EL PAíS
› LA EXPERIENCIA PIQUETERA VISTA DESDE LOS SECTORES MAS JOVENES
“Nos decían que éramos cinco pendejos”
Es un universo que nunca conoció el empleo, pero trabaja –y mucho– en actividades sociales y de autogestión. Al principio, en muchos casos los subestimaban, pero terminaron militando con los “viejos” que tenían largas experiencias sindicales.
› Por Laura Vales
Santa Sofía es la última parada del tren en Florencio Varela, una estación que no se parece en nada a las del conurbano sino que es más bien como las de pueblo, con un techo de zinc, un banco contra la pared y no mucho más. A la salida de la boletería no hay decenas de puestos encimados sino un par de verdulerías modestas con ofertas de papas. Las calles que se abren a partir de las vías son de tierra, difíciles, llenas de pozos. Quien viva acá, en recompensa por las dificultades del viaje, encontrará espacio, barrios en los que desde cualquier vereda se ve el cielo. Al costado de la estación hay casas bajas, manzanas que antiguamente fueron quintas de fin de semana y que todavía conservan un poco de ese aire, aunque por el avance de la crisis las viviendas más recientes ya no son de ladrillo sino de recortes de madera. Cualquiera que llegue a la estación de Santa Sofía se sentirá de inmediato muy lejos de Buenos Aires.
—¿No es cierto que sí? —dice Mariana Gerardi— Acá, muchas compañeras nunca en su vida habían ido a la Capital, recién la conocieron cuando marchamos a la Plaza de Mayo.
Mariana es integrante del MTD Aníbal Verón. Hace cinco años, cuando empezaban a organizarse en esta zona, ella era una de las pocas jóvenes del MTD.
“De nosotros pensaron que éramos cinco pendejos pelotudos. Eramos diez tipos que laburábamos vendiendo pan en la calle y convocábamos a los que venían a comprarlo para hacer asambleas. La gente nos dio un gran gesto de confianza, me acuerdo que en la primera asamblea en la que yo estuve se me cayó el culo porque eran casi todos grandes, había gente con mucha experiencia de trabajo y de lucha, incluso en lo sindical. Uno de los compañeros, por ejemplo Mario Rognoni, había sido gremialista en el puerto; el tipo tenía una experiencia impresionante y él (y los demás) confiaba en los que teníamos 20 años. Yo me preguntaba ¿cómo puede ser que esta gente que la peleó en la vida siga a pendejos como nosotros, o como yo, que solamente había trabajado de moza? Eran cosas que te llenaban de orgullo y que a la vez nos ponían en un lugar difícil, porque lo único que teníamos era la decisión de ir para adelante”.
La idea es hablar, justamente, sobre los piqueteros más jóvenes, la generación de los que se convirtieron en desocupados sin haber conocido el trabajo. Por eso vamos hasta un terreno recién tomado donde Luis Bataglia, pelo cortado al ras, piercing en la ceja, bermudas y zapatillas, apila ladrillos junto a Edgardo Gamarra, “el Chapa”, con el objetivo de levantar un comedor.
El MTD tiene en el distrito 17 comedores, 30 huertas, copas de leche y una decena de roperos comunitarios, sostenidos como contraprestación de los planes de desempleo y en los que trabaja una buena cantidad de jóvenes de entre 14 y 20 años. Son parte del Frente de Juventud, para dar uso a la denominación oficial y un tanto pomposa. Luis y el Chapa participan de los cortes de ruta a fines del 2001, con idas y regresos. “Acá vienen chicos de 14 años por la suya, el menor de los que llegaron solos tiene 12 años”, dice el Chapa.
–¿Por qué se acercan?
Luis: –Por el plan, para trabajar.
Chapa: –Y por el hambre, buscando un recurso al cual aferrarse como es el comedor. También viene alguno que otro que dice... cómo te diría, entre los jóvenes pasa como un fenómeno, dicen “ahí están los piqueteros, vamos”, y en una mano los pibes se acercan. A mí me pasó así.
–¿Ser piquetero está bien visto en el barrio, o con las mujeres?
Luis: –Es un motivo de discusiones. En la escuela el año pasado teníamos instrucción cívica y siempre discutíamos lo mismo, había constantes debates sobre ser piquetero. Algunos me bardeaban: ‘ustedes sonlos que van a pelearse con la policía” o “a ustedes los llevan a la ruta para usarlos’...porque hay mucha gente que no ve nada, que los están explotando, que el sistema los usa y los tira y encima te critican a vos.
Chapa: –En el barrio también, por ahí surgen cuestionamientos, está eso de que ‘en algo andará’.
–Entonces los rechazan.
Luis: –No, no.
–¿Te quieren o te odian desde que sos piquetero?
–A mí mi mamá me quiere mucho más.
Independientes y clasistas
Lo dice como un chiste y para indicar una dirección. “Inicialmente, acá las que cortaban la ruta eran solamente señoras”, recuerda Mariana. “Salían a parar la olla y había problemas con los hombres que las recontra fajaban, porque ellos no creían que cortando la ruta se iba a conseguir trabajo. Después, cuando la práctica demostró que organizarse servía, vinieron algunos maridos y los hijos. Ahora somos 50 y 50, mitad mujeres y mitad jóvenes. Yo no sé cómo nos ven, a mí me parece que los que no participan nos observan con una contradicción interna, porque consumen mucha televisión y la televisión nos tira mierda. Entonces escuchan a Slagel diciendo que somos todos vagos y al mismo tiempo nos ven trabajando en el barrio para que los pibes puedan tener un almuerzo y no saben qué pensar”. El MTD de Florencio Varela nació en 1998 como un desprendimiento del Movimiento Teresa Rodríguez. Políticamente, se definen como independientes de los partidos y del Estado. Son clasistas y toman como modelo de organización interna el centralismo democrático, que obliga a aceptar los acuerdos después del debate previo. Esto quiere decir que cada barrio elige delegados, el cuerpo de delegados (de unos 30 integrantes) designa a su vez una mesa directiva, pero la asamblea general conserva su carácter de máximo organismo decisorio.
En las próximas elecciones van a impugnar el voto. “Yo no voté nunca y tengo 24 años”, dice Luis; “nunca le creí a nadie”.
Los entrevistados admiten que el tema de la campaña es vivido con malestar, porque es un tiempo en el que los punteros redoblan sus prácticas clientelares y se desatan las mayores disputas por el control del territorio. “Lo más frecuente es que reparten planes ofreciendo la posibilidad de no realizar ninguna contraprestación, algo que ahora está pasando no sólo con el PJ sino también con algunos partidos de izquierda”. Con cada militante que se va, se complica el sostenimiento del trabajo barrial, mientras al mismo tiempo la campaña ya ocupa el centro de atención en los medios, fijando una agenda donde lo que no esté vinculado a la pelea electoral queda opacado, menos visible. Así que para ellos, es tiempo de agarrarse y aguantar.
“El 26 nos consolidó”
Luis: –Yo trabajaba en Carrefour, en la Capital. Venía a verla a mi vieja una vez por semana y antes de que se pudriera todo en diciembre del 2001 me quedé sin trabajo. Ella me decía que acá podía conseguir un puesto, pero a mí no me interesaba nada, ni siquiera por el puesto, no veía esa necesidad. Venía nada más que porque tenía un montón de conocidos y decía ‘vamos a joder’, era eso, no era por conciencia. Recién conseguí un plan en septiembre, estuve como nueve meses sin tenerlo y sin participar de manera constante.
–¿Por qué no?
Chapa: –Es que cuando uno no tiene algo para hacer todo te da lo mismo, si te invitan a jugar a la pelota vas y si te invitan a cortar la ruta vas, es todo lo mismo. Yo a veces conseguía changas en un lavadero, trabajé en el Río de la Plata, en una fábrica de papel, cosas minúsculasque no duraban nada. Algunos me decían ‘te están cagando, mirá cómo te usan y te dejan tirado’ y va siendo que es así, que el sistema te explota y después te dejan tirado, te cagan a pedos, te bardean, te deliran y te tiran como un trapo de piso. Igual íbamos y veníamos, así llegamos al 26 de junio, cuando los mataron a Darío (Santillán) y a Maxi (Kosteki). El 26 para los que estábamos en la juventud nos trajo un grado de participación mayor.
Mariana: –El golpe del 26 fue duro. Cuando vimos la forma en que los habían matado, creo que ahí quedó reflejado todo lo que hace el sistema permanentemente, eso es el sistema, el Gobierno, ahí estaba figurado todo contra lo que nosotros peleábamos. La represión generó que internamente la juventud se afirmara como grupo, la calentura sirvió para consolidar. Me acuerdo al otro día llamamos a una asamblea general porque teníamos compañeros heridos, había que armar listados de heridos y saber si faltaba alguien. Convocamos a una asamblea en la cancha y yo pensaba ‘no va a haber nadie, recomponernos de todo eso va ser difícil’. Y de golpe llegué a la cancha y estaba llena de gente. Acá estamos organizados en 12 barrios, desde el kilómetro 26 en el límite con Claypole hasta esta última estación del ferrocarril, y vinieron compañeros de todas partes, fue muy impresionante.
El año pasado, junto a docentes de la Universidad de La Plata, el MTD organizó cursos de formación política para los referentes barriales, pero aún entre los desocupados que más participan se lee poco, “prácticamente nada”, y el grueso de la información sigue llegando a través de la pantalla odiada, pero siempre prendida del televisor.
La formación, dice el Chapa, “avanza naturalmente”, es decir que no tienen espacios específicos para el tema, por separado de las asambleas. Coincide con Luis en que militar “es un orgullo, es como no ser más de lo mismo, hay algo que marca un antes y un después, como el haber logrado una conciencia”
–¿Piensan que ser piqueteros es transitorio?
–No sé, mi viejo trabajó 24 años de obrero en la Rigolleau y ahora está militando. Acá hay muchos desocupados nuevos, que estaban en la Río de Plata. Hace un tiempo se esperaba una reactivación porque los mismos laburantes empezaron a ver cómo reabrirla; enseguida los trataron de negros, de faloperos, de chorros, pusieron custodia policial en la empresa para que no la tomaran. Son cosas que te duelen, porque yo tengo un montón de vecinos que estaban queriendo organizarse y hoy en día están mangueando en la ruta, con un tachito pidiendo monedas a los automovilistas. Se ponen la camisa de la empresa para pedir.
Durante la tarde, en la conversación, va y viene la idea de los momentos en que todo pareció perdido y no lo estaba: el día después de la represión en Avellaneda, un corte de rutas muy masivo, de 12 días, en el 2000 que tuvieron que levantar sin ningún resultado, pero que inesperadamente los hizo crecer. Los recuerdos que aparecen siempre tienen que ver con los tiempos en los que parece que no pasa nada, o con el papel de los que se ven poco, como las primeras mujeres.
–¿Cómo fue aquella vez que marcharon frente a la Casa Rosada, la vez inicial?
–Tomamos el tren y después, para llegar al centro, viajamos en el subte –dicen ellos–. Había un montón de compañeras que no se animaban a subir a la escalera mecánica. Se tenía que poner uno al comienzo, para darles un empujón, y otro al final para abarajarlas.
–¿Y ahora?
–Ahora decimos ‘caminemos 30 cuadras, pero en subte ni locos’.