EL PAíS › OPINION
Memorias del 2007 y el 2009, no tan remotos. El armado de las listas kirchneristas entonces y ahora, contexto y lógicas. Las decisiones de la Presidenta, jóvenes en escena. Capital, a una semana. Santa Fe, a tres. Tierra del Fuego, hoy día. Lo que ansía la oposición, lo que marcan las encuestas.
› Por Mario Wainfeld
El cronista repasa, ávido de inspiración, la edición de Página/12 del primer domingo de julio de 2007. A esa altura, se descontaba que la senadora Cristina Fernández de Kirchner sería candidata a presidenta pero no había anuncio oficializado, todo un detalle para los que se “sorprenden” por la actual reiteración del método K. La Concertación Plural se venía tramando y se cerraban los acuerdos respectivos. Este diario informaba que Néstor Kirchner le había anunciado a la plana mayor del Partido Justicialista (PJ) que el radical Julio Cobos sería el compañero de fórmula. El entonces presidente operaba para garantizar votos de distintas vertientes, ansioso de juntar los “puntitos” que (intuía y pispiaba en las encuestas) le faltaban a su sucesora para llegar al 45 por ciento. Un método básico eran concesiones a los aliados con poder territorial. Meses después, se corroboró que le hubiera bastado con el 40 por ciento ya que la segunda, la diputada Elisa Carrió, no llegó al 23. Pero, alboreando julio, no había certezas. En aras de construir esa victoria se lanzó a Daniel Scioli, un protagonista siempre taquillero, en pos de la gobernación bonaerense.
El oficialismo era favorito pero no se vivía el clima de goleada que se concretó en octubre. Un microclima excitaba a los opositores: Mauricio Macri y Fabiana Ríos acababan de ganar, en segunda vuelta, Capital y Tierra del Fuego. Representaban a dos partidos sin experiencia de gobierno, una renovación del sistema político que, todo lo indicaba, podía redondear Hermes
Binner en Santa Fe. Luis Juez, en Córdoba, podía transformar esa tripleta en un poker.
La oposición hacía centro en estallidos de bronca urbana, en la perspectiva de un colapso energético, en un desmadre de la economía. El exorbitante precio del tomate era (en el discurso de los “otros”) un issue de la precampaña, un presagio hortícola de la híper.
Asentado en el PJ, en un acuerdo de gobernabilidad con la CGT y los mandatarios provinciales de todo pelaje, el Frente para la Victoria (FpV) hablaba de institucionalizar los cambios producidos.
No integraban esa agenda ninguna de las grandes reformas que signaron el período de Cristina Kirchner. La estatización del sistema jubilatorio, la ley de medios audiovisuales, la Asignación Universal por Hijo, el enfrentamiento con las corporaciones mediáticas, el matrimonio igualitario no ornaban la vidriera kirchnerista. Ahora, en su narrativa, son las “profundizaciones del modelo” más elogiadas de los recientes cuatro años. La disputa con las corporaciones mediáticas, retrospectivamente, pueden leerse en declaraciones de la Presidenta, una vez electa, incluso antes de asumir.
Mucha agua pasó bajo los puentes, muchas peripecias inimaginables e inimaginadas, aunque muchas figuras de primer nivel se mantienen vigentes. Por ejemplo, Cristina Kirchner, Mauricio Macri y Fabiana Ríos van por su segundo mandato, con perspectivas diferentes. Los dos gobernadores, en este mes.
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Más presencia de CFK y de jóvenes: La táctica electoral de Cristina 2011 traduce en acciones las mutaciones ocurridas. El peso electoral presunto de la Presidenta y, por ende, su capacidad de incidir en la formación de las listas, se percibe mayor que en 2007. Sólo las urnas develarán cuánto hay de acierto en esa percepción, extendida en su arco de alianzas. Lo cierto es que a julio es hegemónica.
La marca del pasado incide también. Al primer embate de las corporaciones en 2008, el vicepresidente se pasó a la oposición y muchos legisladores peronistas se hicieron tránsfugas o fueron borocoteados por “el campo”. Creían, prematuramente, en el fin del ciclo kirchnerista, presagio que impregnó el pensamiento de figuras como el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández.
La Presidenta diseñó las listas con esas deserciones entre ceja y ceja y con el ánimo de asegurarse fidelidades mayores en el Congreso. Es difícil el conteo de cambio de bando entre peronistas, que matizan sus disidencias (sobre todo si cambia el viento) y siempre están abiertos al regreso. Pero, en números redondos, un tercio de los diputados kirchneristas elegidos en 2007 cambiaron de bando. La conformación actual está signada por el recuerdo de ese precedente.
Con más espacio propio, la Presidenta reservó lugares expectables a integrantes de su actual Gabinete, lo que sugiere prospectos de cambio y un “pago” razonable a quienes bancaron en una etapa plena de beligerancia, sinsabores y recuperaciones.
La incorporación de figuras jóvenes no es estricta novedad, la diputada Victoria Donda (ahora opositora), el legislador Juan Cabandié ya tienen rodaje como consecuencia de unciones previas. Pero el número creció y lo cualifica que muchos de ellos integren una agrupación con juego e intereses propios, La Cámpora. Las comparaciones con otras experiencias juveniles (la “gloriosa JP” setentista, la Coordinadora y los Sushi radicales) están a la orden del día. Los anacronismos tientan y a la vez confunden, habrá que ver en ligas mayores qué hacen esos jóvenes, treintañeros en su mayoría, algunos más pibes. Más allá de un apellido más o menos, la movida es sugestiva porque trata de airear y remozar el plantel político. La Cámpora –que tiene a Andrés Larroque, Eduardo De Pedro, Mayra Mendoza entre varios como casi seguros diputados nacionales– no es la única vertiente promovida. Facundo Moyano, gremialista de 26 años, es otro caso. En Buenos Aires, Leonardo Grosso, del Movimiento Evita, es otro aspirante con buenas chances. Valga la mención para una rectificación. En una nota anterior el cronista escribió que Grosso milita con Martín Sabbatella. Se rectifica el error, se piden disculpas a lectores y protagonistas.
Otro dato sugestivo, aunque tampoco pionero, es que se siguen agregando hijos de víctimas de la dictadura. Cabandié busca ser reelegido, Horacio Pietragalla es el número 22 en Buenos Aires. Su pasado no les dará “changüí” ni legitimidad adicional, entran a la arena política expuestos a los avatares y críticas de la actividad. El potencial simbólico de sus presencias y que hayan superado temores o reflejos antipolíticos es un estimulante signo de época.
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El Sur también elige: Las dos provincias más nuevas, Tierra del Fuego y la Ciudad Autónoma, tienen sistema electoral con ballottage. Hoy se dirime la segunda vuelta en la más austral, donde la kirchnerista Rosana Bertone pinta ganadora, según los sondeos y los resultados de la semana pasada. Bertone obtuvo una ventaja muy amplia sobre la gobernadora en Río Grande, difícil de descontar en Ushuaia, la capital, que es apenas más pequeña que la otra ciudad importante del distrito. Las huestes de Bertone confían en superar el 60 por ciento, con apoyo en encuestas propias. Ríos se juega a recuperar para sí los muchos fueguinos que no participaron o votaron en blanco. La experiencia comparada (que no vale como definitoria en un caso concreto aunque insinúa tendencias) indica que los apáticos no se contraponen a las decisiones del conjunto, mayormente las convalidan. De cualquier modo, habrá que esperar al escrutinio con favoritismo de la challenger, en un cuadro general favorable a los oficialismos nacional, provinciales y municipales. Cuando hay crecimiento, sustentabilidad económica y estabilidad política la condición de local se fortifica. Así ocurrió en ese 2007 que evocamos cuando vencieron 18 oficialismos provinciales.
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Vísperas porteñas: El PRO no es excepción a esa regla y, por añadidura, Macri es un candidato mimado por el electorado capitalino. El o su partido ganaron en la primera vuelta de 2003, en las legislativas del 2005 y 2009, amén de la Jefatura de Gobierno en 2007. Un hueso duro de roer, por contexto y por patrimonio propio. Explorarlo es forzoso para sus contendientes, esquivando simplismos de panfleto. Macri sigue siendo (se subraya el “sigue”) muy fuerte en el Sur de la ciudad, donde se congrega la mayor masa de sectores populares. Cierto es que ese voto fiel no lo acompañaría en las presidenciales, ya que se orienta a favor de Cristina Kirchner. Ese gap entre lo local y lo nacional puede haber sido uno de los factores que disuadió a Macri de presentarse en ligas mayores. Su abulia y falta de garra habrán sumado lo suyo.
Como fuera, una elección que asomaba para dividirse en tres opciones (en la que Fernando Solanas ocupa el espacio que le cupo antaño a Jorge Telerman) parece haberse polarizado entre el PRO y el FpV, con ventajas apreciables para el macrismo. Las encuestas así lo indican, a una semana vista. Interpretarlas es un desafío, en el marco de una campaña apagada y escaso conocimiento público sobre el lance. Los días que faltan serán decisivos para calentar el muy tibio ambiente, tarea que interpela a la fuerza del senador Daniel Filmus, con el afán de llegar a la segunda vuelta con una diferencia descontable. El ojímetro del cronista pondera que para un horizonte pasable para el FpV sería que Macri no superara el 40 por ciento con una ventaja sobre Filmus menor a dos dígitos porcentuales. Es una hipótesis de trabajo no imposible pero tampoco garantizada.
En la arremetida final el FpV debería calentar el ambiente, motivar a los votantes. Acaso repasar los ejes de su campaña, muy afincada en lo discursivo.
El cronista sigue pensando que fue un desacierto la centralidad atribuida al “debate que no fue”. Sobre todo, remachar sobre el tema en la semana que pasó. El macrismo ofrece generosos flancos a la crítica, desde
inoperancia hasta desaprensión social, pasando por la corrupción y el espionaje. Hacer eje en una conducta que la cultura política argentina no castiga (rehuir un debate) achica el margen de la polémica. Otras formas de acción, que van de la militancia territorial clásica, el timbreo, el puerta a puerta podrían enriquecer el menú. También una ofensiva temática con propuestas citadinas que trasciendan el discurso nacional.
Cierto es que la opinión pública está atraída por otros tópicos, que hablan de una sociedad ajena a una crisis económica: desde el descenso de River hasta la Copa América. De cualquier manera, mientras hay tiempo hay esperanzas y espacio para modificar el estadio actual.
El modo en que se llegue al 30 de julio no es neutral para el desenlace. La impasse entre las dos vueltas electorales, con la polarización ya establecida, marca una posibilidad para recobrar terreno.
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Santa Fe, Batman: Santa Fe elige el 24 de julio, todavía hay un largo camino por trillar. El socialismo puntea, el FpV va segundo, Miguel Del Sel tras un rush inicial se asienta en el tercer lugar. Las encuestas y las miradas de socialistas y kirchneristas concuerdan en ese diagnóstico aunque no en la diferencia entre Antonio Bonfatti y Agustín Rossi. Para los socialistas hay nueve puntos, para los kirchneristas varios menos. Cerca de Hermes Binner interpretan que tienen un apoyo asentado, sin fugas significativas en el electorado radical. Cerca del “Chivo” Rossi advierten un repunte propio en la última semana y un efecto virtuoso en el interior provincial, consecuencia de haber sumado al filorreutemista Omar Perotti como primer candidato a diputado nacional.
También en esa provincia cuesta “colar” las elecciones en la agenda cotidiana de los ciudadanos. Tres semanas son un lapso largo, la mayoría de las miradas, en distintas tiendas, hablan de un final abierto.
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Antes y ahora: Las provincias que ya eligieron mostraron un potencial enorme del FpV y una dispersión machaza del archipiélago opositor. Ciudad Autónoma, Santa Fe y Córdoba estimulan esperanzas en el Grupo “A”, confían en que el kirchnerismo perderá en las tres. Puede suceder, ya se dijo, añadiendo que en Córdoba no tiene modo de ganar. Vistos más de cerca esos distritos no autorizan traducciones nacionales lineales. Primero porque en todos ellos es altísima la intención de voto de la Presidenta, muy superior a la de sus candidatos. Además, ni los radicales ni el Peronismo Federal podrán engordar con los eventuales scores. Macri está descolgado de los federales. Juez y Bonfatti mejorarían la autoestima y la presencia del Frente Amplio Progresista.
Como fuera, la oposición pone sus fichas a cambiar un poco el clima propicio al kirchnerismo. Y deposita en las primarias abiertas una tarea que sus líderes no han sabido plasmar: ordenar el voto “contrera”, construir una alternativa viable que empuje al voto útil.
Los medios dominantes, entre tanto, bombardean al oficialismo. Son el ariete discursivo de la oposición, aunque (da la impresión) con un repertorio que no conmueve a los votantes.
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Otros años: Es sábado a la tarde, hace frío. La Copa América arrancó flojita, la celeste y blanca parece apunar a jugadores de alto nivel, probados en las mejores ligas internacionales. Colombia versus Costa Rica dista de ser un partidazo. El cronista relee, entonces, el Página/12 del primer domingo de julio de 2009. Acababa de acontecer la severa derrota electoral de medio mandato, un golpe que Raúl Alfonsín y Carlos Menem no pudieron superar. Se auguraban cambios en el Gabinete, ya eyectado Ricardo Jaime. Sergio Massa y el silencioso ministro de Economía Carlos Fernández, se especulaba con acierto, estarían entre los salientes.
Este medio prenunciaba que se reforzaría la embestida corporativa, que había tenido a los ruralistas como punta de lanza. Todo ocurrió, pero el Gobierno supo tenerse en pie y contragolpear.
También puntualizaba el bajo desempeño del kirchnerismo entre sectores populares, en especial en el conurbano bonaerense. Otra reflexión versaba sobre el alejamiento de gentes de clase media. Muchos de ellos, abarcando a bastantes jóvenes, se habían inclinado hacia Solanas en la Capital. Se vaticinaban sangrías dentro del peronismo.
Las determinantes decisiones posteriores del Gobierno mejoraron su aceptación entre los más necesitados, los jóvenes y la clase media. La irrupción juvenil a la política explica la emergencia de La Cámpora, que ahora enfrenta el reto de poder encuadrar y conducir a contemporáneos apenas ayer desencantados de la política. De cómo lo hagan dependerán comparaciones más certeras con otras experiencias del pasado.
Habrá que ver cómo se relee este ejemplar de Página/12 dentro de dos años o de cuatro. O a fines de octubre, cuando se conozca el veredicto popular, sustento del sistema democrático, muy superior a encuestas, análisis y profecías.
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