› Por Washington Uranga
Pasaron las elecciones en varias provincias, pasó la elección primaria y, aunque pueda resultar contradictorio a primera vista, el mensaje del electorado parece ser “está todo bien”. La gran mayoría no quiere que el escenario cambie, que se modifiquen los rumbos trazados. Salvo en Catamarca, se impusieron los oficialismos, de diverso signo, y también los oficialismos acumularon la mayor cantidad de votos en las primarias de ayer. La comprobación cabe para la ratificación de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner como la candidata presidencial masivamente más votada a nivel nacional. Pero también para Macri, para Scioli y para Rodríguez Saá en sus distritos. Los votantes prefieren que todo siga igual, en todos los sentidos. Hasta en el equilibrio o la tensión de fuerzas que significa el FpV a nivel nacional y el macrismo en la Capital. De lo contrario sería difícil explicar el alto nivel de votación que obtuvo Cristina Fernández en el distrito capitalino que tan adverso le fue a Daniel Filmus apenas unas semanas atrás. Nadie puede desconocer tampoco que el bienestar económico del que goza el país genera un ambiente positivo que refuerza a quienes están en la gestión.
Sería un error leer estos resultados como definitivos. Pero es miopía intentar desconocer el valor del pronunciamiento electoral de ayer. Por más que algunos insistan en que “no se eligió nada”, es indudable que los ciudadanos –también por el alto nivel de participación– dieron un respaldo contundente a un modelo político que privilegió lo social, buscando proteger el empleo, con mayor protagonismo del Estado en la construcción de lo público y, en general, mejorando la calidad de vida de los sectores más pobres de la sociedad. La gente dio un mensaje en ese sentido y el Gobierno recuperó la confianza de quienes le habían retirado su apoyo en el 2007.
Tampoco debería leerse que ese es un respaldo acrítico y no sería inteligente por parte del oficialismo leerlo de esa manera. La Presidenta pidió ayer en público –y también en privado a sus principales voceros– mantener un tono mesurado, prudente y seguir trabajando para el 23 de octubre. Esto a pesar de la contundente ventaja obtenida.
Desde diferentes lugares, la oposición intentó poner el acento en los puntos más criticados de la gestión oficial: la inflación, la corrupción, la inseguridad. Pero casi no hubo críticas al modelo económico de amplia base social, apuntando a fortalecer el consumo interno fundamentalmente a través del salario, pero también mediante mecanismos tan cuestionados como los subsidios. Y mientras el Gobierno puede mostrar, aun con errores, los éxitos del modelo que impulsa y de la gestión que lleva adelante, la oposición sigue careciendo de ideas y propuestas que la diferencien. Tampoco en los temas que han sido “caballitos de batalla” como la inflación o la inseguridad. Quedó demostrado, más allá de que se trata de una interna y no de una elección definitiva, que no basta con el “anti” para consolidar fuerzas políticas, para convencer a la ciudadanía, para tercer un rumbo político. De hecho, el gobernador santafesino Hermes Binner, el que menos se sumó a la posición “anti”, fue quien más rápidamente creció y probablemente a quien mejor futuro político se le puede augurar en el mediano plazo.
Una palabra sobre los medios de comunicación y su influencia. Las corporaciones mediáticas casi impúdicamente han venido jugando el papel de principal frente de oposición al gobierno de Cristina Fernández. Si algo ha quedado claro es que los medios de comunicación y sus analistas no deciden el voto de los ciudadanos. Es un dato sumamente alentador para la democracia.
Mientras se pelea por el segundo puesto, la oposición insiste en que “esto recién empieza”. Formalmente tienen razón y quizá políticamente también. No porque los resultados de ayer no puedan leerse como una clara ratificación del rumbo político del país y se constituyan en más que un indicio y anticipo de los resultados de octubre. Sino porque sería sumamente importante en la campaña escuchar propuestas, sobre todo aquellas que sirvan para dar pasos hacia adelante, para mejorar lo hecho, para corregir los errores. El momento político es propicio para redoblar los esfuerzos, para mejorar lo realizado, porque esa parece ser la única manera de garantizar los avances que la Argentina ha logrado en los últimos años a nivel institucional y de calidad de vida. Vale la pena intentarlo, porque siempre hay que pensar más allá y para mejor.
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