EL PAíS
› EL “NEW YORK TIMES” DENUNCIA EL SECRETO ARGENTINO SOBRE LOS NAZIS
Otro papelón a nivel internacional
Página/12 reveló en una serie de notas publicadas desde diciembre la política del silencio del gobierno sobre los archivos nazis. En una importante nota publicada ayer, el principal diario de EE.UU. denuncia el encubrimiento de los documentos.
› Por Sergio Kiernan
La política de silencio que el Ejecutivo argentino mantiene ante los reclamos para que realmente abra sus archivos nazis a los historiadores está empezando a causarle otro papelón al país. En su edición de ayer domingo, y nada menos que en la página 3 –toda la página 3, de hecho– el prestigioso diario The New York Times reporta que los ministerios de Interior y Exterior argentinos, además de la SIDE, dan excusas pueriles o ni siquiera contestan los pedidos de liberar los documentos o admitir que fueron destruidos. Página/12 fue el único medio argentino que desde diciembre reveló esta política de Estado en una serie de notas.
Los reclamos están basados en la investigación del periodista Uki Goñi, que en su libro La verdadera Odessa probó que Juan Domingo Perón creó desde su mismo despacho de la Casa Rosada una red internacional de agentes para traer centenares de criminales de guerra al país. Usando las embajadas argentinas en seis países europeos y creando oficinas “de inmigración” como bases, los agentes dieron nuevas identidades, documentos, dinero y pasaje a alemanes, franceses, belgas, holandeses y croatas. Así llegaron a Argentina “técnicos” como Erich Priebke, Joseph Mengele o Ante Pavelic. La red duró años, costó una fortuna y fue de lejos la más compleja operación internacional de la inteligencia argentina.
Goñi rastreó papeles por toda Europa y en Estados Unidos, encontrando allá lo que aquí no se exhibe o se niega que existe. Su libro fue publicado primero en Londres y luego en EE.UU. por Granta Books. Con la edición en castellano en las librerías a partir de diciembre, el Centro Simon Wiesenthal pidió por carta a la SIDE –heredera legal de la inteligencia de Perón–, al Ministerio del Interior –que daba documentos a los nazis– y a la cancillería, que operaba la red desde sus sedes europeas, que abrieran sus archivos a investigadores independientes. El jefe de espías Miguel Angel Toma contestó que no existían esos papeles en la dependencia que conduce. Interior y Exterior simplemente no contestaron. La Conferencia Episcopal Argentina, a la que se le pidieron los documentos de la participación vaticana y local en la red, esquivó el tema diciendo que en 1946 “no existía”.
El New York Times, con la firma de su corresponsal Larry Rohter, resume esta información y cita al representante para América Latina del Centro Wiesenthal, Sergio Widder, diciendo que el silencio oficial “es una vergüenza”. Con buen ojo, Rohter destaca apenas empieza su artículo que el problema es que “un gobierno peronista” se niega a exhibir documentos “sobre la colaboración” de Perón con los nazis. Hacia el final, explicando las negativas de los obispos a abrir sus archivos, Goñi explica que “todo esto no podría haber ocurrido sin la Iglesia”.
Lo que la nota no relata pero Página/12 pudo establecer es que los mismos entes oficiales argentinos que niegan o callan antes los pedidos locales tampoco contestaron las muchas llamadas del New York Times. Todo esto es coherente y no debe sorprender: en 1992, como gesto de relaciones públicas, el entonces presidente Carlos Menem declaró abiertos los archivos nazis argentinos y creó la CEANA, una comisión de notables dedicada a revelar las actividades de criminales de guerra en el país. El esfuerzo resultó en el sentido de blanquear la imagen argentina como refugio de criminales truculentos: la CEANA se transformó en una constelación de estrellas intelectuales y logró el apoyo formal y la participación de entidades comunitarias judías norteamericanas de primer nivel. Fue casi todo lo que la comisión logró, ya que sus resultados investigativos fueron magros y “de bajo perfil”. En el camino, fueron cayendo los investigadores que se tomaron su trabajo en serio, transformándose en molestias, y varios intelectuales que percibieron lo que pasaba y se alejaron. Sin ir más lejos, esta comisión con apoyo oficial del más alto nivel no logró ni por asomo lo que Goñi, un periodista independiente, publicó en su libro. Carlos Ruckauf, Miguel Angel Toma y Jorge Matzkin piensan que ser avestruces ayuda a la imagen del país. Lo único que logran, sin embargo, es embarrarla: la edición norteamericana de La verdadera Odessa no llegaba el sábado a la noche al puesto 2000 en el ranking de ventas de Amazon.com, la vasta librería virtual. Ayer a la mañana ya estaba en el puesto 61 y para la tarde, con el New York Times ya leído, se acercaba al 50. Eso significa miles de norteamericanos enterándose qué tipo de secretos todavía guarda este trío ilustre, y qué tipo de país quieren.