EL PAíS › LA PRESIDENTA CRISTINA KIRCHNER LLEGó A LA PLAZA DE MAYO CON AMADO BOUDOU PARA FESTEJAR LA REELECCIóN
Desde temprano, las columnas militantes empezaron a concentrarse alrededor de la Pirámide de Mayo. Después de su primer discurso en el bunker K, la Presidenta llegó a la Plaza: agradeció el apoyo y se lanzó a danzar sobre un pequeño palco.
› Por Nicolás Lantos
Cristina fue a la Plaza. Fue a “saludar y a agradecer el apoyo” que le brindaron, pero se quedó bailando. No en el balcón, como se especuló a lo largo de la jornada (en su entorno siempre advirtieron que “no es su estilo”), sino sobre un pequeño escenario, montado frente a la Pirámide de Mayo, a pocos metros de las miles de personas que se congregaron allí a festejar su reelección y la recibieron con cantitos y banderas. Tras un breve discurso, la Presidenta se quedó varios minutos ensayando algunos pasos del baile al ritmo de la cumbia que sonaba por los parlantes y saludando a los que la esperaban desde temprano, cuando comenzaron a llegar sin saber si ella iría o no, y que se quedaron una vez que se fue, celebrando la victoria electoral hasta la madrugada.
“Mi compromiso es con la historia, con ustedes, con la memoria y con el legado de él, porque también recuerdo un día de 2005 en esta plaza, cuando él dijo ‘y un día volvimos’ –se comprometió con los jóvenes que eran mayoría, muchos agrupados en columnas de diversas agrupaciones, tantos otros que llegaron a la plaza en grupos más pequeños, en parejas o solos–. Recuerdo también esta plaza en momentos de adversidad, y ahora me emociona esta juventud que ha comprendido que éste es un gobierno que trabaja por el presente, pero mucho más por el futuro”. En su breve mensaje, CFK les pidió que “se organicen para que nadie pueda arrebatarles lo conseguido” y concluyó: “Hagamos el aprendizaje, que no nos separen y luchemos fuertemente por la unidad de todos los argentinos, un pueblo que ha decidido ser protagonista de su historia”.
El sol caía sobre unas quinientas personas que poco después de las seis de la tarde ya se acercaban a Plaza de Mayo, convocadas a través de las redes sociales, del boca en boca o de los canales de radio y televisión que ya comenzaban a dar cuenta de la manifestación. Algunos vendedores comenzaban a echar chorizos en parrillas improvisadas, y sobre la calle Yrigoyen una combi soplaba aire caliente a un globo gigante con la forma de un zeppelin y la firma del sindicato de encargados de edificios, Suterh. Ya sonaban los bombos y estaba montado el escenario de la Corriente de la Militancia que sería utilizado para encabezar la ceremonia. Algunas radios encendidas traían las primeras novedades después del cierre de los comicios, aunque la falta de misterio en el resultado le quitaba interés al asunto.
Algunos grupos se desprendían por Diagonal Sur rumbo a la esquina de Tacuarí y Moreno, a cuatro cuadras de allí, donde estaba emplazado el centro de campaña del Frente para la Victoria. Allí, varios grupos de militantes hacían barullo y celebraban a cada figura que pasaba rumbo al hotel. Desfilaron funcionarios, legisladores y figuras de la cultura, pero el aplausómetro estalló con el paso de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, a quienes, como en la canción, casi literalmente las abrazaron. Algunos de los manifestantes intentaban sortear los estrictos controles de seguridad, mientras que otros, que llegaban desde adentro, les desaconsejaban la maniobra: “Acá está más divertido”, aseguraban.
Poco después de las ocho de la noche comenzó el éxodo de regreso a la vigilia frente a la Casa Rosada. Algunos se quedaron allí hasta que la Presidenta habló desde el subsuelo del Hotel. Aunque ya era de noche, no había levantado viento y el calor hacía sentirse: lo combatían con gaseosas y, mayormente, cerveza, aunque también hubo quienes optaron por el vino. “Mirá qué bien está el país –se reía un joven militante con una botella de tinto fino en la mano–, que venimos a las manifestaciones con un Navarro Correas.” Se acercaba la hora de la cena y las hamburguesas y choripanes ya circulaban de mano en mano entre gente de todas las edades que se repetía una misma pregunta: “¿Tenés números?”. En la Plaza sonaba cumbia y algunos se animaban a bailar. Un hombre, fiel al mandato, arremangó sus pantalones para meter las patas en la fuente mientras un turista francés tomaba una foto, a lo mejor sin entender el significado de la escena.
La música se detuvo cuando empezó a hablar Cristina desde el bunker. Su voz sonaba tan cercana que un chico de unos ocho años gritaba “Mamá, ¡quiero verla!”, mientras tironeaba de una manga. La multitud, que a esa altura desbordaba los bordes de la Plaza y se expandía como una inundación por las calles adyacentes, respondía al estímulo de sus palabras. Cantitos ante cada mención de Néstor Kirchner, aplausos cuando la Presidenta enumeró a sus pares de la región que la llamaron para saludarla (Hugo Chávez fue el más festejado; el chileno Sebastián Piñera el menos, incluso cosechó silbidos). También hubo chiflidos por la mención del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, aunque, a la distancia, ella intentó aplacarlos.
Todos estallaron en un gran aplauso cuando CFK anunció que unos minutos después se acercaría hasta allí a saludar. La multitud se arremolinó, buscando una ubicación más cerca de donde estaría la mandataria. Una murga se sumergió entre la gente llevando los bombos sobre la cabeza, en fila india, como un ciempiés gigante. Un rato más tarde comenzaron a llegar las figuras que se acomodaron sobre el escenario para recibir a Cristina, que llegó acompañada de sus hijos, saludó a los miles que la esperaban desde temprano y les agradeció por el apoyo brindado durante la campaña y “en los momentos de adversidad”. Después el cielo estalló en fuegos artificiales de todos los colores y comenzó a sonar nuevamente la cumbia. Entonces, la Presidenta se puso a bailar.
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