Sáb 09.02.2002

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

El cuidador de monos

› Por Luis Bruschtein

Hay una fábula china que cuenta Xuang-Chu sobre un cuidador de monos que un día les avisa a los animales que les dará de comer: “Les daré tres plátanos por la mañana y cuatro por la noche”. Los monos protestaron muy enojados, porque les parecía poco, chillaron y mostraron los dientes mientras se rascaban la cabeza. “Muy bien –dijo el cuidador para tratar de calmarlos–, entonces les daré cuatro plátanos a la mañana y tres a la noche.” Y los monos empezaron a saltar de felicidad. Las promesas de cambio a veces pueden ser tan engañosas como las del cuidador de monos y la gente está tan susceptible porque en realidad se siente tratada como la mona (del cuento).
La angustia por la reacción del dólar este lunes y el salto de los precios de estos últimos días ayudan para que la gente siga sintiéndose así y es poco lo que desde el otro lado aportan el anuncio de una reforma política y el visto bueno parlamentario para iniciar juicio político a los miembros de la Corte Suprema. El problema es que la política dejó de discurrir por un solo andarivel y se plantea en muchos campos de juego a la vez que, en un intento sobrehumano, el Gobierno, la Iglesia y el observador de Naciones Unidas se esfuerzan por incluirla en la mesa del Diálogo Argentino.
Se hace política en el plano económico entre las poderosas presiones de las distintas corporaciones que aspiran a su tajada; los grupos empresarios, las empresas de servicios privatizadas, los bancos nacionales, los bancos extranjeros y la necesidad vital de este plan económico de la ayuda del Fondo Monetario, que a su vez, la condiciona. Son presiones poderosas y el Gobierno, aunque ha decidido su alianza con los grandes grupos empresarios de la UIA, necesita del FMI y tampoco quiere enfrentarse con las privatizadas y los bancos. De ese esquema surgen decisiones como la pesificación total o el proyecto de presupuesto donde de salida el fardo más pesado se descarga sobre los de abajo y los grandes beneficios en los de arriba, aun en esa nueva y potencial alianza.
Se hace política en el plano de los políticos, quizás los que están peor posicionados porque no alcanzan a modificar los lineamientos que surgen de la política económica y porque, por ahora, a la gente le interesa poco lo que hagan o dejen de hacer. La reforma política que anunció Duhalde responde a un reclamo de la gente, pero la gente lo ve como una maniobra, igual que el juicio político a la Corte. El trabajador, el desocupado, el ciudadano en general quieren una reforma política y quieren que se vayan los miembros de la Corte, pero ven en los políticos al cuidador de monos que quiere tratarlos como a la monada. Como la eficacia de la política real en este plano depende de la relación con la gente, es difícil que de ese divorcio surjan decisiones más o menos coherentes. En principio es difícil que el juicio político logre algo si no tiene detrás y no enfrente, la fuerza que manifiesta la gente en los cacerolazos contra la Corte. Y la reforma política, si bien disminuye los gastos y termina con esa imagen grosera del político profesional que prospera a medida que sus representados se empobrecen, en principio disminuye la posibilidad de los partidos más chicos de alcanzar representación parlamentaria, lo que no es bueno para el funcionamiento democrático.
Y también se hace política en el plano de la gente en una forma inédita y realmente creativa, en las comisiones de piqueteros, que llevan más tiempo gestándose, y en las flamantes asambleas de vecinos que comenzaron en la Capital Federal y se han extendido al conurbano bonaerense y al resto del país. No discuten solamente los problemas del corralito, sino también los del hambre y la pobreza. En la asamblea de vecinos de San Telmo, por ejemplo, se decidió desarrollar una huerta orgánica bajo el amplio tinglado de una fábrica abandonada y los que reciban los productospodrán canjearlos luego en el club del trueque. Todas las asambleas organizan formas de apoyo para vecinos en peligro de desalojo o por litigios por pago de servicios y se preparan para fiscalizar el funcionamiento de los precios. Hay un día para cacerolear contra los bancos, otro día para hacerlo contra la Corte Suprema y cada tanto surge una convocatoria general y hasta mundial a través de Internet.
Las asambleas vecinales siguen un camino parecido, con sus propias características, al desarrollo de las comisiones de piqueteros que se dieron formas de organización y gestión comunal.
Parecía que no durarían más allá de la efervescencia de la protesta y, sin embargo, cada vez tienen más vitalidad. Las experiencias son desiguales; algunos intentos fracasaron, pero en otros se siguen sumando vecinos. Se discute todo, desde el no pago de la deuda externa, hasta la nacionalización de la banca y las AFJP, pero las propuestas que finalmente encarnan con más fuerza son aquellas que, aparte de la consigna, implican una actitud concreta por parte de cada uno. Por ejemplo el no pago de la deuda o la nacionalización de la banca tienen un claro significado político, pero para el vecino significa presionar para que otro tome esas medidas. Y en este momento la sensación que predomina entre quienes participan en estas reuniones públicas es de rechazo a pedirle a cualquiera que haga las cosas por ellos. La asamblea de Liniers propuso, en cambio, que quienes tuvieran depósitos en bancos extranjeros o privados los transfieran a bancos del Estado o cooperativos, una actitud que pasa de la consigna a la acción concreta.
La permanencia de las asambleas tendría su explicación en que no surgen de la noche a la mañana, sino que recogen y aglutinan experiencias previas. Para los mismos vecinos es casi una sorpresa ver que en las reuniones aparecen delegados de la murga del barrio, otro del club del trueque de la zona, otra de un comedor popular que mantiene algún comerciante del barrio, grupos de inquilinos, de comerciantes que vienen reuniéndose desde antes, centros culturales, grupos de teatro barrial o de una salita de salud que se desarrolló como ONG. Asisten muchos vecinos sueltos y también algunos estudiantes de facultades cercanas, pero no deja de ser sorprendente la cantidad de grupos que venían desarrollando una actividad comunitaria desde mucho antes en forma silenciosa, aislada y a contrapelo de una cultura dominante que despreciaba estas actitudes.
Prácticamente no se conocen entre sí, recién lo están comenzando a hacer ahora, pasan por la etapa de recriminarse la soledad anterior y de la formación de grupos más afines, y los recelos de que tal o cual es submarino de algún partido político o que quieran sacar algún provecho personal se van superando a fuerza de paciencia y por las ganas o la necesidad de participar que tiene la mayoría, lo que les permite sobrellevar con verdadero estoicismo las largas deliberaciones en la calle o en las plazas. Es difícil que por ahora elijan una representación orgánica porque no tenerla constituye su diferenciación jacobina con la política tradicional, por lo menos hasta que se asienten estos nuevos códigos en una práctica diferente.
Por otro lado comienza a perfilarse una oposición cada vez más dura entre los políticos afines al sector financiero, como Ricardo López Murphy o Carlos Menem, que tratarán de operar sobre los momentos de crisis que debe atravesar cualquier proyecto de despegue. Las críticas a la devaluación pasaron del análisis tibio al pronóstico de caos y tragedias y al ataque directo contra el Gobierno.
Y los tiempos en cada uno de estos planos de la acción política son muy diferentes. El plan económico necesita activarse ya y se define a presiones y sablazos sin que los otros dos planos alcancen a intervenir. En la política se mezclan los que advierten los cambios que se están produciendo por abajo y están dispuestos a asumirlos e impulsarlos, conotros que veladamente tratan de mantener los antiguos vicios. Y los vecinos y los desempleados no parecen muy dispuestos a delegar la defensa de sus intereses en ningún partido que, si bien participan en estos movimientos, no pueden hacerlo como tales ni en nombre de nadie.
El Gobierno se maneja como puede en todos los niveles y la fuerza que logre depende de que pueda acompasar de alguna manera esos tiempos. Necesita hacerse fuerte en la gente para aguantar las definiciones económicas, pero toma decisiones fruto de la urgencia y de las presiones que lo alejan de la gente. Y, en realidad, a los sectores populares les convendría tener una representación política clara para intervenir en esa puja con más fuerza. Pero si se apuran a conformarla, lo más seguro es que pronto adquiera las viejas prácticas.

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