EL PAíS
› OPINION
Silencio en la tarde
› Por Raúl Kollmann
El inminente ataque de Estados Unidos a Irak fue un tema tabú en el acto por el aniversario del atentado contra la Embajada de Israel. La palabra “paz” sólo fue mencionada en una oportunidad y fue una breve –y acertada- referencia del escritor Rodolfo Rabanal. Nadie siquiera insinuó una condena a la lluvia de bombas que prepara la Casa Blanca.
Semejante mutismo de las autoridades que accedieron al micrófono en vísperas de una guerra, en momentos en que no se habla de otra cosa en el mundo entero, echa un manto de sospechas sobre el significado que para los dirigentes tuvo la concentración de ayer y sobre el significado que tuvo para los asistentes.
En el pueblo argentino y en la comunidad judía hay un nítido rechazo a la embestida unilateral de Washington, que pasa por encima de la legalidad internacional y las mayorías del planeta. A la luz del silencio de ayer, entre los dirigentes la intención fue acusar a Irán –todavía sin exhibir las pruebas– y dejar el camino despejado para que después de Irak, el Gran Gendarme la emprenda contra Irán. Sólo así se entiende que a la SIDE, Israel y en menor medida al juez Juan José Galeano les haya agarrado, justito ahora, un ataque de “dar por definitivamente esclarecido el atentado”. Durante diez años y diez meses casi no aportaron prueba alguna: ahora, cuando se prepara la ofensiva de Washington, se afirma que ya están todas las pruebas.
En esos diez años y diez meses los únicos que pelearon realmente por saber la verdad fueron los familiares de las víctimas, tanto de la Embajada como de la AMIA. Fue una pelea solitaria, titánica, que incluso tuvo como obstáculo los arreglos entre los dirigentes y los gobiernos argentinos y, por supuesto, el obstáculo del viejo oficio de la SIDE de falsificar pruebas. Como recordó ayer Carlos Susevich, padre de una de las víctimas, hasta Bill Clinton prometió apoyo para la investigación, pero después casi no hubo más noticias. Se ve que los estados no querían entorpecer las relaciones carnales y, en verdad, el terrorismo no les interesó hasta el 11 de septiembre.
Ahora, de golpe, dicen que todo está claro y que las evidencias son contundentes, pero resulta difícil creerles a gobiernos y servicios de inteligencia que fueron el centro de una investigación que, por ejemplo, está naufragando en un juicio oral en el que cada día se descubre una nueva irregularidad de los investigadores.
El silencio de ayer respecto del inminente ataque de Washington puede constituir, de hecho, un aval a la matanza que se viene. Fuera de toda legalidad van a producir cientos de Embajadas y Amias. Ayer no quisieron hablar de lo que dijo Rabanal, quien perdió un familiar en el atentado: “Paz y justicia es lo que hubieran querido nuestros familiares que murieron aquí”.