EL PAíS › OPINIóN
› Por Héctor Timerman *
La Cancillería sigue profundizando los lineamientos que lleva el Gobierno desde 2003. Vivimos la era de la integración latinoamericana, ello representa el eje de nuestra política exterior y nos encuentra entre uno de sus artífices fundamentales. Retomamos el llamado forjista en el sentido de “que el proceso histórico argentino en particular y el americano en general revelan la existencia de una lucha permanente del pueblo en procura de su soberanía para la realización de los fines emancipadores de la Revolución Americana”.
No existe la diplomacia apolítica; la actividad o la falta de ella en el terreno de las relaciones exteriores traen siempre aparejadas consecuencias. El proceso integrador se recuesta en sólidos postulados políticos y, como diría el recordado canciller de Héctor Cámpora, Juan Carlos Puig, “todo proyecto autonomista requiere movilizar recursos de poder”.
De esta forma, la utopía integradora de nuestro pasado se traduce en acciones tales como la desmilitarización de nuestras fronteras, la creación de la Fuerza de Paz Combinada “Cruz del Sur” con Chile, el emotivo homenaje binacional en el Vaticano a la mediación sobre el Beagle del papa Juan Pablo II, la conmemoración de los veinte años de la creación de la Agencia Brasileña Argentina de Contabilidad y Control de Materiales Nucleares y las declaraciones presidenciales conjuntas con Uruguay, Colombia, Brasil y México.
Pero quiero detenerme en un hecho puntual. El intento de golpe de Estado de Ecuador encontró en los líderes de la región una respuesta tan rápida como contundente en la defensa de la democracia. Esa noche se consolidó el concepto de que la democracia es una responsabilidad regional cuya construcción y consolidación son colectivas.
Con la Unasur se consolidó el decidido apoyo a nuestra causa en Malvinas. Los jefes de Estado de la Unasur por medio de pronunciamientos, buenos oficios ante el secretario general de las Naciones Unidas y, fundamentalmente, en la ejecución de políticas domésticas acercaron las posiciones de las distintas capitales a la nuestra, porque, al final de cuentas, este vestigio de colonialismo ofende a toda nuestra América.
Quienes se sobresaltan por las medidas anunciadas sobre Malvinas deben saber que el ejercicio de la soberanía nacional no se proclama ni se esconde, se ejerce o se abandona.
En Nueva York, la Presidenta se refirió al reconocimiento del Estado de Palestina, anunciado desde el Palacio San Martín con una fórmula luego recogida por otros gobiernos que se apoya en las fronteras de 1967 más el resultado de las necesarias negociaciones entre palestinos e israelíes. Por historia y por ideología somos fruto de la autodeterminación de los pueblos. Extendemos así nuestra contribución tanto a israelíes como a palestinos. Serán sus pueblos, cuando terminen las interferencias extranjeras, quienes encuentren el camino de la paz.
La Presidenta mencionó otro punto significativo por sus enormes implicancias. Me refiero a la actitud de apertura que escogimos ante el anuncio de cooperación de Irán respecto de la causa AMIA, precisamente motivados por nuestro compromiso en la búsqueda de justicia y que en forma alguna configura un retroceso, pues siguen firmes los pedidos de captura emitidos por Interpol en contra de los acusados del horrendo atentado. Argentina no busca el diálogo como un fin, el objetivo es justicia para las víctimas. Argentina no busca una falsa reconciliación, además de justicia, busca memoria y verdad. Y lo hace por caminos legales porque no creemos en la venganza ni tampoco en la utilización de las víctimas como instrumentos políticos.
Con nuestros vecinos rioplatenses fortalecimos el proceso de Integración binacional con una activa agenda de reuniones de ministros, de vicecancilleres, de cancilleres y de presidentes.
China es el primer país emergente en alcanzar una posición de relevancia que garantiza una representación que equilibrará las relaciones de poder. Hemos dedicado muchas horas y esfuerzos a construir una relación política con Beijing cuyos resultados fortalecen nuestra posición global.
Pasando al plano económico, quiero destacar la notable dinámica de trabajo que tuvimos con Francia en el ejercicio de su presidencia del G-20, ello a partir del liderazgo argentino en la necesaria consideración de la variable laboral en las discusiones del grupo y de nuestra activa participación en la denuncia de los paraísos fiscales y la especulación financiera.
En el G-20 la Argentina actuó en todo momento con vocación constructiva, pero no dejó de plantear posiciones dictadas por nuestro interés nacional. De no haber sido por nuestras delegaciones, varias de las acciones, como el reconocimiento del trabajo decente como herramienta para salir de la crisis estarían ausentes de las recomendaciones del G-20.
Es tarea de nuestra diplomacia mostrar al mundo la recuperación de la dignidad nacional, del sentido de futuro que la sociedad ha sabido reconstruir desde el 2003. El regreso de los jóvenes a la política, entendida como instrumento de construcción social es el mejor ejemplo del cambio mencionado. Los jóvenes del ISEN, así como los recién graduados son parte de esa generación que se prepara para asumir el liderazgo de un país recuperado.
En esta línea, las acciones de promoción comercial y desarrollo de mercados externos contribuyeron al actual modelo que se traduce en un crecimiento de las exportaciones en el primer semestre del año en más del 25 por ciento respecto del mismo período de 2010. Llevar el trabajo argentino al mundo es el mejor aporte de la Cancillería a un proyecto económico sustentado en la generación de empleo, distribución del ingreso e inclusión social.
La política exterior afecta la vida de todos los argentinos. Su debate debe salir de los cenáculos para trasladarse al seno de las organizaciones civiles, las fábricas y los barrios. A las discusiones diarias de los argentinos. Será una gran contribución a una diplomacia verdaderamente nacional. Qué mejor legado que una diplomacia consustanciada con la defensa de los intereses de todos los argentinos.
La batalla contra los fondos buitre es una de nuestras prioridades políticas. Estos maestros de la especulación se mueven a sus anchas en un sistema que ayudaron a diseñar y allí presentan a la Argentina como el país del incumplimiento y la mala fe. Pero en el barrial al que nos llevan, qué mejor que enfrentarlos representando al único país del mundo que consiguió salir de un quebranto sin recibir ayuda financiera externa.
Si hay algo de lo que los diplomáticos argentinos están seguros es de que pueden transmitir que la Argentina no va a violar su normativa interna ni atentar contra sus propios intereses para conformar presiones externas.
Trabajamos para la Cancillería del nuevo siglo, plural y democrática, fiel representante de su pueblo, de su historia y su futuro.
* Extracto del discurso pronunciado ayer por el canciller Héctor Timerman durante la celebración del Día del Diplomático.
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