Vie 28.10.2011

EL PAíS  › LOS PRESIDENTES DE URUGUAY Y DE ECUADOR RECORDARON A KIRCHNER

La memoria de sus pares

José Mujica y Rafael Correa hablaron de su relación con Néstor Kirchner y de los proyectos compartidos para América latina en el programa Gente de a pie, conducido por Mario Wainfeld en Radio Nacional. Anécdotas personales y preocupaciones comunes.

RAFAEL CORREA, PRESIDENTE DE ECUADOR

“Un ejemplo de la nueva época”

- El renacer de la Argentina. “Antes que nada, a nivel personal Néstor Kirchner fue un queridísimo amigo –recordó Rafael Correa, presidente de Ecuador–. Cuando el año pasado nos dieron la noticia nos golpeó muy fuerte. Néstor fue el conductor del renacer de la Argentina de las cenizas en que la había dejado el neoliberalismo, ese Ave Fénix que es Argentina, despertando, poderosa. De ahí no ha parado en su recuperación, que continúa con Cristina. Fue una ruptura en la historia de Argentina, que estaba destrozada con los experimentos de la convertibilidad, de Menem, del neoliberalismo a ultranza, su sector productivo hecho pedazos, socialmente desmotivada y desintegrada, hasta que gracias a Dios llegó Néstor. Con ese conductor y las energías intrínsecas del pueblo argentino lograron salir adelante. Para América latina fue un ejemplo de la nueva época, de la superación del neoliberalismo, de tener fe en nosotros mismos, de saber que podemos construir un futuro mejor para nosotros, que podamos marchar con nuestros propios pies, como decía Artigas. Un ejemplo para toda la región, un líder regional totalmente comprometido con la integración y la construcción de la patria grande.”

- La patria grande. “Néstor fue extremadamente inteligente, pragmático y sencillo, me acuerdo de que lo criticaban tanto por su forma de vestir... Hemos aprendido de su sencillez y su espíritu de servicio. Un hombre con una gran visión, y el gran mensaje para el pueblo ecuatoriano es que creía en la patria grande, fue uno de los motores de Unasur y de la integración latinoamericana.”

- Gran estadista. “El peronismo es una corriente que admite muchas tendencias. Néstor y Cristina son peronistas, pero Menem también se llamaba peronista, y entre esos dos sectores no hay nada que ver. Es difícil identificar una corriente ideológica consistente que defina al peronismo. Fue un gran estadista, aunque no estereotipado como lo definen las elites, no era el experto en cocteles que hace méritos ante Estados Unidos y Europa. Estadista en el sentido de que estaba con su pueblo, con su gente, devoto de su patria y de su país. Ese es el Néstor Kirchner que conocí, no sé si ése sea el peronismo. En todo caso son cosas muy buenas.

- Salir adelante. “Néstor era un político por naturaleza, y reconocía las batallas que valía la pena pelear, las sabía pelear y las sabía superar. En momentos difíciles de Argentina logró consolidar la economía y la política. Eso era admirable en Néstor, su capacidad para saber enfrentar conflictos y seguir adelante con mucha habilidad, no en su beneficio, sino en beneficio del objetivo de sacar adelante Argentina, y sacar adelante la integración latinoamericana.”

- Las ideas compartidas. “Compartimos muchas cosas, yo fui presidente de Unasur cuando él fue secretario, de hecho fue Ecuador el que promovió la candidatura de Néstor para secretario de Unasur. Conversábamos mucho, compartíamos muchas cosas, por ejemplo la desconfianza respecto de la burocracia internacional y de las ideologías que tienen como único argumento que todos lo hacen y entonces nosotros también tenemos que hacerlo. Era un tipo auténtico, muy capaz, y coincidíamos respecto del diagnóstico de América latina, de encontrar nuestras propias soluciones, la necesidad de unión para poder resolver nuestros problemas. Se me ocurren algunas frases que dijo sobre las burocracias, pero no son publicables.”

JOSE MUJICA, PRESIDENTE DE URUGUAY

“Jugó fuerte y tan bien”

- Un momento dramático. “Hay un Kirchner que yo conocí en momentos bastante dramáticos para nuestra América latina –contó el presidente de Uruguay, José ‘Pepe’ Mujica–. Me estoy refiriendo a que Kirchner se interpuso en las contradicciones duras que existían entre Colombia y Venezuela y creo que la acción de él fue clave, fue persuasiva e hizo bajar decibeles y nunca sabremos cuánto logró evitar. Creo que eso ilumina una actitud permanente de vigilia y de guardia que tenemos que tener en América latina para que nuestras contradicciones no se transformen en drama. Hoy sé que en Colombia y Venezuela nadie dejó de ser lo que era, pero andan muchísimo mejor y eso hubiera sido imposible sin la acción de Néstor. Los latinoamericanos debemos tener presente que, en un momento tan álgido, jugó tan fuerte y tan bien.”

- Pequeños recuerdos. “A Kirchner lo conocí hace poco, en las esquinas de la diplomacia, cuando nos encontrábamos de apuro por una cuestión o por otra, de pasada en algún hotel, y por desgracia no pude tener una intimidad política con Néstor, pero sí tuve diálogos chispeantes. El me pronosticaba un poco el destino que veía en su país y algunas de las cosas que después pasaron en América latina, las relaciones con Brasil, la ubicación de Argentina frente al fenómeno Brasil, los problemas de Venezuela. Recuerdo algunas conversaciones en la Isla Margarita, cuestiones por el estilo, todas ellas pequeños recuerdos que son chicos para el mundo, pero grandes para mí.”

- Esperanza latinoamericana. “Hay grandes imperios del pasado que se mantuvieron mucho tiempo, no dejaban de ser imperios pero, en definitiva, era negocio pertenecer al Imperio Romano, los que estaban adentro estaban mucho mejor que los que estaban afuera. El secreto de su permanencia en el tiempo en gran medida está allí, porque acomodaba una parte del mundo, le daba reglas, había un cierto funcionamiento previsible y lo que había afuera era bastante aventura e incertidumbre (...) Pero ha cambiado la cultura de los hombres, esos imperios también tenían un mundo religioso, una mística, pero los imperios contemporáneos son una acumulación de negocios, pueden practicar la mística aparente de la libertad, pero todos sabemos que tienen olor a petróleo. No nos tragamos la pastilla, aunque frecuentemente nos tenemos que someter a la fuerza evidente, pero no con ganas ni con convencimiento, sino más bien como juntando fuerzas. De ahí la inestabilidad y la incertidumbre contemporáneas. Nadie puede pronosticar mucho, 10 o 20 años para adelante, y 20 años en la época de Roma era prácticamente nada. A cambio de eso, tenemos nuestras propias esperanzas. Los latinoamericanos estamos construyendo un tiempo distinto. No sé si lograremos lo que deberíamos de lograr: estar más juntos, entender que los países son pedazos de una nación descoyuntada. Nos falta mucho para generar esa cultura y tener un nosotros grande que nos unifique. Esa es una necesidad histórica para defendernos en la globalización y en el tiempo que va a venir. Quienes pertenecemos a un pequeño país somos conscientes de que en este mundo se precisan aleros fuertes, de lo contrario estamos regalados cuando las papas queman. Los más fuertes de América latina no son tan fuertes para el mundo de hoy y todos tenemos que entender que ser fuertes, que no nos jaqueen, significa estar cada vez más juntos. Pero se nos atraviesa la cultura del Estado nacional (...) tenemos dificultades de generar ese nosotros, esa es la lucha de hoy, la más dura, la más difícil. Creo que Néstor era un luchador de eso, era un luchador por el intento de llegar a nosotros. Creo que es el desafío de los próximos 30 o 40 años.”

OPINION Por Jorge Rivas *

Medio gol es de Néstor

Estaba en La Habana cuando murió Néstor Kirchner. Uno de los médicos cubanos con los que trabajaba en mi rehabilitación me dio la noticia, consternado, al mediodía del 27 de octubre, un mediodía de sol fulminante. La primera sensación que recuerdo haber experimentado fue la de incredulidad. Con el correr de los minutos, la incredulidad le fue dejando lugar al dolor y a la angustia. Dolor por varios motivos, tanto personales como políticos.

Entre los personales, la pérdida de un hombre por el que sentía un gran afecto. Entre los políticos, la desaparición física de uno de los dirigentes más importantes de nuestra historia, y sin lugar a dudas el más importante de esta etapa, al extremo de que hay un antes y un después de la presidencia de Kirchner. Y angustia, por fin, porque confieso que presagiaba un futuro político de fuertes turbulencias, como consecuencia del vacío que su ausencia habría de producir. Pero me equivoqué. La enorme fortaleza y la capacidad de liderazgo de Cristina Fernández, rodeada como estuvo por una masiva movilización popular, lograrían no sólo sostener el proyecto popular sino también profundizarlo.

Con Kirchner ya me había equivocado una vez. Cuando asumió la presidencia, en 2003, su discurso me impresionó. Recuerdo que un compañero me preguntó qué me había parecido, y que le respondí: “Si este tipo hace la mitad de las cosas que dijo, nos tenemos que ir a casa”. Pero no creí que las hiciera. Confieso que un poco por prejuicios acerca del lugar político de donde provenía, un poco por cierto dogmatismo impregnado en mi tradición ideológica, me mantuve inicialmente en la oposición. Una oposición que pretendía ser de izquierda.

Sin embargo, a medida que su gobierno desmontaba la protección judicial y política a los represores, reformaba democráticamente la Corte Suprema, reinstalaba al Estado como generador de igualdad y de derechos, recuperaba independencia frente a los organismos financieros internacionales, entendí cada vez con más claridad que ese tipo sí se proponía hacer lo que había dicho que haría. Felizmente, no me fui a mi casa. Me acerqué a la de él, y él me abrió la puerta.

Entonces lo conocí personalmente, en la Casa de Gobierno. Me impresionó la pasión que transmitía cuando hablaba de política; era como si para él se detuviera el tiempo. Tenía una gran claridad para señalar los obstáculos que había que superar si se pretendía construir una democracia avanzada, y lo obsesionaba la idea de conformar una fuerza política plural que no conociera de fronteras ideológicas y reuniera en un solo bloque a todo el campo popular, consciente como estaba de que la fragmentación de ese campo sólo era funcional a la derecha.

Estaba convencido de que la aplicación de las políticas neoliberales en los noventa había tenido efectos devastadores sobre la política en general y sobre los partidos tradicionales en particular, y tenía una clara percepción de la coyuntura histórica, que pretendía aprovechar al máximo para cambiar la matriz distributiva. Era un hombre de buen humor, y su trato era tan campechano que lo hacía olvidar a uno que estaba frente al presidente de la República.

Como su vicejefe de Gabinete comprobé la certeza de sus diagnósticos, su convicción para llevar adelante el proyecto que alentaba, su enorme capacidad de trabajo. Desde el momento en el que sufrí el ataque que me provocó el daño físico del que aún trabajo para recuperarme, sentí su afecto y su solidaridad sin límites.

Kirchner fue un gran presidente y un gran dirigente fuera de la Presidencia. El hecho de que yo estuviera en Cuba cuando murió me permitió entender también la dimensión política que había adquirido fuera del país. Allí, en La Habana, como en toda América latina, se lo despidió con enormes pena y respeto. La Argentina, qué duda cabe, ya no va a ser el mismo país que era antes de su llegada al gobierno.

Es que lo que ha cambiado en estos ocho años no son solamente las cifras de pobreza y desempleo, aunque la disminución de ambas es de una importancia que no se puede exagerar, ni el volumen de la deuda externa, ni el alineamiento internacional, ni la legislación sobre medios y sobre derechos de las minorías. Lo que ha cambiado es la idea que la mayoría de la población tiene acerca de sus posibilidades, acerca del futuro, acerca de cómo quiere que sea el país en el que vive y en el que van a crecer sus hijos. Como dijo la Presidenta la noche de la victoria electoral, por primera vez los argentinos podemos pensar a mediano y largo plazo.

También en la contundencia del resultado del último domingo, sin que esto reste ningún mérito a Cristina Fernández, estuvo presente la impronta política de Néstor Kirchner. Como le escuché decir a alguien, por ahí, con acento futbolero, entre tantos festejos, aun ahora, un año después, medio gol es de Néstor.

* Diputado nacional, titular de Unidad Socialista para la Victoria.

OPINION

Por Alberto Sileoni *

Gracias, Néstor

Yo estuve allí, como millones de argentinos y argentinas. En el salón que correspondía, rodeado de los retratos de Juan Perón, Salvador Allende, el Che, Evita, Hipólito Yrigoyen y tantos otros americanos que han entregado su vida para hacer de este suelo la casa común, la Patria Grande que seguimos construyendo.

Y en ese sitio, que desde aquel día es también lugar ineludible de nuestra memoria colectiva, durante largas horas, sin pausa alguna, escuchamos, en rumor, en grito, en pensamiento, la incesante manifestación de un pueblo entero emocionado, volcada en la breve sintaxis del “gracias, Néstor”.

Yo estuve allí, escuchando y diciéndome: en este trance nadie agradece cuestiones pequeñas. Por el contrario, se agradecen decisiones profundas, definitivas, esas que impactan en nuestra subjetividad, que marcan vidas.

Se agradece, en primer lugar, la obstinada coherencia en la defensa de las propias convicciones. Esa cualidad que Cristina definió como el hondo enlace entre voluntad y convicción. Ese carácter presente en quien se comprometió a no dejar sus sueños en la puerta de la Casa de Gobierno, y a la vez nos incitó a desatar los propios. Por eso, gracias, Néstor.

Y escuché, también, esos agradecimientos tangibles, esos que cuando se expresan, dibujan en el aire, la forma y el color de lo alcanzado. Gracias, entonces, se escuchaba, porque: “pude tener mi primera casa”; porque “pude tener un trabajo”, porque “mis viejos pudieron acceder a su jubilación”. Y allí pasaban los trabajadores de cascos amarillos, los petroleros, los empleados de la administración pública, los que trabajan en los astilleros recuperados, un mundo de brazos y pasiones que pudo volver a ponerse de pie y en marcha.

Y gracias también, y además, por la tolerancia entre pueblos y culturas, por comenzar a curar heridas de muchos años, por tender la mano a nuestros hermanos latinoamericanos. Allí, con otros modos y acentos, agradecían la hospitalidad y las oportunidades los peruanos, bolivianos, uruguayos y paraguayos.

Y por supuesto nosotros, mis compañeros y yo: gracias por la educación y la universidad pública, por el matrimonio igualitario, por la recuperación de la causa de Malvinas, por la Memoria, la Verdad y la Justicia.

Esa letanía, que mantuvo en vilo nuestro espíritu, esa música del dolor y la gratitud, fue delineando con trazo firme, hasta caer la noche, todo un programa de gobierno. Allí, en ese salón, bajo la mirada generosa de tanto héroe, allí se condensaba en trece letras, en dos palabras, todo lo que logramos los argentinos, por su empecinamiento, desde mayo de 2003.

Y ocurría que los más jóvenes agradecían haber encontrado en la política y en la mística de la militancia un camino virtuoso de participación y transformación de la sociedad. Y aquellos de más años agradecíamos por habernos permitido el reencuentro con nuestro mejor pasado y, de esa forma, alcanzar una inesperada nueva oportunidad.

Pero, entre toda esta variada gratitud, la más reiterada, la más profunda fue aquella que refería a la recuperación de la dignidad. Porque a los pueblos les pasa lo que a las personas, a veces andan con la autoestima por el suelo. Y cada tanto, muy cada tanto en verdad, llega alguien que encarna la esencia de lo popular, que nos sacude, nos despabila y nos pone nuevamente en el camino de la libertad, de la igualdad, de la dignidad como personas y ciudadanos.

Eso fue Néstor. Eso es Cristina. Y por esa dignidad recobrada habrá que darlo todo; no queremos que estos ocho años sean una primavera a la cual le sobrevienen el desaliento y la desesperanza. Está escrito ya en la conciencia colectiva que el breve tiempo que tuvimos a Néstor con nosotros será recordado como el comienzo de una nueva época.

Un poema que recuerda a alguien muy querido dice: “El fue lo que fue; nuestra vida hará que tenga sentido su muerte”.

Nuestra vida, nuestros actos de todos los días, nuestra tarea de ciudadanos, funcionarios, militantes, lo harán vivir en todos los futuros que vendrán, donde seguirá ardiendo la esperanza.

Todo esto recuerdo hoy, y llevaré conmigo para siempre; cada vez que ascendamos un peldaño en el camino a la justicia social, cada vez que un joven alcance, por la educación y el trabajo, sus sueños, cada vez que restituyamos dignidad allí donde hubo miseria y sometimiento, cada vez que la emancipación sustituya a la ignorancia.

Cada vez que pase, diré gracias. Gracias, Néstor, para mí, para adentro, sin decirlo...

* Ministro de Educación de la Nación.

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