Dom 13.04.2003

EL PAíS  › OPINION: LA GUERRA DE INVASION ENTRA EN SU TRAMO FINAL COMO LA CAMPAÑA

Ultimos días de las víctimas

La guerra y su eventual impacto electoral; entre Fierro y Vizcacha. La pachanga del lamebotas. Una ministro y un gobernador en pugna. Los temores de Duhalde y la hiperquinesis bonaerense. Los candidatos con más posibilidades, sus movidas próximas y sus análisis. El fantasma del fraude. Y una división del campo popular escandinavo.

› Por Mario Wainfeld

Una nueva traza de poder asoma en el mundo y su albor coincidirá casi al milímetro con la asunción del nuevo gobierno argentino. La fase bélica más convencional de la invasión a Irak discurrió dentro del plazo de la campaña electoral de este pequeño confín del sur. La respuesta, tanto en la faz emocional como en la racional, de una mayoría inusual por lo aplastante de argentinos fue un recrudecimiento del antiimperialismo que venía in crescendo desde los días de diciembre de 2001. Al mismo tiempo, se ha producido una victoria –táctica quizá, victoria al fin– de la violencia, del capitalismo más salvaje, de la prepotencia, de todos los valores más brutales de la derecha.
¿Impactará ese escenario, que por semanas interesó a los argentinos mucho más que las peripecias de su propia comarca, en su decisión electoral? Y si impacta ¿habrá un voto que refuerce la pasión y la inteligencia que motivaron a los argentinos en su repudio a la agresión? ¿O prevalecerá el espíritu del Viejo Vizcacha, tan argentino él como Martín Fierro, que siempre aconsejaba ponerse a la vera de los que mandan? Al candidato Vizcacha, como él viejo y decadente, pero constante en su ciencia de inclinarse hacia el poder, no le está yendo tan mal.
Ningún hombre es una isla
Convoca a la ira o al sarcasmo que Estados Unidos, tan luego hoy, proponga una moción de censura invocando los derechos humanos. Pero lo hará, después de haber masacrado niños, mujeres, hombres, asesinado periodistas, contaminado el medio ambiente, invadido un país, que ya reparte como botín de guerra entre su casta gobernante. Lo hará en cuestión de horas, en Ginebra y pondrá a Cuba en el banquillo de los acusados.
“El Presidente estaba decidido a cambiar el voto. Pero, ¡este Fidel!, sí que nos hace las cosas difíciles” explica el funcionario oficial, aludiendo a las sentencias de muerte contra disidentes conocidas esta semana. Lo que el funcionario pretende explicar, casi justificar, es la creciente percepción de que Duhalde seguirá la ‘doctrina lamebotas’ que -contrariando la tradición nacional–popular de Yrigoyen y Perón– abrazaron Carlos Menem y Fernando de la Rúa. Dos espejos en los que el actual Presidente no gusta mirarse. También lo fastidia, dicen todos alrededor, el fervor proyanqui que él cree ver en su Canciller y en su Embajador de Estados Unidos, Eduardo Amadeo. Pero el Presidente parece haber abdicado en su decisión, algo mellada su voluntad por la insistencia de Carlos Ruckauf. Asimismo volvió del Viejo Mundo shockeado, achicado diríase, como siempre que ve a José María Aznar, ese petimetre de derechas que gusta zamarrearlo en nombre de las privatizadas y de su visión de Occidente.
Si el Canciller Ruckauf consiguiera su –patético– anhelo de ser continuador de los cipayos Guido Di Tella y Adalberto Rodríguez Giavarini, Argentina perdería una oportunidad de reencontrar, en parte, alguna de sus mejores tradiciones.
“Fidel no ayuda,” dice el funcionario esgrimiendo lo que podría llegar a ser un pretexto. Habla de Fidel como si éste fuera algún puntero o intendente, esos compañeros de siempre, del palo, pero torpes en sus manejos y sus presencias. En verdad, Fidel Castro es para él algo bastante distinto, bastante grande. Y remoto. Sería del caso que lo juzgara no el savoir faire del peronismo bonaerense sino el del pueblo cubano.
Porque de eso se trata, no de validar la pena de muerte que es, para muchos incluido el autor de esta columna, una práctica inhumana, en Cuba o en Estados Unidos. Lo que la abstención expresa no es aprobación sino respeto a lo que los países deciden dentro de sus fronteras. Abstenerse es, apenas, reconocer que, a los ojos de las leyes internacionales, los países son iguales. Bien fundada, la abstención es aún más consistente queun eventual voto a favor, es decir, sencillamente que los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos como dijo alguna vez, ante alguna patoteada yanqui, un presidente argentino que supo juntar más votos que Duhalde. Este ha dicho que toma la decisión en sus manos y pidió silencio a su entorno. La calma que se respira en Cancillería sugiere que Argentina, a horas de la toma a sangre y fuego de Bagdad, condenará la violación de derechos humanos... en La Habana.
¿Y por casa?
La Casa Rosada semeja más un comité de campaña que un ámbito de gobierno, al menos en lo que concierne a la libido de la mayoría de los funcionarios, a la de sus visitas, a las carpetas que fatigan con más fruición. Un solo tema de gobierno interrumpe la casi monotemática atención electoral del Presidente y de sus allegados más íntimos. No Cuba, que se discute de parado, en cuestión de segundos. Sí la feroz pelea que vienen sosteniendo la Ministra de Trabajo Graciela Camaño y el gobernador Felipe Solá. Solá piensa y se lo hizo saber a Duhalde, de cuerpo presente en San Vicente y por teléfono a Madrid, que Camaño le está birlando planes de empleo que había pactado reconocer a la provincia y que obra así en vendetta por la posición pública que asumió el gobernador bonaerense condenando a Luis Barrionuevo, a la sazón consorte ministerial. El gobernador, aseguran fuentes duhaldistas de primer nivel, hasta le pidió al Presidente que bajara a Camaño de la lista de diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. Esa curiosa lista, valga abrir un paréntesis (en cuyos primeros puestos revistan un confeso crítico de Néstor Kirchner y del propio Presidente como Ruckauf y una ministra que juega para Menem. Cerremos paréntesis). Duhalde se negó y prometió mediar. Por ahora, no ha ocurrido. Mientras, crece la bronca entre Camaño, que en el entuerto mismo lleva las de ganar, y Solá. “Felipe cree que todo lo que ocurre en el mundo, sea en Bagdad o en Trabajo, es una conspiración contra él. Se queja demasiado”, ironiza otro ministro del gabinete nacional duhaldista de ley. Pocos ministros del gabinete nacional, importado llave en mano desde la provincia, simpatizan con el gobernador actual y candidato a seguir siéndolo. Así es la política local, paradójica por donde se la mire, explica el politólogo sueco que hace su tesis de posgrado sobre la Argentina a su reciente incorporación, el pasante noruego que labura como loco por un puñado de euros.
Los amigos de “Néstor”
“Duhalde se reunió con los intendentes de la provincia horas antes de irse a Europa. Y los volvió a convocar a horas de su regreso. Está muuuuuuy preocupado por cómo va la campaña”, cuenta un ministro que atiende por ahora en la Rosada, pero que tiene su task force en algún municipio. “Lo vi a Duhalde antes de que se fuera a Madrid. Me comentó que las encuestas lo preocupaban mucho” concuerda, sin saberlo, un importante dirigente de la oposición.
“El duhaldismo transforma la inquietud en acción” describe un prominente dirigente duhaldista. De ahí el relativo cambio en la campaña resuelto el jueves, adelantado en este diario: “peronizar” y “provincializar” a Néstor Kirchner. Una rápida producción de fotos junto a intendentes vuelve a patentizar la decisión de Duhalde de atar su suerte (la de los alcaldes bonaerenses) a la del santacruceño. Todos acatan aunque, por valerse de un eufemismo, no bailan en una pata: “si Kirchner pierde, vamos a tener que pagar rescate para recuperar esos afiches después del 27” satiriza un homenajeado, minutos después de haberse inmortalizado sonriendo junto a “Néstor”. También se preparan aviones que surcarán el cielo bonaerense en plan publicitario y se están imprimiendo lo que antaño se hubieran llamado “cantidades industriales” de boletas electorales. La repartija comenzaráesta misma semana, algo que parece desusadamente temprano. Pero, ya se sabe, la hiperquinesis tiene razones que la razón no entiende.
Según los cálculos del Gobierno, para prevalecer en la primera vuelta Kirchner debe sacar una luz de alrededor de cinco puntos en Buenos Aires. Y, de momento, no está tan claro que eso ocurra. El segundo cordón, el más pobre y más poblado, obsesiona a los duhaldistas: ahí prevalecen Menem y Rodríguez Saá.
Las encuestas siguen sugiriendo un final cabeza a cabeza. Su lectura, día a día, indigesta y genera estados de ánimo ciclotímicos. En esta semana se respiraba en el Gobierno un cierto síndrome Adolfo. Brotaban los temores de que Kirchner no llegara a la segunda vuelta. Julio Aurelio, que trabaja para el Gobierno le insistió en que el panorama es de manifiesta paridad entre los tres justicialistas, algo bastante similar a la encuesta que se publica en la página 9 de esta misma edición. Un importante integrante del entorno menemista asegura a Página/12 que el mismo Aurelio le dijo que el puntero es el riojano. Pero reconoce que el mismo consultor insistió en que, en la segunda vuelta, Menem pierde en cualquier escenario.
Según sus allegados, Kirchner confía en ese diagnóstico que ha pasado a ser discurso único de los consultores de primer nivel y está seguro de que llegará a la segunda vuelta. “Néstor no da por hecho que será primero -dice un hombre que lo conoce bien– él piensa que Menem tiene un piso muy cercano a su techo, pero que ese piso es alto, 25 por ciento del electorado”. Veinticinco por ciento de cara a un comicio tan fragmentado suena casi seguro como primer puesto en la primera vuelta.
Quedan apenas dos semanas, una muy acortada por Semana Santa, la otra por la veda preelectoral. Ya es muy difícil que los candidatos mejoren o cambien mucho sus propuestas o sus perfiles. En el equipo de campaña de Menem se sigue discutiendo si hacer o no el acto en River, aunque el candidato parece estar decidido a jugarse. Curiosamente quien en minoría más se entusiasma con colmar el Monumental es un conspicuo hincha de Boca, Alberto Kohan. Menem condimenta esas apuestas de masas con consistentes movidas de cara al establishment. El economista Pablo Rojo fue recibido casi como un embajador en Estados Unidos, una movida que irritó especialmente a Roberto Lavagna y que seguramente catalizó su publicitada reconciliación con Kirchner. Y el ex presidente fue recibido en triunfo en el Club del Petróleo. La burlona y precisa crónica de Raúl Dellatorre en este diario refirió que si las elecciones hubieran tenido curso en ese egregio ámbito, Menem no habría necesitado ballottage.
Rodríguez Saá tiene decidido no hacer actos en cancha alguna. Se siente cómodo y ganador en la tele y las radios que en estos días aumentarán la ración de política autóctona. “El Adolfo es el más televisivo, el más carismático de los candidatos, el que mejor sonríe, el más pintón, si usted quiere” se entusiasma un integrante de su entorno, sin temor a alguna chicana machista de Página/12.
Elisa Carrió, a quien los encuestadores coinciden en señalar en baja, está persuadida de que los sondeos están amañados y que llegará a la segunda vuelta contra Adolfo o Menem. Según Lilita, Kirchner es desconocido en amplios espacios de la geografía del país, empezando por todo el NOA. La chaqueña cree que sus bastiones son la Capital, el primer cordón bonaerense (que suele tener comportamientos electorales similares a los de la Reina del Plata), Rosario, Misiones y todo el Norte. Aferrada a sus convicciones, la líder del ARI no desplegará ninguna actividad proselitista en Semana Santa y el resto del tiempo seguirá una campaña que –comparada con el generoso derroche de sus cuatro principales contendientes– es de una austeridad franciscana.
Ricardo López Murphy respira euforia. Algunas encuestas lo dan ganador en Capital y ahí nomás en el primer cordón del conurbano. Para otrosconsultores, va segundo allí, detrás de Carrió. En cualquier caso, todos coinciden en que el ex Ministro de Defensa y Economía de la Alianza crece, aunque habrá que ver cuál es su techo.
Final abierto y cerrado auguran los encuestadores, que también arriesgan lo suyo en esta elección atípica. Nadie ganará por más de cuatro o cinco puntos, suelen coincidir. Escenario que hace entrar en escena a...
... ese fantasma, el fraude
Las mesas de café, la proverbial astucia conspirativa de los taxistas lo dan por hecho. Y varios candidatos (con unánime imprecisión) han anunciado lo mismo, consiguiendo la inusual credibilidad que logran los políticos cuando hablan mal de otros. Habrá fraude el 27 –pronostican– trampa en las mesas, curros informáticos, escándalos ulteriores. Las últimas experiencias comiciales –interna UCR, Catamarca, interna del PJ bonaerense– echan buena leña al fuego de la suspicacia. La extrema paridad, el hecho de que dos protagonistas (Duhalde y Menem) se juegan “su vida” política, con rango de última oportunidad, también.
La posibilidad no es descartable, pero tampoco puede darse por cierto que así ocurra. Y, en todo caso, habría que espigar dos niveles de posible conflicto: el fraude o un escenario de paridad y denuncias cruzadas, como las hubo tan luego en la elección que llevó al mando al flamante emperador de Irak, George W. Bush.
El fraude mesa por mesa no parece sencillo de implementar, al menos en números estadísticamente ponderables. No se trata de negar pillerías que siempre ocurren sino de entrever que en el sistema argentino, ofrece razonables garantías de control:
u Hay algo así como 62.000 mesas con 300 votantes, máximo en todo el país.
u Existen autoridades de mesa ajenas a los partidos, en casi todos los distritos de razonable a alto nivel cultural, una circunstancia que ha determinado que las elecciones nacionales sean más limpias que las internas partidarias. El pago de una retribución a las autoridades de mesa parece una medida que beneficia esa tendencia.
u Tres partidos (los neolemas del PJ), como mínimo, pondrán fiscales en todas las mesas.
u Y otros garantizarán los distritos más poblados. Quienes han militado saben que no son necesarios tantos fiscales como mesas, que hay muchos edificios en que hay varias mesas funcionando y que cualquier fiscal avispado puede cubrirlas todas.
En suma, el fraude hormiga no es imposible (ninguna maldad humana lo es) pero dista de ser sencillo.
Y el fraude informático más obvio (dar por buenos resultados falsos) no asoma como sencillo de plasmar cuando habrá fiscales partidarios que tengan certificados mesa por mesa, sencillos de sumar como que se vota un solo cargo.
Lo que sí puede acontecer es que el escrutinio se enturbie con anuncios cruzados, partidarios o mediáticos. Con denuncias judiciales o simplemente vertidas por la tele. Y que metan la cola jueces federales como la hiper presente María Romilda Servini de Cubría. Un escenario capcioso difícil de precaver y que también dependerá de la templanza y seriedad del conjunto de los candidatos, no sólo de denunciantes y denunciados. Por ahora, poco de bueno puede hablarse de la cultura cívica de la campaña. Y nada de bueno puede decirse de Jorge Matzkin y Miguel Angel Toma, dos figuras prominentes del Gobierno de nula credibilidad pública y de viscosa pertenencia política, tanto que podrían ser sospechados válidamente de proclives a hacer fraude para Kirchner o para Menem.
Toma (si tal cosa fuese aún posible) potenció las sospechas cuando, a través de la presta “Chuchi” Servini, empiojó las elecciones de Capital. “¿Fue Toma realmente quien estuvo detrás de la jueza? Porque si no es,parece,” preguntó este diario a dos figuras de primer nivel del Gabinete. “Lo que parece, es,” le contestaron, calcados, ambos.
Colofón escandinavo
“Profesor, ¿el párrafo anterior quiere decir que habrá fraude y escándalo o que no lo habrá?” pregunta el pasante noruego desacostumbrado a la incerteza propia de las pampas gauchas. El politólogo sueco, furioso con la falta de sutileza latina de su ayudante quien para peor (y para hacerle contra) se le ha hecho hincha de River, musita entre labios: “Nada es seguro en la política argentina, ni siquiera lo que todos dan por bueno”. Y se separan, yéndose cada uno por su lado, uno rumbo a la cancha de Racing, otro hacia el Monumental.

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