EL PAíS › OPINIóN
› Por Ignacio Ramírez *
En los últimos tiempos han venido circulando dos retratos, inconsistentes entre sí, sobre la figura de Pino Solanas. Uno de los dos relatos subraya un supuesto desplazamiento hacia la derecha mientras que otra versión enfatiza el parecido de familia en materia de valores y convicciones entre Pino Solanas y el universo de “ideas K”. Si aceptáramos como válido el primer retrato, podríamos pensar que su aparición en el escenario electoral porteño perjudicaría a Macri. Si, por el contrario, adherimos a la segunda caracterización, deberíamos encontrarnos con que su presencia debilita la potencia electoral del kirchnerismo en la Capital. Más allá de sus contenidos, la coexistencia de estas dos versiones pareciera acreditar un extendido desacuerdo respecto de la ubicación de Pino Solanas en la geografía político-ideológica argentina. Un estudio que realizamos desde Ibarómetro durante los últimos días aporta pistas para localizar la enigmática ubicación política de Pino. Veamos:
1. Casi un 80 por ciento de los porteños aprueba al menos una de las dos gestiones de gobierno a las que están “expuestos”, la que encabeza Macri y la que conduce Cristina Fernández de Kirchner. Es decir, hay una importante mayoría “aprobatoria” que manifiesta algún tipo de satisfacción y/o identificación con una de las gestiones. La lectura invertida habla de dos de cada diez porteños entre los que subsisten vestigios del “que se vayan todos” y se muestran disconformes y críticos con los gobiernos. Esta proporción de desencanto extremo se duplica entre los votantes de Pino: la desaprobación serial alcanza aquí un 40 por ciento.
2. Un segundo dato concierne al modo en que la mayoría de la sociedad porteña organiza sus adhesiones a los dos gobiernos. Las dos adhesiones surgen como recíprocamente excluyentes entre sí: los integrantes de la mayoría aprobatoria aprueban la gestión de Cristina Fernández de Kirchner o aprueban la gestión de Mauricio Macri. Pero casi nunca estas simpatías aparecen superpuestas. Tan sólo el 10 por ciento de los porteños mantiene romances paralelos. Este esquema binario no revela ninguna lógica bélica como exageran algunos analistas, sino que remite a un rasgo constitutivo de cualquier panorama democrático y republicano: los ciudadanos reconocen que existen alternativas políticas de cierta coherencia interna pero diferentes entre sí y en función de estos contornos más precisos optan por aquella que mejor se ajusta a sus deseos, sus intereses, lealtades o a sus caprichos.
Al orientar la mirada sobre la base electoral de Pino advertimos que estas distinciones básicas no se dan con claridad y en lugar de ello nos encontramos con una mezcla que no habla tanto de pluralidad y armonización de diferencias sino que más bien saca a la luz una extraña convivencia sostenida posiblemente con alguna dosis de confusión. Volvamos a los porcentajes: cerca de un 35 por ciento de los votantes de Pino Solanas aprueba la gestión de Mauricio Macri mientras que un 43 por ciento evalúa positivamente la gestión del gobierno nacional. Más allá de cierta asimetría favorable al kirchnerismo, el dato más elocuente reside en la fractura interna del conjunto de votantes de Pino Solanas. Sería un error creer que esta coincidencia entre dos “tribus” tan divergentes desactiva la rivalidad que organiza la política porteña. Con esto queremos decir que construir un liderazgo en la Ciudad de Buenos Aires a contramano de los dos datos centrales (mayoría aprobatoria y esquema binario de adhesiones) es una tarea muy difícil de sostener en el curso de una campaña electoral. Tan complicado como mantener el equilibro de un voto respaldado en parte por personas que simpatizan con el gobierno nacional y sostenido desde otro costado por simpatizantes de la gestión macrista.
Existe un dato adicional que nos parece relevante, referido a la anatomía política del voto por Pino Solanas. En el estudio en cuyos datos se apoya este artículo hemos consultado por las identificaciones políticas de los ciudadanos; ¿se sienten cerca del peronismo, del progresismo, del liberalismo, etc.? En el caso de Pino, la identidad política de mayor peso entre sus votantes es “ninguna”: un cuarto de quienes votarían por Pino Solanas no se sienten identificados con ninguna de las tradiciones políticas que marcan el relieve de nuestra historia. Este dato revela que Solanas suscita en buena medida un tipo de acompañamiento “antipolítica”. Esta clase de apoyos suele corresponderse con liderazgos que prácticamente se agotan en rasgos individuales, discursos constantemente críticos teñidos de una moralidad imprecisa en términos políticos, ausencia de referencias ejecutivas de gestión y un vínculo con la ciudadanía construida en torno de la actuación mediática. En este sentido la figura de Pino Solanas exhibe cierto parentesco con el tipo de liderazgo que ejerce Elisa Carrió. Esta clase de liderazgos entran en contradicción con algunas tendencias que distinguen al actual ciclo político.
Desde hace ya un tiempo, el panorama político porteño muestra señales de un parcial regreso del entusiasmo por la política. Una de estas señales radica en que la mayoría de los porteños acompaña a una de las dos fuerzas que componen una intensa rivalidad y reconoce en ellas orientaciones políticas y culturales bien diferenciadas (el macrismo y el kirchnerismo). En síntesis, en la actualidad Pino Solanas se encuentra políticamente en un no-lugar y por ello suenan sobredimensionadas e incorrectas las interpretaciones que han aparecido en estos días y según las cuales su aparición rompe la polarización que estructura hoy la política porteña.
* Sociólogo y analista senior de Ibarómetro.
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