EL PAíS › OPINIóN
› Por José Pampuro *
Desde el año 2003, Argentina transita una profunda transformación de su Estado, el país va por su octavo año de crecimiento económico, acompañado de la creación masiva de empleos y de mejoras sociales impensables en una Argentina de hace sólo algunos años atrás. Haber sido parte activa de este cambio de paradigma no sólo me reconforta personalmente en mi calidad de dirigente, sino que me impulsa a no abandonar este camino y a querer seguir siendo parte de esta transformación.
El desarrollo alcanzado por la Argentina en materia económica, política, social y cultural ha ido acompañado, como toda transformación real y profunda, de grandes debates, debates que nos debíamos hace tiempo, y que en muchos casos eran una deuda pendiente para la sociedad argentina. En el marco de mi labor en el Senado, he sido partícipe y en algunas ocasiones promotor de estas discusiones, y lo he realizado con convicción y firmeza.
En estos años, la labor parlamentaria –muchas veces criticada– fue por momentos ríspida y conflictiva, sin por eso dejar de considerar que fue útil y contribuyó dignamente a mejorar la realidad de los argentinos. Los temas tratados, antagónicos con los que se ponían sobre la mesa unas décadas atrás, como la modificación del sistema previsional, la ley de medios, el matrimonio igualitario, entre otros, vislumbran que “el modelo” no es una entelequia discursiva. “El modelo” no es más que una Argentina mejor: más distributiva, democrática e igualitaria.
Los logros del modelo se impusieron en las urnas con la contundencia de la realidad del país frente a la ficción que muchos quieren mostrar. Es claro que aún quedan grandes desafíos por delante, deberes que necesitan de una dirigencia política con valor, decisión y compromiso, así como también de una nueva dirigencia que aporte y oxigene un proceso que ya lleva nueve años.
En este período legislativo que culmina, he intentado revalorizar nuestra democracia y sus instituciones. Con aciertos y errores, fui leal a mis convicciones y a quien fuera inspirador de este proceso de refundación nacional y que depositara en mí su confianza y amistad.
La convicción de que venimos por el camino correcto, la certeza de que se ha hecho mucho y el deber moral de hacer aún mucho más es lo que me invita a seguir caminando en esta dirección. Aún quedan grandes deudas sociales por resolver, y muchos debates más por dar, y tengo la seguridad de que será nuestra Presidenta, con sus principios y el coraje que la caracteriza, quien encabezará esas grandes campañas que no son electorales ni partidarias, sino de todos los argentinos. En esas campañas que comenzaron allá por el 2003 y que son de largo aliento siempre la estaremos acompañando.
* Presidente provisional del Senado.
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