Mar 03.05.2011

EL PAíS  › OPINIóN

Trasplantado a Capital

› Por Mario Wainfeld

La decisión del diputado Fernando Solanas era un secreto a voces desde hace un buen rato. Transforma en certeza lo que era una perspectiva factible en 2009 y pareció haber sido dejada de lado en pos de una candidatura (y el consiguiente armado) nacional en 2010. Pino Solanas intentará repetir su muy buena elección porteña de dos años atrás, en un contexto muy diferente. Esta nota será avara en profecías, sin renunciar a ellas. Esto dicho, es claro que el escenario en el que Solanas dio un batacazo dista de ser el mismo. Se trata de elecciones para un cargo ejecutivo, no de legislativas, más abiertas al “voto expresivo”. El Frente para la Victoria (FpV) no atraviesa una etapa de pérdida de credibilidad sino de estable ascenso. Y, por último a los efectos enumerativos, quizás al líder de Proyecto Sur le cueste haberse distanciado del espacio capitalino durante tanto tiempo.

La resolución se tomó tras muchos tironeos internos con sus aliados de estos años, saldados merced al mayor peso relativo del referente, antes que por consenso. Los compañeros de Solanas no abandonarán el barco (tienta decir el tren, dadas las preferencias temáticas de Pino) porque el costo de partir es, en esta instancia, mayor que el de quedarse. También incide que el diputado Claudio Lozano será primer candidato a diputado nacional, un modo de compensar el desaire que el regreso de Solanas le significó.

La casi segura inclusión de la ex ministra de Salud Graciela Ocaña en la fórmula para la Jefatura de Gobierno es otro bálsamo para heridas que –todo lo indica– sólo cerrarán del todo si el resultado electoral es propicio. Ocaña –sugieren los sondeos– agrega algún punto porcentual a la oferta de Proyecto Sur y era impulsada por quienes empujaban a Pino a postularse a la presidencia.

Resolvió el líder de la fuerza y no es monopolio de Proyecto Sur. Ocurre algo similar en el PRO, en la Coalición Cívica, en el mismo FpV. Un patrón transversal de funcionamiento partidario, para nada ideal.

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Proyecto Sur y el macrismo afrontaban un dilema similar, más allá de sus diferencias posicionales e ideológicas. Su líder es la figura más taquillera en la Ciudad Autónoma y la Nación. Una encrucijada de aquellas que el glorioso técnico del San Lorenzo de los Matadores, Tim, definió como de frazada corta: si se cubre arriba, se destapa abajo. Privilegiar la Capital implica, en principio, debilitar la perspectiva nacional de la fuerza.

La apuesta de Proyecto Sur es ganar el distrito, para tener su primera experiencia de gobierno. O sea, repetir la construcción paciente (y, en su caso, eficaz) del Frente Amplio uruguayo, que hizo escala en Montevideo para proyectarse a lo nacional. En una comparación que quizá no agrade a nadie, pero que viene a cuento, también es el camino que rehusó el Frente Grande de Carlos “Chacho” Alvarez, que saltó en garrocha a grandes ligas.

La virtualidad de una candidatura presidencial que supla, en competitividad, la de Solanas es por ahora una virtualidad, algo remota. El gobernador Hermes Binner, al frente de una coalición progresista, es una hipótesis de trabajo. El problema es que el líder socialista debe prevalecer internamente en las primarias de su provincia y luego esperar que su pollo, Antonio Bonfatti, llegue a la gobernación. Una martingala difícil, que para colmo se dirimirá cuando quede muy poco tiempo para las primarias nacionales simultáneas y obligatorias.

Con otro candidato, las chances tienen pinta de reducirse mucho.

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En espejo, Macri deshoja su eterna margarita. Fiel a su estilo, rezonga porque nadie le da una mano. Poco dado a la introspección, no repara en cuán poco se ayudó él mismo en los años sabáticos que se dispensó en el gobierno porteño. No construyó su candidatura, no “caminó” el país, no estimuló alianzas en provincias, “entregó” las elecciones a senadores nacionales, prefirió trashumar por lugares más fashion pero que garpan menos en la política doméstica.

El contraejemplo del diputado Ricardo Alfonsín podría aleccionarlo. Alfonsín conjugó el abecé de la política: anduvo primero por su provincia (donde está lejos de tenerlas todas consigo), fatigó comités, se atosigó de asados, mateadas y reuniones aburridas con intendentes. Así fue primando en la interna radical, frente a dos contendientes más apegados a la labor mediática y confiados en que el apoyo del establishment era un puntal suficiente.

El ex presidente de Boca imaginó algo similar y ahora se sorprende cuando las corporaciones patronales le dan la espalda, hastiadas de su irresolución. Arroja botellas al mar, destinadas al senador Carlos Reutemann, quien –según es fama– vive campo adentro.

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Los plazos legales apuran, aunque el 10 de mayo (fecha de la presentación de las alianzas) no luce tan perentorio. Las coaliciones –tal parece– no sufrirán cambios fueran cuales fueren los postulantes de PRO y el FpV. Lo que sí deberán calcular sus estrategas (y todo vaticinio es arriesgado) es cómo será el horizonte de la primera y la segunda vuelta. El macrismo y el kirchnerismo tienen un valorable núcleo duro de adhesiones, pero suscitan rechazos altos.

La presencia de Solanas acelera la necesidad de terminar internas que dependen, como ya se apuntó, de lo que resuelvan Macri o la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Es verosímil que en esta semana haya novedades, aunque nada puede afirmarse de modo definitivo.

Lo que ya puede darse por hecho es que habrá una elección emocionante y competitiva. Y que los encuestadores tendrán su agosto anticipado (desde hoy mismo hasta fines de julio). La política puede funcionar como un estímulo keynesiano para ciertas actividades, en ocasiones como ésta.

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