EL PAíS › LA APROPIADORA DEL NIETO RECUPERADO FRANCISCO MADARIAGA ACUSó A SU EX MARIDO
En la causa por el plan sistemático de apropiación de bebés, Inés Colombo se presentó como una víctima de la violencia del ex carapintada Víctor Gallo y dijo que temía que él la matara. Pero no pudo aclarar las dudas de los jueces, la fiscalía y la querella.
› Por Alejandra Dandan
Ella está acusada de la apropiación de Francisco Madariaga y de haber ocultado su identidad durante casi 30 años, igual que su ex marido, Víctor Alejandro Gallo, un oficial de Inteligencia del Ejército y ex carapintada que está detenido. Ayer Inés Susana Colombo se sentó en la sala de audiencias de los Tribunales de Retiro dispuesta a defenderse y, en ese contexto, a declarar contra su ex marido. Después de horas de audiencia, dijo que temía ser asesinada por Gallo y citó a una psicóloga que lo atendió, quien le dijo que él era un psicópata: “Es como un ofidio que inocula el veneno y se sienta a esperar, son tal cual las palabras que usó la psicóloga –contó ella–. A mí me costó mucho tiempo llegar a entender las características de un psicópata”.
En las tres horas de un testimonio presentado con la lógica de las víctimas de la violencia de género, Colombo no pudo terminar de aclarar las preguntas que una y otra vez le hacían los miembros del Tribunal Oral Federal 6, las querellas de Abuelas de Plaza de Mayo y la fiscalía encabezada por Martín Niklison. ¿Cómo es que el pediatra que revisó a Francisco Madariaga cuando apenas tenía unos días nunca le preguntó de dónde era ese niño? ¿Por qué, pese a sentirse amenazada de muerte, no habló con Francisco para revelarle su origen cuando pudo hacerlo, en 1992, después de la primera separación de Gallo? ¿O en alguno de los casi diez años que él estuvo detenido? ¿O en alguna de las ocasiones en las que Francisco sugirió que podía ser hijo de desaparecidos? ¿Por qué esperó hasta 2010 para decírselo?
Francisco Madariaga empezó a saber su origen en febrero de 2010, a partir de una pregunta que le hizo a ella. Es hijo de Abel Pedro Madariaga y Silvia Quintela Dallasta, secuestrada con cuatro meses de embarazo y desaparecida. El caso es uno de los 35 expedientes que se ventilan en el marco del juicio por el plan sistemático de robo de bebés durante la dictadura, que ayer sumó a Gallo y Colombo al banco de los acusados como apropiadores. Gallo llegó al juicio con un largo prontuario: dueño de una agencia de seguridad llamada Lince, tiene causas por tentativa de robo, falsificación de documentos públicos, robo y coacción, tenencia de explosivos, una condena en 1996 y ahora el proceso por sustracción de identidad y falsificación de documentos. En el primer tramo del debate, el tribunal leyó la acusación de elevación a juicio oral de los dos. Preguntó a Gallo si estaba dispuesto a declarar, pero él se negó. El tribunal leyó entonces una declaración anterior: él negó pertenecer al Batallón 601 y, sobre el origen de Francisco, dijo que un superior se lo dio en una calle de Campo de Mayo para entregarlo al hospital de San Miguel porque los padres se habían muerto.
“Yo ante todo vengo acá para hablar de mi situación”, dijo Susana Colombo, apenas empezó a declarar. “No sé por qué pude tomar la decisión de hablar con Francisco, mi hijo en ese momento, después de haber estado presionada durante mucho tiempo, y poder aclararle a su pregunta de dónde provenía.”
Francisco le preguntó quién era en febrero de 2010. Llevaba dos años con un cuadro depresivo, trabajaba en la empresa de seguridad de Gallo, donde estaba “extremadamente estresado”. Gallo lo cambiaba de lugar o le mentía diciéndole que no hacía bien el trabajo y que por eso los jefes se quejaban. “Un día vino a casa desesperado”, contó la mujer. “Me dijo que no podía ser cómo lo trataba, estaba en una situación desesperada, llamó a este hombre para decirle por qué lo hacía, era una situación que ponía en riesgo su vida.”
Después de las llamadas, Francisco golpeó la mesa y dijo: “¡Yo no puedo ser de esta familia! Decime, decime la verdad: ¿yo soy de esta familia?”. “Y yo le dije que no”, contó Colombo. “Era la primera vez que él me lo preguntaba”, explicó, aunque no es lo que dijo en varias oportunidades el propio Francisco. En ese momento, él le preguntó por sus padres. “Como me habían dicho que lo habían abandonado, yo le dije: podés ser hijo de él porque es un mujeriego, podés ser hijo de desaparecidos, no lo sé.”
Colombo acompañó entonces a Francisco a Abuelas de Plaza de Mayo, como sucedió solo en otros pocos casos de apropiación. Hasta ahí, él estaba anotado como hijo biológico de los Gallo, un tema al que el tribunal y las querellas volvieron una y otra vez, porque ella aseguró que no lo sabía. ¿Cómo es que no lo sabía? ¿Por qué nunca vio las partidas de nacimiento? “No tuve la partida de nacimiento de ninguno de los chicos –respondió la mujer–, no elegía los nombres, no tuve los papeles, tampoco tengo la escritura de la casa.” Vivía aislada, dijo, “en el barrio militar, uno hace la vida y se calla la boca”.
Según los papeles de los Gallo, Francisco nació el 7 del 7 del ’77. Según Colombo, Gallo decía desde hacía varios días antes que había nacido un chico en Campo de Mayo al que habían abandonado sus padres. “Una noche, llega a mi casa. Yo estaba con mi hija, bajan de un auto que se estaciona en el cordón de enfrente, un auto oscuro, baja con un niño, un bebé, me lo deja y se va. Yo me quedo sola con esta criatura. Yo digo, bueno, lo atiendo. Lo limpio. Cuando lo veo a él, le digo: bueno, lo tenemos un tiempo.”
Francisco llegó con el cordón umbilical a esa casa, un dato que revela que estaba apenas nacido. Colombo asegura que Gallo no le dijo nada en esa ocasión, algo que las querellas ponen en duda. Ella aseguró en la audiencia que le insistió a Gallo para adoptarlo. Que él le dijo que no: “A los gritos como siempre, siempre a los gritos, la violencia fue lo que marcó la vida porque en la vida con un militar uno tenía que callarse la boca, pero siempre estuvo la violencia de por medio. Yo le dije mil veces que quería adoptarlo y siempre eran las mismas respuestas: de mal humor, agresivas, violentas”.
Gallo estuvo detenido por el robo a una financiera (ver aparte). Su ex mujer dice que siempre se jactaba porque nadie podía con él. Que en la casa recibían llamados de desconocidos, personas con sobrenombres, dinero que no entraba del sueldo. Antes de la separación definitiva, se disparó uno de los hechos de violencia que ella relató. Un día cocinaba en su casa. Gallo le golpeó la mano y tiró la comida. “Yo salgo rápido a proteger a los chicos, les dije: quédense quietos, su papá está loco.” Cerró una puerta corrediza; se metió en el baño. El le pegó una trompada en la cara: “Mis hijos me salvaron la vida porque no sé lo que podía haber hecho, no me soltaba, ellos se le colgaron del cuello y así pude correr hasta la esquina que había un policía”. “Si no venís –le gritó Gallo desde la puerta– voy a incendiar la casa con los chicos adentro.”
Apuntalada por su abogada, en un momento Colombo explicó que no podía recurrir a nadie porque lo único que sentía era miedo. ¿Miedo a qué?, preguntó la abogada. “Miedo a que me matara.” ¿Gallo es de familia militar?, le preguntaron. “No –dijo ella–, pero sí de familia violenta.”
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