Vie 14.10.2011

EL PAíS  › LOS ACUSADOS DEL JUICIO DE LA ESMA COMENZARON A PRONUNCIAR SUS “ULTIMAS PALABRAS”

El viejo y gastado libreto

Adolfo Donda dijo que se sentía un “judío perseguido”, que había jefes que no estaban siendo juzgados y que no quería que la condena se diera a conocer antes de las elecciones. Hoy hablará Alfredo Astiz. La sentencia está prevista para el 21 o 28 de octubre.

› Por Alejandra Dandan

El espacio en los Tribunales de Retiro determina a esta altura territorios políticos. Con el correr de los meses, el hall de entrada al subsuelo donde se llevan a cabo las últimas audiencias del juicio por la ESMA se convirtió en el lugar de encuentro de las mujeres de los represores y de los viejos camaradas a los que ayer se sumó Cecilia Pando. Mientras una sobreviviente de los campos de concentración buscaba la forma de atravesar el pasillo lo más rápidamente posible para llegar al subsuelo, aliviada, los camaradas se prepararon a entrar a la parte superior de la sala, el balcón desde donde las mujeres se paran a aplaudir el ingreso de los marinos detenidos. Ellos entraron a la sala esposados, a días de escuchar la sentencia. Y ayer empezaron a pronunciar las últimas palabras. Como si el tiempo no hubiese pasado, las mujeres levantaron las manos, saludaron e hicieron un gesto de aguante con el pulgar para arriba, como en los desfiles militares de antaño.

El juicio por los crímenes de la ESMA entró así en la etapa final. Ayer pronunciaron las últimas palabras cuatro de los dieciocho acusados. Entre otros habló Adolfo Donda quien, como lo había hecho en la última ampliación de su indagatoria, en una suerte de pase de facturas interno, apuntó a las responsabilidades de los marinos de mayor jerarquía: “Me siento perseguido porque tengo que estar en el juicio cuando los jefes de la Armada negociaron con el poder político de entonces y lamentablemente nosotros fuimos elegidos. ¿Alguien me puede dar otra explicación? –preguntó–. Aquí radica la verdadera injusticia”. Pero no fue lo único que declaró. Se dijo “víctima” ante “victimarios”, habló de “tribunales populares” o lógica “stalinista” y en el final puso en escena una estrategia que desde hace tiempo esgrimen los amigos de los represores, aquellos ubicados en el balcón de arriba, para seguir dilatando el final: “Solicito que las sentencias sean conocidas después de la elección –pidió–, aunque sea una hora después, porque no quiero ser parte de esta cargosa campaña”.

De esa manera, el Tribunal Oral Federal Nº 5 dio por comenzada la última etapa formal del juicio por los crímenes de la ESMA. Desde ahora hasta el final, los acusados tendrán la ocasión de hacer uso de uno de los derechos considerados más importantes en estos procesos: las últimas palabras. Se sabe que hoy hablará Alfredo Astiz, y que Antonio Pernías y Jorge “El Tigre” Acosta pidieron hablar en último lugar. Y se sabe desde hace semanas que una de las preocupaciones más importantes del TOF 5 es entender cómo acotar los tiempos. El Tigre Acosta habló tres días seguidos la última vez en la ampliación de su indagatoria, un tiempo que haría saltar por los aires el calendario imaginado por el Tribunal, que espera poder llegar al veredicto el viernes 21 o el 28 octubre.

La fecha está anclada a un atribulado proceso de dos años. Y en un contexto donde los juicios por violaciones a los derechos humanos durante la última dictadura tienen, tuvieron y seguirán teniendo condenas esta semana, la anterior o la próxima. “Los juicios están y se siguen haciendo”, dijo Ana María Careaga ayer, una de las sobrevivientes, querellante de la causa. “No tienen que ver con esta fecha, siguen y ya forman parte de lo que el presidente de la Corte Suprema mencionó como el ‘contrato social’ de los argentinos, no tienen marcha atrás: esta semana hubo condenas en Salta, en Mendoza, empieza el juicio por los crímenes del Hospital Posadas la semana que viene, y estas personas lo que quieren hacer es seguir manejando el cuándo, cuando no es materia opinable sino una atribución del Tribunal.”

Carolina Varsky, abogada del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), estuvo temprano en la audiencia. Al comienzo del día, y a pedido de las defensas, volvió a explicar por qué pidió un cambio en el caso de María Cristina Lennie, de privación ilegal a homicidio. “Con relación a las elecciones –señaló Varsky–, me parece de lo más desubicado el planteo de Donda, porque hay sentencias y juicios todo el tiempo, y la fecha en la que se dicta el veredicto es anecdótica: llevamos dos años de juicio y cuanto antes se termine, mejor, porque necesitamos la sentencia para avanzar con los casos que están en cola, con otros hechos, y estos y otros imputados.”

Además de lo dicho, Donda se situó como víctima. “Yo soy una víctima de hoy y ustedes son mis victimarios”, dijo. “No tengo nada que ver con los nazis, me siento más bien un judío perseguido.” Habló de la fiscalía: “En el debate he declarado a todos y todo, pero me hacen sentir como en el stalinismo: responsable de no aportar y de no explicar hechos que no son de mi conocimiento”. Se quejó del juez español Baltasar Garzón por “la apoyatura a jueces de ultramar” que “engrosan (sic) y contaminan las causas de nuestro país”. Habló de los “ejecutores de la venganza”. Y de la continuidad en el presente de los “montoneros que mandan las acciones emprendidas” como la concreción de las voluntades, “cuya esencia fue y seguirá siendo violenta”. Pese a la polución de frases, las querellas ayer volvieron a mirar o subrayar el primer párrafo. El momento del pase de facturas, un momento que se repite y que fue singular durante el juicio porque lo planteó por primera vez inmediatamente después del testimonio del ex jefe de la Armada, Ramón Arosa, jefe durante el alfonsinismo, quien declaró como testigo en la causa y negó todo lo que pudo negar, aunque hizo toda su carrera durante la dictadura.

Después de Donda declaró el médico Juan Carlos Capdevilla. Dijo que su rol estuvo amparado por el Tratado de Ginebra. Y antes había hablado Julio Coronel. “Estoy convencido, y lo diré mil veces, de que soy inocente”, reclamó papel en mano. “Me permito decir que soy un hombre de fe. Por eso me permito decir al señor presidente del honorable Tribunal que creo profundamente en tres cosas: en la Justicia, creo que en el distinguido tribunal que hoy me tiene que juzgar y en Dios, fuente de toda razón y justicia, porque soy inocente.”

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