Dom 13.04.2003

EL PAíS  › DURA ADVERTENCIA DE CUBA “SE NOS ACABO LA PACIENCIA”

Topos y condenas

Con información aportada por ocho “topos” de su contrainteligencia, Cuba juzgó a 65 personas. La verdadera historia detrás de un caso, en el contexto del “salto cualitativo” de la política de agresión norteamericana a la isla.

› Por Miguel Bonasso

El gobierno cubano dispone de información aún no revelada que le hace temer un “salto cualitativo” en la política de agresión de Estados Unidos hacia la isla y ha decidido responder con dureza, afrontando incluso el costo político de aplicar la pena de muerte a los tres cabecillas de un grupo armado que secuestró una lancha con 50 pasajeros a los que redujo como rehenes. Unos días antes los tribunales cubanos ya habían dictado severas condenas de prisión para 65 procesados a los que se les comprobaron nexos orgánicos con la Oficina de Intereses de los Estados Unidos en La Habana. Los fallos judiciales fueron pronunciados en vísperas de la reunión anual de la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra, donde Washington promueve el voto contra Cuba. El miércoles último, el canciller cubano Felipe Pérez Roque exhibió ante los corresponsales extranjeros acreditados en La Habana, fotos y videos donde se puede ver a varios de los condenados en las oficinas y en la residencia privada del jefe de la misión norteamericana, James Cason. Pérez Roque acusó al diplomático de alentar “un partido único de la llamada disidencia” y sugirió que podrían expulsarlo de la isla, aunque de momento preferían no “darle el gusto de regresar como héroe a Miami”. Las pruebas y testimonios que demuestran la injerencia de Cason fueron aportadas por ocho “topos” de la seguridad cubana que estuvieron infiltrados durante años entre los conspiradores y, como los personajes de Chesterton en El hombre que fue jueves, llegaron incluso a presidir algunas de sus asociaciones, como la de “periodistas cubanos independientes”.
La Oficina de Intereses de los Estados Unidos (SINA, según sus iniciales en inglés) no es propiamente una embajada, porque Cuba y Estados Unidos han roto relaciones desde los primeros tiempos de la revolución. El gobierno cubano la ha considerado siempre como un aparato de espionaje, pero nunca –según Pérez Roque– había desempeñado un papel tan activo y desembozado como desde que asumió su gestión James Cason, un embajador que conspira contra el presidente Fidel Castro con la misma intensidad con que Spruille Braden lo hiciera contra Juan Perón en los años 40.
El 24 de febrero, Cason reunió en sus oficinas a varios presuntos opositores, ocho de los cuales eran en realidad agentes de la contrainteligencia cubana, y formuló explosivas declaraciones contra el gobierno, que Castro calificó como “una provocación desvergonzada y desafiante”. Fidel subió la apuesta de Cason y sugirió que Cuba podía prescindir “tranquilamente de la Oficina de Intereses”. El 10 de marzo la cancillería cubana presentó una nota de protesta ante el jefe de la SINA reclamándole que cesara su “conducta francamente provocadora, injerencista”. El Braden de La Habana, estrechamente vinculado con los grupos más duros del anticastrismo de Miami, desafió al líder local y el 14 de marzo convocó a una nueva reunión para unificar a los “disidentes” que tiene en nómina; en la mayoría de los casos con un estipendio de 100 dólares mensuales. La nueva reunión se hizo en la propia residencia del diplomático, lo que según el canciller cubano “rompió un nuevo record” en la dramática historia de las relaciones bilaterales. El cónclave empezó a las 10 de la mañana y culminó a las cinco de la tarde, con algunas sabrosas picaditas “de jamón” en el medio, que fueron religiosamente fotografiadas por los hombres y mujeres que durante muchos años fueron “jueves”.
Según recordó Pérez Roque ante los periodistas, el 18 de marzo se “agotó la paciencia” de las autoridades cubanas por la “actuación irresponsable del señor Cason” y se procedió a la detención de “32 mercenarios que habían estado en las reuniones con él los días 24 de diciembre, 12 de marzo y 14 de marzo”. El 19 “fueron arrestados otros 33 mercenarios que han estado participando y recibiendo dinero y dando información distorsionada para que pueda ser aplicada la ley Helms-Burton,para que pueda ser aplicado el bloqueo; que han contribuido a la política de los Estados Unidos de condenar a Cuba en Ginebra para darle viso de credibilidad al bloqueo que la comunidad internacional rechaza”.
Esa misma noche fue secuestrado un avión DC 3 cubano que fue desviado a Estados Unidos. Allí la prensa filtró que los secuestradores obtendrían la libertad bajo fianza, medida que viola el tratado firmado por Cuba y Estados Unidos en 1994, que obliga la devolución de las aeronaves y la extradición de los secuestradores. Según el joven canciller cubano, que fue muchos años secretario personal de Fidel Castro, esto “generó nuevos estímulos”; “el 31 de marzo se produce el secuestro del AN-24 y el 2 de abril se produce el secuestro de la lancha”. La escalada, según su larga exposición ante la prensa extranjera, se vio alentada por una política restrictiva en materia de visas para emigrar legalmente a Estados Unidos, destinada a “estimular la comisión de actos de terrorismo en barcos, en aeronaves que vuelan hacia y desde Cuba; para estimular el secuestro de embarcaciones, el secuestro de aviones cubanos, para crear las condiciones que permitan dar al traste con el acuerdo migratorio (de 1994)”. Que establecía, entre otras cosas, la cooperación entre ambos países para impedir “el uso de la violencia por parte de toda persona que intente llegar o que llega a los Estados Unidos desde Cuba, mediante el desvío forzoso de aeronaves y embarcaciones”. “Y entonces –agregó significativamente el canciller– el 3 de abril comienzan los juicios.”
Pérez Roque informó largamente a la prensa internacional sobre los procesos penales, asegurando que no se habían violado las garantías procesales pese a tratarse de juicios sumarios. Rechazó enérgicamente que se hubiera tratado de juicios secretos, asegurando que en ellos habían participado unas 3000 personas y que el 80 por ciento de los abogados defensores había sido designado por los procesados. No ignoraba que el 16 de abril se reúne la comisión de derechos humanos de Ginebra y que algunos gobiernos, como el de Eduardo Duhalde, que parecía inclinado a la abstención, podía encontrar ahora la salida propicia para votar en contra, como lo hicieran las cancillerías de Fernando de la Rúa y Carlos Menem. Como era de esperar, subrayó que Estados Unidos –que había salido de la Comisión y regresó gracias a movidas de España e Italia– no era el más indicado después de la carnicería de Irak para dar lecciones en esta materia.
También recordó que el código penal cubano prevé largas penas de prisión e incluso de muerte para quienes “en interés de un estado extranjero ejecuten un hecho con el objetivo de que sufra detrimento la independencia del Estado cubano o la integridad de su territorio”. Anticipándose al debate y a la posible denuncia de organismos internacionales humanitarios, rechazó que se tratara de “presos de conciencia, acusados por pensar o por hablar” sino de personas que habían sido juzgadas “por hechos y conductas tipificadas como delitos por la ley”. “Nosotros –agregó– nos hemos curtido en la defensa de nuestra soberanía y sabemos que se intenta crear una quinta columna aquí y ejercemos nuestro derecho a enfrentarla legalmente y respetando las leyes y la ética; nunca apelando a métodos de secuestros, de asesinatos; jamás creando un escuadrón de la muerte, jamás violando la integridad física y moral de las personas.”
Los videos del juicio, que el ministro cubano exhibió ante los periodistas extranjeros, resucitaron públicamente la figura del “topo”: esos hombres y mujeres que en los tiempos de la guerra fría simulaban desertar para pasarse de bando y lograban infiltrarse en las organizaciones contrarrevolucionarias causándoles grandes estragos. Además de correr riesgo de vida si eran descubiertos, solían sufrir el desprecio de sus seres queridos, esposas e hijos, que pasaban a verlos (durante muchos años) como traidores. Uno de ellos, David Manuel Orrio (el agente Miguel) un licenciado en economía de 38 años, les confesó a losperiodistas que hubo momentos duros cuando se “destapó” su condición de infiltrado. “Hace unas horas –reveló– le expliqué la verdad a mi hijo y le pregunté qué pensaba de mí hasta ahora. Quedó en silencio pero al final confesó que me creía un gusano. ¿Qué piensas ahora?, le insistí... Y él se echó a llorar, como lo estoy haciendo yo ahora.”
Miguel dijo que Felipe, el canciller, sólo le había revelado a la prensa “el 10 por ciento de lo que sabemos”. Al ver su foto en Miami, James Cason tuvo que admitir ante la prensa que el “Miguel” de la seguridad cubana era “el mismo señor que organizó un taller de ética periodística” en su residencia oficial de La Habana.
“Miguel”, como el “jueves” de Chesterton, se acercó a la asociación de “periodistas independientes” que lideraba Néstor Baguer, sin imaginar que el octogenario “disidente” (era como el Domingo de la novela, que conducía el grupo de anarquistas) fuese otro agente de la seguridad.
Sus testimonios resultaron demoledores en el juicio: la SINA “entregó sistemáticamente ayuda material y financiera” a los conspiradores. “Radios y medios técnicos de todo tipo para articular una red de ‘periodistas’ que difaman la revolución y cobran más mientras más mentiras fabriquen.” “Me pagaban 100 dólares mensuales –agregó– escribiera o no, pero sé de unos que vivían en una continua protesta por su ‘salario’ y otros que se lo embolsillaban.” Entre los ocho topos hay seudónimos clásicos, como “Tania” y “Ernesto” o más extraños, como “Yanier”, que llegó a presidir la comisión de derechos humanos de Camagüey y un día, hace algo más de un año, fue abofeteado por su madre por “contrarrevolucionario”. Unos y otros demostraron con cartas, cheques, fotos y otras pruebas, que Cason y sus funcionarios de la SINA trabajaban activamente para desestabilizar al gobierno local.
Haciéndoles eco, el embajador norteamericano en República Dominicana, Hans Hertell, aseguró que la agresión contra Irak “va a mandar una señal muy positiva y es muy bueno el ejemplo para Cuba”. Dijo que la invasión del país árabe era solamente el comienzo de una “cruzada libertadora que abarcaría a todos los países del mundo, incluido Cuba”. El presidente cubano se apresuró a enviarle una misiva que dice simplemente: “Señor Hans Hertell, embajador de Estados Unidos en República Dominicana. Felicidades por su declaración de hoy sobre la cruzada liberadora de su gobierno que incluye a Cuba y muchas gracias. Fidel Castro, jueves 10 de abril del 2003, 4 y 57 p.m.”.
Pero en un discurso posterior, cambio la ironía por la advertencia: “Si hacen una guerra contra nosotros se equivocan. No la queremos, sabemos el precio, pero se equivocan, porque Cuba estudia cada guerra, cada tecnología y cada cosa que hay que hacer”.

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