemente célebre grupo de tareas, y reconoció la existencia de apropiaciones de bebés por parte de “algunos que se quedaron con menores”, pero dijo que “no hubo un plan sistemático”. Para este carnicero de la ESMA el juicio por el robo de bebés y el referido a los hechos de la Escuela de Mecánica son “conexos”.

El año pasado, antes de ser interrogado en la causa ESMA, su defensa había presentado un escrito en el que dijo que en su condición de jefe de Inteligencia del grupo de tareas 3.3.2 desde enero de 1977 participó de una “guerra” que “no inicié ni definí su contenido”, y que por esa guerra él y su familia habían sufrido “persecuciones y agresiones importantes por parte de la Organización Montoneros”. Párrafo seguido expresó su “profundo respeto por todas las víctimas de ese enfrentamiento, entre ellos el señor Rodolfo Walsh, quien estaba dispuesto a morir sí o sí, de no haberse ‘suicidado’ muy probablemente estaría declarando como testigo en mi contra”. Agregó que “los desaparecidos aparecidos de la ESMA son el ejemplo viviente de la forma de combatir de la UT 332”. Según Acosta, Walsh estaba dispuesto a morir porque tenía conocimiento del accionar de la UT 332 y por lo tanto “era suicida llevar una pistola calibre 22 para enfrentar el armamento de guerra que él también tenía a disposición”. En un despliegue de detalles sobre el episodio en que el militante, periodista y escritor fue asesinado, El Tigre agregó: “La pastilla de cianuro, de cuyos vestigios fui informado, no deja duda alguna de su intención de no permitir su detención con vida”.

A su turno, el ex jefe de Operaciones Navales Antonio Vañek también se negó a declarar, por lo que se leyó lo que había indicado durante la etapa de instrucción. Así pudo escucharse que hizo referencia a los responsables de que se cumpliera el “Placintara” respecto del tratamiento de los detenidos en la ESMA, es decir, mencionó a los imputados Oscar Montes y Manuel García Tallada y los identificó como los “jefes de operaciones del Estado Mayor General de la Armada, y estaba establecido que como tales eran jefes de la Fuerza de Tareas 3”. Consultado sobre si el jefe de la FT3 tenía autonomía suficiente como para instalar un centro de detención en la ESMA, respondió que “se había establecido que desde la ESMA operaran grupos de tareas dependientes de la fuerza de tareas 3, y que allí se alojaran detenidos”. Y describió que se reunían los jefes en la Base de Puerto Belgrano, donde hablaban sobre necesidades de personal, de armamento, o “si hubo algún tiroteo, algún peligro para alguien”.

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