Lun 24.10.2011

EL PAíS  › OPINIóN

Un futuro desafiante

› Por Washington Uranga

La política no da tregua. Ni siquiera después de una victoria tan aplastante como la de Cristina Fernández y el Frente para la Victoria. Precisamente porque la política está siempre fijando nuevos horizontes, nuevos desafíos. Aun cuando lo hecho sea bueno, nunca es suficiente. Ese es el verdadero sentido de “ir por más”. Y esa lógica le cabe tanto al oficialismo como a la oposición.

Nadie en las filas del Gobierno debería darse por satisfecho. Menos seguir argumentando sobre los logros. Quizás eso haya sido bueno (y útil) para la campaña. Ahora es necesario mirar lo que falta. Y se puede afirmar que desde una perspectiva de derechos, en Argentina hay todavía mucho para recorrer. Utilizando, con otro sentido, el eslogan del derrotado Francisco de Narváez: es aquí y es ahora. Porque la acumulación de poder que otorga la victoria alcanzada por el Gobierno genera las condiciones para dar saltos cualitativos, para profundizar el cambio. Al menos la Presidenta viene diciendo que ése es el rumbo a seguir. Los hechos tendrán que demostrarlo. Pero también porque las condiciones económicas (aunque abunden los profetas del desastre) siguen siendo todavía muy favorables. Es preciso que el crecimiento sostenido se convierta en transformaciones estructurales que aseguren el desarrollo y, sobre todo, le den estabilidad a una mejora en la calidad de vida de más gente. Esto último está estrechamente ligado a otro ítem: acentuar la redistribución del ingreso, una materia en la que se avanza pero con más lentitud que la deseada.

La Presidenta iniciará su mandato con las manos muy libres. Sin compromisos. La contracara de esa libertad es también la responsabilidad. Los últimos pasos dieron cuenta de una intención de renovar la política con el ingreso de caras nuevas. Pero para que ello sea creíble habrá que “jubilar” a algunos dirigentes que desentonan, ya no con el discurso oficial, sino con la historia (aunque sigan aportando votos y ésa sea seguramente la única razón por la que sobreviven en las filas oficiales). La política (también la gestión de gobierno) necesita de una transparencia de la que todavía carece. Será la única forma de consolidar el rescate de la política.

¿Y la oposición? Hasta el momento la mayoría de sus dirigentes han sido incapaces de leer lo que está ocurriendo en el país.

Se abre también para ellos un camino en el que, con creatividad, pero también con humildad, tendrán que construirse como alternativa. No le sirve a nadie (menos al país y a la democracia, tampoco al oficialismo) que no exista una oposición inteligente y representativa que haga las veces de interlocutora del Gobierno. Pero para llegar a esta instancia, los opositores deben abandonar la actitud quejosa que en lugar de asumir sus errores sólo busca cargarle al oficialismo la causa de los propios males.

Es auspicioso, aunque no fácil el futuro. Tampoco angustiante. Sí desafiante y motivo de más esperanza.

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