EL PAíS › OPINION
› Por Alfredo Fernández *
Apenas se confirmó la histórica victoria de Cristina Kirchner, distintos sectores salieron a marcarle la cancha sin pudor. La Presidenta, parada en el centro de la escena desde el poder que le brindó la voluntad del pueblo, respondió. Dejó en claro que no es neutral al situarse desde los perdedores de Caseros y precisar que “la competitividad sólo es sustentable con inclusión social”, diferenciándose de quienes creen que “se hace a costa de los salarios o con exenciones fiscales, bajas de impuestos y subsidios”. Estableció la supremacía de la voluntad popular sobre los mercados en momentos en que los grupos monopólicos de siempre buscan resquicios para instalar especulaciones en torno del dólar y debilitar su poder. Fue lapidaria con el fracaso de las recetas neoliberales que signan la actual crisis internacional. Reafirmó la necesidad de ampliar nuestra capacidad productiva para fortalecer el mercado interno y “un potente mercado intrazonal de América del Sur”. Definió la etapa que se inicia como de “sintonía fina del modelo” y puso sobre la mesa los principales temas: inversiones, salarios, inflación, subsidios y utilidades.
Sin medias tintas, puso en evidencia comportamientos empresariales especulativos que encierran un perjuicio mucho mayor para el modelo que las diferencias en torno de la participación de las ganancias o las turbulencias que puedan surgir de un conflicto gremial. Así, exigió a las empresas que reinviertan sus utilidades en el país y reprochó que “se intenta la fórmula de no tocar utilidades o preservarlas en lo que hace al sector financiero y que la crisis la paguen los que menos tienen”. Aunque aclaró que “ofenden la inteligencia quienes crean que se va a prohibir remitir ganancias”, reafirmó la decisión de controlar la fuga de divisas.
Puso en claro desde qué perspectiva convivimos con un nivel de inflación controlado: “Hay que tener timing de cómo se manejan las variables macroeconómicas; nuestro modelo es de crecimiento, trabajo e inclusión, y no de metas de inflación, que es el método del Consenso de Washington”.
La referencia a Hugo Moyano y la postura frente al reparto de las ganancias llaman a debate. Está claro que el derecho de los trabajadores a participar de las ganancias tiene jerarquía constitucional y como tal no debe reducirse a una instancia transaccional. Pero también es cierto que desde la Reforma del ’57 hasta el presente ha sido parte de la letra muerta de nuestra Constitución. En el actual proceso de recuperación de derechos, la lucha por su consagración debe enmarcarse en un esquema de prioridades y atender razones de oportunidad política. De nada serviría su establecimiento legal si no se compadece con la esencia dinamizadora de la actividad productiva que la participación de las ganancias debe tener. Aunque reivindiquemos su consagración legislativa, al momento de definir prioridades es acertada la valoración de la Presidenta: se avanzó más en esa participación por la vía tran-saccional. Pero además, nuestra hegemonía aún es muy volátil como para evitar que su instauración termine siendo una excusa para intentar meternos en zona de turbulencias.
Si de prioridades hablamos, parece más apropiado hacer eje en aquellos desafíos que tienen que ver más directamente con la ampliación de la base de sustentación del modelo, como la lucha contra las tercerizaciones y el trabajo en negro, la generación de oportunidades reales para los pibes que no trabajan ni estudian, o la necesidad de garantizar el acceso a la tierra y la vivienda a cada familia. Son de-safíos que escapan a la lógica desarrollista y están en el alma de la identidad peronista.
La gran mayoría del movimiento obrero ha transitado estos ocho años junto al Gobierno y hay responsabilidades e intereses comunes que debemos privilegiar. Existen muchos más puntos de afinidad y comunión con lo que expresa Hugo Moyano que con aquellos sectores del sindicalismo que en los ’90 se pusieron de los dos lados del mostrador y que frente a las tercerizaciones son parte del problema y no de la solución. Pero a su vez, no aportaremos a la consolidación de este proyecto si creemos que el poder de una parte reside en su capacidad de condicionar y debilitar a quien tiene la responsabilidad de conducir y expresar al conjunto.
Nuestro desafío es seguir fortaleciendo el sujeto de cambio, la base de sustentación de esta transformación que inició Néstor y profundiza Cristina, aportando a la unidad y fortaleciendo la movilización y organización de los que menos tienen. Sabemos bien que las cosas no se consiguen sentándose a esperar, sino luchando día a día por ellas.
* Presidente de la Fundación Conurbano.
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