Lun 27.02.2012

EL PAíS  › CLAUDIO VALLEJOS, QUE ACTUó EN LA ESMA, FUE DETENIDO POR ESTAFA

La caída de un represor en Brasil

Los organismos de seguridad brasileños desconocían la vinculación de Vallejos con delitos de lesa humanidad. En los ’80 había reconocido haber matado y torturado, así como haber participado con Astiz en el crimen del pianista de Vinicius de Moraes.

› Por Darío Pignotti

Desde Brasilia

El director del presidio brasileño de Xanxeré ignoraba lo que tenía entre manos: “El argentino Claudio Vallejos está acá desde el 4 de enero, por estafa; no sabemos casi nada de lo que hizo cuando era represor, como dice usted que fue; nos estamos enterando ahora”. “Vallejos actuó en la represión durante la dictadura argentina que mató brasileños, uruguayos, chilenos, italianos”, le explica este diario al penitenciario Luis Brandielli, quien no sale de su asombro: “En serio... ¿este hombre estuvo metido en todo eso?, ¿usted me puede hacer llegar algún artículo sobre Vallejos?”.

No por desopilante este diálogo telefónico ocurrido a las 7.40 del viernes deja de ser revelador sobre la desinformación que campea en los organismos de seguridad brasileños respecto de los ex agentes involucrados en violaciones de los derechos humanos e ilustra sobre el derrotero de Vallejos. Desde hace tres décadas, el antiguo miembro de la ESMA encontró cómodo refugio en Brasil, repitiendo el itinerario de otros represores desocupados que saltaron del terrorismo de Estado a la delincuencia común.

La noticia sobre la prisión de Vallejos puso en alerta a la embajada argentina en Brasilia, que a las 8.30 del viernes ya había tomado contacto con los funcionarios acreditados en el sur para tomar nota del preso alojado en el interior del estado de Santa Catarina. “O trabajamos rápido o este señor se nos escapa porque su abogado puede pedir la libertad condicional en cualquier momento, es muy fácil de conseguir para un procesado por estelionato”, comenta una fuente diplomática a cambio de anonimato.

El Gordo Vallejos, seudónimo bien ganado a juzgar por lo que describen las fotos de su prontuario policial, ya había estado encerrado en la cárcel provincial Xanxeré al menos una vez, siempre por estafas, y fue expulsado de Brasil, donde según fuentes de organismos de derechos humanos tiene un hijo. En 1986, acaso seguro de la impunidad que garantizaban las inminentes leyes de obediencia debida y punto final, el prófugo se vanaglorió ante a la prensa brasileña de haber matado a 30 prisioneros, torturado a otros tantos y –aquí lo más importante– narró cómo Alfredo Astiz asesinó al pianista de Vinicius de Moraes en marzo de 1976, en uno de los primeros crímenes posteriores al golpe del 24 de marzo (ver aparte).

“Esa confesión de hace 26 años ahora puede tener toda la actualidad del mundo, me temo que será tratada en la Comisión de la Verdad que creó la presidenta Dilma (Rousseff). Tenemos en prisión al represor que conoce y también parece que participó en la desaparición de un ciudadano brasileño en Buenos Aires”, sostiene Rose Nogueira, del grupo Tortura Nunca Más.

–Lo que dijo puede traerle consecuencias políticas, pero no jurídicas, porque en Brasil rige la amnistía de la dictadura.

–Permítame corregirlo: la ley de amnistía, o si prefiere de autoamnistía, que lamentablemente está en vigor, no puede anular delitos permanentes como la desaparición. Si nosotros podemos demostrar en la Comisión de la Verdad, ante fiscales que queremos que vayan a las audiencias, que este Vallejos está incurso en una desaparición, creemos que podría ser juzgado. Se lo digo porque ya hay un fallo del Supremo, reconociendo que la desaparición no se extingue. Obviamente habrá una polémica con los defensores de la amnistía.

La afirmación de Rose Nogueira, ex compañera de celda de la presidenta Rousseff en los años ’70, anticipa que los organismos de derechos humanos no cruzarán los brazos ante el represor si es que permanece en Brasil. Tanto por su proximidad con la desaparición del músico Tenorio Cerqueira como por su exilio en Brasil desde los primeros años de la transición democrática, Vallejos pertenece a la cría del Cóndor Brasil-Argentina, uno de los apartados menos conocidos de la década infame sudamericana.

Cualquier fiscal curioso, brasileño o argentino, podría confrontar a Vallejos con las revistas (cedidas a este diario por el Movimiento Justicia y Derechos Humanos) en las que hace 26 años demostró estar muy bien informado sobre la presencia en Brasil de represores argentinos y hasta de niños arrebatados a sus padres en cautiverio. Está documentado que en los ’80 el Plan Cóndor prodigó cobijo a sus hombres en retirada ante la “amenaza” democrática. Los chilenos, con apoyo del dictador paraguayo Alfredo Stroessner, crearon la conocida “cofradía” en Asunción, y contaron con el apoyo del Servicio de Inteligencia de Defensa uruguayo, en 1992, para sacar de Santiago al incómodo bioquímico de la DINA, Eugenio Berríos, luego asesinado en una playa oriental.

Claudio Vallejos tal vez pueda poner luz sobre la estructura que facilitó los movimientos en Brasil del represor Guillermo Suárez Mason, quien repartía su tiempo entre movidas desestabilizadoras contra Raúl Alfonsín y encuentros en San Pablo con Licio Gelli, de la Logia Masónica P2, de notoria vinculación con las dictaduras setentistas.

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