Sáb 14.01.2012

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

Cambiar el juego

› Por Fernando Cibeira

En la película El juego de la fortuna, Brad Pitt encarna al manager de un equipo de béisbol que, dado que no puede contratar a estrellas debido a su presupuesto acotado, se decide por jugadores de baja cotización pero rendidores en las estadísticas. Luego de una etapa inicial turbulenta –llamémosla de “sintonía fina”– en la que Brad Pitt, contra su deseo, debe enfrentar a algunos jugadores, cambiar a otros y hasta echar a un juerguista, el equipo se convierte en una maquinita. De manera parecida, el gobierno nacional, luego de conseguir domesticar la demanda de dólares, terminó 2011 con las estadísticas a su favor: el PBI continúa en crecimiento, lo mismo que las ventas en supermercados, shoppings, autos nuevos y usados, por mencionar algunas. La desocupación sigue en leve baja y los lugares de veraneo se ven más llenos que nunca. Pero el momento de las turbulencias por la “sintonía fina” ya arrancó a partir de las diferencias expuestas con el secretario general de la CGT, Hugo Moyano. Resta esperar para saber si el Gobierno conseguirá emerger del período como un prodigio de eficacia.

La presidenta Cristina Kirchner no tenía cáncer y es una noticia para celebrar, sin entrar en el análisis de las descabelladas hipótesis que se tejieron en estos días. La buena nueva le permitirá a la Presidenta no añadir más preocupaciones a los desafíos de gestión que tiene por delante. El mundo desarrollado continúa su derrumbe aunque no queda claro hacia dónde, solo que es difícil que algún punto del planeta resulte indemne. Si Brasil y China lo sufren, Argentina lo sufrirá.

Ante esta perspectiva, CFK planteó “sintonizar” algunas variables que venían haciendo ruido, lo que para algunos sectores opositores es un eufemismo para denominar al ajuste. En principio, los subsidios se habían convertido en una bola de nieve que estos mismos grupos que hoy se desgañitan, reclamaban que se les pusiera fin. Las quitas comenzarán por los sectores más acomodados para paulatinamente ir descendiendo hasta que solo lo mantengan quienes justifiquen necesitarlo. Hasta ahí no hay mucho que reprochar. Por cierto, la última factura de gas ya vino más abultada por el incremento de rubros extra como el “costo gas importado”.

La suba de las tarifas de los servicios públicos y del transporte por la quita de subsidios es uno de los motivos de preocupación del Gobierno para este año pero, dentro de todo, es una variable que tiene bajo su control. En lo posible, adelantan, evitarán el zafarrancho del jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, con el boleto de subte.

En cambio, una variable que no manejan por completo es la actitud que mantendrá la CGT frente a las negociaciones paritarias que arrancarán en breve. Desde aquel acto de los camioneros en Huracán, el diálogo con Hugo Moyano quedó cortado. Si hacía falta alguna prueba del mal clima imperante en la Casa Rosada, quedó confirmado cuando la Presidenta no quiso atender a Moyano cuando la llamó luego de que se conociera su enfermedad.

OREJEO

En el Ministerio de Trabajo aseguran que la mayoría de los sindicalistas que se subieron al escenario junto al camionero aquella tarde no comparten su visión. En la Casa Rosada quieren saber qué harán entonces, porque la elección del nuevo jefe de la CGT es en junio y Moyano buscará que lo revaliden. Por ahora no hay respuesta.

En el Gobierno reconocen que no hay un sindicalista alternativo que aparezca con condiciones de liderazgo y espaldas suficientes para sustituir al camionero. “En todo caso habría que inventarlo, pero hoy no está”, responden. El líder de la UOM, Antonio Caló, se mostró muy activo esta semana y promocionó sus encuentros con el ministro de Planificación, Julio De Vido; con la ministra de Industria, Débora Giorgi; y con el vicegobernador bonaerense, Gabriel Mariotto. Pero en la Rosada no quieren presentarlo –al menos todavía– como su candidato para la central obrera. Suena a orejeo de naipes antes de la partida: el Gobierno confraterniza con Caló así como Moyano conversa con el sector opositor de la CTA de Pablo Micheli y organizaciones sociales no peronistas con el argumento de una supuesta “unidad” que nunca se termina de concretar. De hecho, esta semana irrumpió en escena el gastronómico Luis Barrionuevo buscando apurar a Moyano, desencantado con la falta de novedades luego de Huracán.

El clima de convulsión no es el escenario deseado frente a las negociaciones paritarias que deberían arrancar a mediados del mes que viene. Según los cálculos de Trabajo, en 2011 hubo una recuperación del salario real de alrededor del 5 por ciento para los gremios más importantes. Por eso, la prédica que buscan instalar es que en un año complicado como el que acaba de iniciar hay que conformarse con mantener la capacidad adquisitiva conseguida. En ese sentido, el meneado 18 por ciento que flota, fantasmal, como el techo de aumento consensuado entre Gobierno y empresarios ya no suena descabellado. Si el índice elaborado por los legisladores opositores para 2011 fue del 22,8 por ciento, para un año que todos coinciden será más aplacado esa línea no aparece como tan ilógica.

Con todo, ese número no sale de boca de ningún funcionario. Ronda por el ambiente nada más. Saben que en breve los gremialistas tirarán su cifra –que nunca queda claro como resultado de qué cálculo surge–, los empresarios responderán con otra cinco o seis puntos inferior –en base a alguna fórmula tan inescrutable como la anterior– y ellos tendrán que mediar para alcanzar un acuerdo intermedio.

Los docentes abrirán el fuego y en Gobierno temen que no sea la mejor opción para arrancar. Igual, la expectativa está puesta en marzo, en las negociaciones de los gremios grandes como metalúrgicos, construcción y estatales.

SEÑAL

Lo importante, dicen en Trabajo, es que puedan dar una señal para moderar las expectativas inflacionarias en el arranque de un año con pronóstico tormentoso. Las señales, está visto, tienen su importancia. Luego de aquel acto en el que la Presidenta ventiló algunas de las cuestiones que le molestaban, Aerolíneas Argentinas empezó a andar como un relojito. Su titular, Mariano Recalde, le alcanzó al vicepresidente y presidente en ejercicio, Amado Boudou, un informe sobre el habitualmente problemático diciembre en el que muestra que la empresa tuvo un 99 por ciento de cumplimiento en vuelos y horarios. ¿Qué ocurrió en el medio? Nada extraordinario, salvo la reprimenda presidencial y aquella advertencia acerca de que a Recalde “no lo puso el Espíritu Santo”.

Dirigentes opositores ironizan acerca de que la prometida “profundización” del modelo desembocó en su “derechización”. También podría considerársela como una búsqueda del equilibrio en algunos números que se volvieron insostenibles para un ejercicio crítico.

Similar búsqueda de equilibrio puede verse en la política exterior. Esta semana, el mismo día en que el venezolano Hugo Chávez recibía al presidente de Irán, Mahmud Ahmadinejad, en Caracas, y entraba en una nueva batalla verbal con Estados Unidos por la expulsión de la cónsul venezolana en Miami, desde Olivos difundían que la secretaria de Estado Hillary Clinton había llamado a Cristina Kirchner para decirle lo “aliviada” que se había sentido al enterarse de su nuevo diagnóstico. Otro ejemplo: en medio del nuevo entredicho con el Reino Unido por la negativa de los países del Mercosur a recibir en sus puertos barcos con la bandera de las islas Malvinas, la Presidenta sorprendió al anticipar que en breve designará a quien ocupará la vacante embajada argentina en Londres. No quiere decir que CFK dejará de lado su amistad con Chávez, ni cejará en el reclamo a Gran Bretaña. Se trata de buscar equilibrios en una época en la que el mundo trastabilla en un tránsito complicado hacia no se sabe qué.

En un momento de la película, Brad Pitt analiza con el joven economista de Yale que contrató para que lo asesore con las estadísticas que, pese al tramo inicial de zozobra, deben seguir adelante porque si les sale bien conseguirán cambiar el juego. La Presidenta ya cambió el juego, de lo que se trata en esta ocasión es de cambiar algunas de sus alternativas para mantener la senda. A diferencia de lo que ocurría en otras épocas, en 2009 el modelo K consiguió salir relativamente indemne de la crisis internacional. De acuerdo con los pronósticos, esta vez las perspectivas son más halagüeñas. Lo crucial es que en la búsqueda del equilibrio el Gobierno mantenga las vigas de su modelo, eso que le ha permitido llegar a un tercer mandato: la apuesta al consumo interno, la generación de empleo, la recuperación de los sectores más postergados. Se trata entonces de cambiar el juego, pero para que nada cambie.

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