Jue 14.02.2002

EL PAíS

“Voy a los cacerolazos para afrontar a la gente”

La ex diputada Liliana Chiernajowsky participa en la protesta social que le pone límites al Gobierno. Está convencida de la necesidad de refundar con la gente la política. Dice que su marido, Chacho Alvarez, “no es un careta”.

Fue al primer cacerolazo, ese que provocó la renuncia de Domingo Cavallo, con su hija Lucía y el novio de la nena. Su marido, el ex vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez, prefirió quedarse en su casa. Pero ella, a diferencia de la mayoría de los políticos conocidos, siguió yendo a esas protestas “porque me parece que quienes seguimos apostando a la política tenemos que poder afrontar a la gente”. Liliana Chiernajowsky, integrante del ARI que conduce Elisa Carrió, dialogó con Página/12 en un pequeño estudio de Sarmiento y Montevideo, decorado con fotos de Evita, de Alicia Moreau de Justo, de su hermano desaparecido y de su esposo. Habló sobre el gobierno de Duhalde, al que le auguró “poco futuro” y definió como “más de lo mismo”; opinó sobre la Argentina post-caída de la Alianza y, por supuesto, contestó lo que nadie deja de preguntarle por la calle: ¿Qué está haciendo Chacho? ¿Vuelve a la política?
–¿Por qué va a los cacerolazos?
–Yo fui al primero, después del mensaje de De la Rúa del 19 de diciembre. Me enganché con Lucía y el novio de Lucía, al que iniciamos en el arte del cacerolazo. Había un grupo de vecinos que le pedían a Chacho que bajara. Bajé yo y me fui con ellos hasta Scalabrini Ortiz y Santa Fe y ahí no sabía para dónde íbamos, pero la columna cada vez más gruesa rumbeó para la casa de Cavallo. Después estuve en la Plaza el jueves siguiente, tragué unos cuantos gases. Estuve hasta el mediodía. Voy a los cacerolazos porque me siento parte de los ciudadanos que quieren manifestar la situación que estamos viviendo y también porque me parece que uno, que sigue apostando a la política, tiene que poder afrontar. Ir, sentarse con la gente y exponerse a que algunos te apoyen, a que otros, muchos más, me pregunten por Chacho.
–¿Y usted qué les dice? ¿Qué está haciendo Chacho?
–Está siguiendo este proceso muy atentamente, está estudiando mucho.
–¿Va a volver a la política?
–No sé si va a volver. Yo espero que vuelva. También hay que entender que es difícil para él y sería presuntuoso volver en este momento. Por lo pronto no es un careta. La política argentina está llena de caretas. De tipos que son parte muy responsable de este proceso y siguen hablando sin tener vergüenza de nada.
–¿Y Chacho tiene vergüenza de algo?
–La palabra no es vergüenza. Yo no lo siento como parte de esta dirigencia. Pero es cierto que él siente la responsabilidad de ser artífice de la Alianza y por lo tanto integrante de ese gobierno. Aunque se fue de la vicepresidencia, y yo rescato su ida, luego no tuvo la continuidad que su gesto requería. Lo que se hubiera requerido de él era que siguiera acompañando el reclamo popular, que siguiera planteando las razones por las que se fue. Y que inclusive hubiera seguido con ese intento que tuvo de Movimiento Ciudadano de Participación. Porque él la vio en ese momento. Decía que nada de esto se podía cambiar sin participación popular a fondo. Tuvo temor de que lo acusaran de causar una mayor crisis y no encontró ningún apoyo en el Frente Grande. No tuvo la fortaleza de seguir.
–¿Y usted no le dijo esto?
–Se lo digo todos los días.
–¿Y a usted, Liliana Chiernajowsky, qué le dicen en las protestas?
–Algunos piensan que soy diputada y me dicen que nos bajemos los sueldos. Pero yo no soy diputada, ni nada. Con otros he discutido. Como parte de la política, me banco que la gente está muy enojada, pero les quiero explicar lo que yo hice. Yo les puedo decir a mis hijos lo que hice en política los últimos años. No puede ser que los representantes del pueblo tengan que estar escondidos y no puedan salir a la calle porque la gente los repudia.
–¿Usted cree que Duhalde tiene que dar elecciones?
–Sí, claro. Es absolutamente necesario.
–Y si no da elecciones, ¿llega hasta el 2003?
–Yo le veo poco futuro a este gobierno porque tiene la amenaza de las cacerolas y de la rebelión popular, que debería ser una oportunidad para él. Debería fortalecerlo y decir “no puedo seguir haciendo las mismas cosas porque la gente me está exigiendo otra política”. Pero no es así.
–Cuando todavía gobernaba Fernando de la Rúa, todos los analistas políticos coincidían en que el 2003 era del PJ. ¿Le parece que sigue siendo así?
–Es difícil pronosticar qué pasaría si hubiera elecciones porque creo que ya había un proceso de quiebre y de ruptura con el sistema político que se manifestó en el voto bronca y en el voto anulado. En mi opinión, eso no se va a expresar a través del voto al peronismo ni al radicalismo. Una parte se volcó hacia el ARI en la última elección. Creo que ahora se podría capitalizar mucho más. Pero también es cierto que la realidad de la Ciudad de Buenos Aires es una y otra muy distinta la realidad de las provincias, donde todavía son muy fuertes los caudillismos, estructuras muy armadas sobre el clientelismo y las necesidades de la gente. Es un final bastante abierto, pero yo apuesto a que todo este proceso de participación va a devenir en una cosa muy positiva. Por fin el pueblo dijo “basta, queremos tener una actitud mucho más activa, más dinámica, más controladora de la cosa pública” y eso es lo único bueno de esta historia. Por otro lado, creo que se va a abrir un proceso de apertura del sistema político hacia nuevas opciones. Creo que Lilita va a poder expresar en gran parte lo que hoy está queriendo la ciudadanía.
–Duhalde dijo que iba a terminar la alianza con el sector financiero para armar una nueva con el sector productivo. ¿Cree que el Presidente está yendo por ese camino?
–Lo de Duhalde es más de lo mismo, definitivamente. Es el último intento del viejo sistema político por zafar de esta crisis. Es una alianza de viejos actores del peronismo (Duhalde, Ruckauf) y del radicalismo (Alfonsín, Moreau) y del famoso sector productivo, representado por Ignacio de Mendiguren, que no es más que un lobbysta de un capitalismo prebendario, supuestamente nacional. Que podrá estar muy afectado por la política de apertura y por la nefasta y profunda extranjerización de todo, pero no ha hecho nada para hacer un capitalismo más competitivo, más dispuesto a respetar reglas de juego. Es un capitalismo que vive de los negocios del Estado, que vive del Estado, que no paga sus impuestos, que no reinvierte en sus empresas y que tiene sus cuentas en el exterior. El poder político sigue siendo gerente del poder económico. Administran los intereses ajenos y se quedan con los vueltos.
–Pero la mayoría de los argentinos votaron dos veces a Menem, luego a De la Rúa, ¿no debiera hacer una autocrítica la sociedad?
–Esta es una crisis de identidad, diez años lo votamos a Menem viendo lo que estaba haciendo. ¿Cuántas veces se dijo “roba, pero hace”? Hay un escaso apego a las normas en este país. Hay que tocar fondo y recuperar la confianza en nosotros mismos. Los argentinos hemos perdido la esperanza de ser una Nación. Y hay que recuperar la solidaridad. Yo no soy de las que dicen “la clase media se mueve sólo por el corralito”. Los discursos que se oyeron contra la Corte son muy importantes. Estamos tomando conciencia.
–Usted fue militante peronista en los setenta y pasó siete años presa. ¿Qué sintió con la muerte de Rodolfo Galimberti?
–Galimberti es una figura que no me resulta emblemática de esos años. Me parece un violento sin ideología. Un tipo psicológicamente muy complicado por no decir perverso. Lo que sí me remonta a esos años con mucha tristeza es todo lo que estamos pasando. Y muchas veces en estos días pensé “hemos luchado tanto, hemos tenido tanta fe para ver un país mejor y lo que estamos viendo es un país en la crisis más terrible de su historia”. Me ha llenado de tristeza pensar en toda la gente que ha muerto, en las esperanzas que hemos puesto. Pero después de la tristezaviene el compromiso, justamente. Hay que comprometerse más. Yo no puedo creer que la Argentina sea un país que no tenga destino.

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