EL PAíS
› OPINIÓN
ELECCIONES INMINENTES DE FINAL ABIERTO QUE NO LOGRAN CONMOVER
El dudoso encanto de lo importante
Escenarios posibles y bien diferentes. Las dudas que dejan los sondeos. Menem en el centro de la escena y una polarización que alegra al Gobierno. Temores ante un escrutinio con resultado parejo. Varias ofensivas sectoriales contra la ciudadela vietnamita de un pato rengo. Bonos compulsivos en debate. El lobby financiero a cara descubierta. Y un politólogo cuitado que llega a un final feliz.
› Por Mario Wainfeld
Si las encuestas no yerran demasiado –ni las encuestas generan confianza en este tierra de incrédulos– bien puede que, cuando termine el barroco calendario electoral, Néstor Kirchner o Elisa Carrió presidan la Argentina, Felipe Solá comande la provincia de Buenos Aires y Aníbal Ibarra sea jefe de Gobierno de la Capital.
Pero, estando a los mismos sondeos, bien puede suceder que esos sitiales sean ocupados, respectivamente, por Carlos Menem, Aldo Rico y Mauricio Macri.
Puede haber quien juzgue que la diferencia entre ambos escenarios es irrisoria, producto de una mirada gatopardista. Pero, a los ojos de este cronista, son dos escenarios sensiblemente diferentes, tanto que el primero mejora la oferta electoral de 1999. Y el otro es sin duda un retroceso fenomenal, la coronación por vía democrática de las peores tendencias de la sociedad de los últimos veinte años.
Los dos escenarios no son los únicos que pueden acontecer, pero –lo dicen los números– son factibles, acaso igualmente factibles. Lo que da cuenta de lo mucho que hay en juego y de la importancia y suspenso que nimban a unos comicios inminentes, de final abiertísimo.
Estas elecciones serán las primeras ulteriores al colapso del sistema político y de la convertibilidad. Al “que se vayan todos” y la devaluación sin anestesia. Las primeras con asambleas funcionando y candidatos piqueteros.
El o la Presidente que emerja, los gobernadores e intendentes –si son viables y cumplen el término de sus mandatos, lo que está por verse– serán los primeros que gestionarán en un mundo connotado por la crisis total de los entes internacionales que formaron parte de la realidad política tras la segunda Guerra Mundial. Quizá no lo vemos del todo o no lo sistematizamos, pero las Naciones Unidas y el Fondo Monetario Internacional (por mencionar dos ejemplos ostensibles) agonizan por motivos, en lo inmediato, distintos. Pero, si se los analiza más en detalle, quizá se advierta que agonizan porque el mundo cambió y son –con sus criterios y sus reglas de más de medio siglo– arcaicos y disfuncionales. Como fuera, los mandatarios argentinos que sean validados en las urnas tendrán desafíos fenomenales. En parte fenomenales a fuer de novedosos, porque estarán –en la medida de lo que eso es posible– en un nuevo país y en un nuevo mundo.
Y, sin embargo, qué difícil es interesarse en el barroco calendario electoral que comienza dentro de seis semanas clavadas.
Periodista penando
El politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina cafetea con su mejor amigo nativo, el periodista de avanzada. Y no encuentra cómo consolarlo. “Es imposible hacer que la gente se interese en los temas políticos, es más, ni siquiera es posible terminar de informarlos”, se atribula el reportero, manoteando su enésima copa de ginebra. “El otro día usé a mi prima la colorada como conejillo de Indias y le pregunté si sabía, aunque más no fuera, cuándo serían las principales elecciones por venir, las fechas aproximadas y los candidatos más relevantes. Si hubiera sido un examen, sacaba un bochazo. Y eso que mi prima es progresista y afecta a leer de ojito diarios y revistas”, redondea. “Las elecciones en Suecia son así –refiere el cientista–, nadie se apasiona, la vida cotidiana no se altera, hasta pueden ocurrir en días de semana.” “Pero esto es el Tercer Mundo, viejo, acá cada elección es como el recomienzo de la historia, la gente se putea en los cafés, las familias agrian sus sobremesas, los amigos se pelean. O por lo menos, eso hacían”, se aflige el cronista que añora de ese pasado (que al escandinavo no le parece muy recomendable) la pasión y el interés hoy ausentes.
El menemcentrismo
Menemcéntrica viene siendo la campaña. Carlos Menem ha conseguido –oportunamente se sabrá si para su bien o para su mal– estar en el centro de los debates y de la escena. En parte es por su peso específico, en parte porque al menos dos candidatos de los más potentes (Carrió y Kirchner) están convencidos de que competirán con él en la segunda y se esmeran en polarizar el debate electoral contra el ex presidente.
Un reciente trabajo presentado por la Fundación Konrad Adenauer y Poder Ciudadano ha medido centimetraje y segundos de presencia mediática de los candidatos. Menem es –casi unánimemente en radios TV y diarios– el candidato más mentado. Si se ponderaran la abrumadora y muy presentable publicidad callejera, la que aparece en todas las canchas de fútbol y basket del país, en todos los autódromos, la distancia se haría aún más sideral.
En la Casa Rosada, la perspectiva de la polarización con Menem alienta el optimismo. Las encuestas que el oficialismo, proactivo y generador de empleo, encarga por arrobas, coinciden en caracterizar al riojano como el perdedor en cualquier hipótesis de doble vuelta. Las carpetas que llegaron en esta semana a los despachos más empinados confirman el futuro, por ellos, más anhelado: Kirchner y Menem despegan del resto y el resto, confían los duhaldistas, será pura inercia. La preocupación, dicen en Balcarce 50, deriva del resultado a su eventual aceptación. La perspectiva de un escrutinio cerrado, de mínimas diferencias en los tres primeros puestos, que detone un clima de denuncias y de sospechas, hace fruncir algunos entrecejos. “El menemismo –menciona un inquilino de la Rosada– está a full adoctrinando fiscales. Nos cuentan que los adiestran para llenar de impugnaciones las mesas en que pierdan.” Verdad o leyenda, lo cierto es que cualquier resultado ajustado y objetado puede dañar la verosimilitud del comicio y hasta impedir que se realice la segunda vuelta. Al fin y al cabo, las dos últimas elecciones importantes –la interna radical y la de Catamarca– terminaron con escándalo. El oficialismo asegura que se preparará para resolver esa hipótesis. Habrá qué ver si lo hace con eficiencia (algo que el Estado nacional no logra con facilidad) y con credibilidad (algo a lo que los oficialismos hace mucho rato no acceden).
El consultor abatido
Medio podrido de la alcohólica depresión del periodista independiente, el politólogo sueco corre a la busca de otro de sus cofrades, el consultor afamado. Pero ¡ay! el hombre también irradia mala onda. “Nos contratan, nos piden mediciones, se reúnen con nosotros, nos apestillan a preguntas. Todos, los medios y los políticos. Y después dicen a los cuatro vientos que dibujamos los resultados, que jugamos con los porcentajes de error, que no somos confiables”, se indigna el especialista. “Es que, la verdad, los números no cierran. ¿Cómo es posible que el peronismo, partido en tres, vaya sumando más votos que los que tuvo Menem en su mejor momento? ¿Están seguros de que va a haber tan poco voto bronca, apenas la media histórica? Yo hablo en la calle y todos me dicen que no van a votar a nadie. ¿Es creíble que ya un 70 por ciento largo del padrón haya definido su voto siendo que nadie tiene agendada la elección?”, indaga, quizás agresivo, el politólogo que –aclimatado en las pampas– se ha vuelto más impresionista y menos apegado a la fría ciencia de los números. “La verdad que los datos de ustedes están muy distantes de la sensación térmica de las calles”, aventura, jauretcheano, el escandinavo. La respuesta del consultor es impublicable.
Cuenta regresiva en Dien Bien Phu
- “El campo” hace “paros” (valgan ambas comillas porque “el campo” no es el campo ni su “paro” es un paro) contra las retenciones que no le impiden ser uno de los sectores mejor posicionados del presente y del futuro argentinos.
- Los bancos escalan procurando un bono para compensar a los ahorristas acorralados.
- Los trabajadores ferroviarios reclaman un suculento aumento salarial, mediante una huelga durísima cuyos efectos el sector empresario no quiere o no puede paliar.
- Los docentes amenazan con la Carpa Blanca.
Un integrante del ala política del Gobierno computa esa seguidilla de presiones sin traducirlas como una conjura sino como un conjunto de ofensivas simultáneas contra una administración que termina su mandato. Todos buscan sacar ventaja de la debilidad, las necesidades, la permeabilidad de una gestión que se va. Todos tratan de mejorar su posición relativa apurando al “pato rengo” seguramente pispeando que con una futura administración será más duro. La lectura del funcionario no es conspirativa, o al menos no lo es en todos los casos. Una de las excepciones es la huelga ferroviaria que le huele mal: “la dejadez de las empresas es sintomática, no sé si no está arreglada con ‘los muchachos’. Al fin y al cabo, el aumento no será soportado por la patronal. Será transferido al subsidio que perciben las concesionarias que no es fijo sino variable en función de sus gastos operativos. O sea que el incremento salarial, obvio gasto operativo, lo pagaremos todos”, describe el hombre, que conoce el terreno.
En buena medida, de eso se trata. Distintos grupos de interés de variopinta legitimidad y necesidades sitian a un gobierno que juega contra reloj. Seis semanas faltan para las elecciones, cuatro más para la entrega del poder. El Ejecutivo rebosa hombres y mujeres que dicen sentirse como los franceses en Dien Bien Phu pero, puestos a obrar, resultan más proclives a negociar y conceder. Eventualmente, se trata de concesiones improbables, muy sujetas a ser refutadas por los hechos como lo es la nueva financiación del Fondo de Incentivo Docente –aprobada por los parlamentarios oficialistas con velocidad estimable– que se remite a una recaudación futura, virtual y bien improbable. El tema es ceder lo menos posible para evitar acopiar nuevos antagonistas y nuevos conflictos en los últimos días.
Entre los muchos sitiadores de Dien Bien Phu, los más potentes y cargosos son los bancos. El lobby del sector financiero en pos de conseguir “bono compulsivo ya” es brutal y descarado. Los financistas no se privaron ni de reunirse pública y ruidosamente con Julio Nazareno. “Están muy nerviosos –describe un integrante del Gobierno que conoce bien al sector–, el nerviosismo los lleva a subir demasiado las tasas de interés y a exhibirse en exceso, cosa no muy aconsejable cuando uno es el malo de la película.” Lo notable es que el nerviosismo, hasta hoy, no contagió a los ahorristas ni al mercado cambiario. Hasta hoy.
El bono para compensar a los ahorristas acorralados suscita alguna diferencia de enfoque entre Alfonso Prat Gay y Roberto Lavagna. Diferencias que, según los propios protagonistas, no se traduce en una pelea como los combates a finish que supo tener Lavagna con los anteriores presidentes del Banco Central. Es que, como explica Prat Gay a sus íntimos, el enfoque distinto deriva de que ambos tienen distintos horizontes temporales de gestión. Al ministro de Economía le quedan diez semanas, a Prat Gay dos años. Por ende, Lavagna puede alegar que no es seguro que el fallo de la Corte dolarizando los depósitos de la provincia de San Luis se amplíe a otros ahorristas, lo que debe traducirse como quees posible que eso no ocurra (o que no cause especiales deflagraciones) durante su ministerio. En el caso del presidente del Central, es inevitable que el fallo saldrá y que el Estado pagará. Ante esa situación el Central no vería con malos ojos emitir un bono compulsivo para entregar a los ahorristas, más pronto que tarde. Lo que causaría dos efectos: a) calmaría a los bancos dejándoles asimismo sus reservas tal como están y b) descargaría parte del costo en los ahorristas, ya que los bonos cotizan a algo así como la mitad de su valor nominal. Lavagna prefiere no mover el bote y algunos datos inmediatos le dan plafond: el más importante es que no se produjo el aluvión de amparos que auguraban ciertos analistas de la City y las propias entidades financieras. En el ínterin la relación entre Lavagna y Prat Gay es buena, infinitamente superior a la que tuvo con Blejer y Pignanelli y los dos funcionarios se esmeran por que así siga.
“Roberto es un poco cabeza dura –explica un integrante del ala política del ejecutivo de los que propugna que se emitan los bonos ya–; la redolarización hace un año hubiera costado 40 mil millones, hace tres meses, 14.000 ahora cuesta 11.000. Si él acepta adecuar su política no quedará como un ministro débil sino como un tiempista. ¿Qué más quiere?”, se interroga. Lavagna quiere que el tema lo dirima el próximo gobierno. Esta historia continuará.
Códigos locales
El politólogo sueco disca el celular de su amigo, el senatrucho justicialista. El senatrucho gusta apodarse así, pues le place el cinismo, pero es un senador con todas las letras. ¿Qué harán con Barrionuevo? se interesa el sueco. “Bayionuevo rompió todos los códigos, amenazó, se fue de boca, ya lo protegimos bastante. Ahora quedó librado a su suerte”, responde el legislador mientras baja el pulgar, para ilustrar su reflexión. Pero el sueco se queda con la sensación de que el hombre lo está operando, de que no está tan enojado con el senador funebrero. Piensa, como ha pensado en tantas ocasiones, que los códigos entre los argentinos son demasiado sutiles para él. Se bajonea un poco.
Una comisión enigmática
No sólo el sueco tendrá dificultades para profetizar qué pasará con Barrionuevo, los zigzags de sus compañeros desconciertan al más pintado. Los peronistas primero monopolizaron la Comisión de Asuntos Constitucionales, quedándose con 11 de los 15 miembros, en lo que sonaba como una garantía de impunidad. Pero en veinticuatro horas aflojaron y la dejaron compuesta como para complicar al gastronómico. Hay garantizados siete votos en su contra, los cuatro radicales, los dos provinciales y el de Cristina Fernández de Kirchner. Hay uno casi seguro que es el del peronista chubutense Marcelo Guinle. Y una vez construida la mayoría, es casi seguro que la senadora por San Luis y los dos menemistas que componen la comisión no habrán de pagar el costo de defender –en vano, por añadidura– a Barrionuevo. Desde luego, en el recinto las cosas pintan más duras, pero en el Gobierno aseguran que Eduardo Duhalde le soltó la mano al díscolo Luisito y que Cristina Kirchner tiene previsto pedir votación nominal ante las cámaras de TV y “hay que ver quién se anima ahí a bancar a un impresentable”.
Habrá que verlo pero también es real que otro kirchnerista, Jorge Yoma, está haciendo lo posible (en su caso es mucho) para que el tema no llegue al recinto el 26. ¿No entiende, lector, no sabe qué va a pasar, qué línea oficialista es la real? Al politólogo sueco le pasa igual y eso que es un estudioso de este país.
Final estimulante,
pero privatista
El politólogo sueco llama a la colorada, la prima del periodista de avanzada y la invita a salir. Ya está llegando a su casa y la mujer sale, espléndida, con su cabello empapado y una mirada que sugiere que esta noche será memorable. El politólogo resuelve poner entre paréntesis sus cuitas por un rato aunque, profesional al fin, no se priva de pensar el comienzo del informe que escribirá mañana a su padrino de tesis: “En este país, profesor, la sociedad es mucho más interesante y productiva que la política”.