Lun 28.11.2011

EL PAíS  › OPINIóN

Conflictos de baja intensidad y dilemas de la acción

› Por Federico Montero *

Quizás no fue exactamente el domingo 23 de octubre, pero sucedió en esos días –parece allá lejos... fue sólo hace un mes– en Hora Clave. Mariano Grondona le preguntó a su invitado Jorge Asís cómo veía los primeros días del gobierno. Asís sonrío y respondió algo así como que, por respeto a la voluntad popular que había elegido un gobierno con más del 50 por ciento de los votos, correspondía tomarse 60 días antes de opinar sobre la nueva etapa. Grondona, con mirada perdida, se quedó como esperando algún giro irónico que anudara finalmente el sentido de la frase.

No pasaron los 60 días de Asís. En la transición hacia el reacomodamiento del Gobierno, la agenda de los grandes medios parece signada por una guerra de desgaste, de baja intensidad, que incide en forma oblicua sobre el Gobierno, intentando poner en discusión algunos ejes de la política nacional y, de paso, tanteando la posibilidad de reactivar fisuras internas. Entretanto, la oposición política atraviesa una profunda discusión sobre cómo encarar una nueva estrategia en la etapa que se abre. Los propios, un poco incómodos, esperan definiciones mientras discuten reacomodamientos.

1) Bajo la retórica del “ajuste”, los medios hegemónicos han intentado asimilar situaciones tan disímiles como la de Aerolíneas, las nuevas regulaciones sobre la venta de divisas y la reestructuración del complejo sistema de subsidios. Cada uno de ellos merecería una discusión desmenuzada, pero el objetivo de la estrategia discursiva de los grandes medios sobre estos temas es común: a) poner en “la mira” –vale también el “semáforo en rojo” o la “medalla de plomo”– al funcionario del área correspondiente, desnaturalizando la verdadera discusión sobre la medida; b) intentar agitar una confrontación con una “base social” supuestamente afectada... que sería, respectivamente: los ahorristas en divisa extranjera, la fracción privilegiada de los trabajadores que ganan por encima de los 20 mil pesos, y los vecinos de Puerto Madero. A fin de cuentas, los sindicatos, la clase media; c) producir, sobre esa base, una fisura interna en el frente político, operando sobre tensiones latentes y naturales de todo proceso político. Es importante aquí que unos y otros sepan poder distinguir la defensa legítima de los intereses inmediatos, con la confluencia estratégica de la construcción política, única garantía incluso para la defensa de esos mismos intereses en el largo plazo. A propósito, las declaraciones de Hugo Moyano en la UIA son un ejemplo de la claridad estratégica de la conducción de la CGT. En el mismo sentido, vale la declaración de los trabajadores de Aerolíneas nucleados en APA-CTA.

2) Mientras tanto, con los resultados de octubre sobre la mesa, la oposición política parece no estar dispuesta a montarse sobre los ejes que proponen los columnistas de los grandes diarios. En situaciones más o menos conflictivas, la UCR y el ARI comenzaron una discusión sobre una nueva estrategia política de cara a lo que viene. El propio PRO, que ya había evitado confrontaciones directas en la campaña de la Ciudad de Buenos Aires y de cara a las presidenciales de octubre, negocia con el gobierno nacional, aunque los columnistas los reten.

Contrariamente a donde suele situarse el eje de la discusión: oposición frontal vs. oposición parcial, acompañamiento de lo bueno y distancia de lo malo, el punto a destacar es la posibilidad de que la oposición vuelva a construir un discurso propio y rompa con el formato de la política mediática. Es decir, y aunque suele paradójico, que intenten autonomizar un espacio de mediación política por fuera del discurso de los grandes medios, también para aquellos que no están de acuerdo con el Gobierno. Sin dudas, un avance en este sentido no sólo sería saludable para la propia oposición, en términos de reconstruir densidades sociales, sino que significaría un paso adelante en la ampliación real del espacio del debate público.

3) Toda esta situación acaso pone un poco incómoda a la tropa propia, más acostumbrada a la confrontación directa. Luego del conflicto con las patronales agropecuarias, la delimitación frontal sirvió para reordenar políticamente y construir un nuevo eje de interpelación política, que tuvo su pico en las elecciones de octubre. De allí que la estabilidad –convengamos: transitoria– sea un desafío para repensar la práctica militante. El marco del conflicto de baja intensidad y de interpelaciones “oblicuas” representa una oportunidad para complejizar la discusión política y mejorar los argumentos de la juventud, uno de los sectores más dinámicos del kirchnerismo y que más han crecido, evitando “pisar el palito”. Más aún en situaciones enojosas.

A propósito, cabe recuperar el planteo que hace poco hiciera en este diario José Natanson, en respuesta a la pregunta “¿qué le aporta la juventud kirchnerista al kirchnerismo?”. La juventud, como estrategia política, puede ser muchas cosas. Siguiendo a Natanson, puede significar, como en los ’70, el intento de constituirse en vanguardia que busque disputar la conducción estratégica del proceso político. También puede constituirse como espacio “generacional” de mero seguidismo del poder, al participar de la “comunidad de negocios”, como fue el caso del “grupo sushi” en la experiencia de la Alianza.

En esa nueva etapa, y aprovechando el conflicto de “baja intensidad” que ubica a algunos de sus referentes como blancos de sus ataques, quizá sea momento para que la juventud, con la acumulación militante y de poder institucional que surge del proceso electoral, profundice otra estrategia política. Un planteo y una acción política que busquen fortalecer la autonomía del centro del dispositivo político, que es la conducción de Cristina Fernández, como condición para mantener la unidad del frente nacional. Pero que a la vez sea capaz de comprender y colaborar a encauzar a los compañeros que confundan las necesidades tácticas de un sector con las definiciones estratégicas. Un poco como plantea Alvaro García Linera, vicepresidente de Bolivia, sobre las “tensiones en el seno del pueblo” que emergieron allí luego de derrotar el intento separatista de la rebelión en Santa Cruz y tras la victoria electoral. Quizás algo de eso haya también en los desafíos de consolidación de un nuevo bloque en el escenario argentino.

* Politólogo-UBA.

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