EL PAíS › UN DíA DE PINTURA, CARTELES Y RECLAMOS EN EL HALL CENTRAL DE LA ESTACIóN ONCE
Un grupo de jóvenes se instaló en el centro de la estación para pintar consignas contra el servicio y la empresa concesionaria. E invitaba a participar a los pasajeros. Las reacciones, los pedidos y las discusiones.
› Por Emilio Ruchansky
En una día nublado, de poco movimiento en la Estación Once, un grupo de jóvenes se instaló ayer por la tarde en el centro del hall, a pocos metros de la boletería, invitando a pintar carteles. Algunos de los precursores eran familiares de víctimas, otros amigos de Lucas “Chimu” Menghini Rey, la víctima 51 del incidente ocurrido el miércoles pasado. Buena parte de los mensajes improvisados allí referían a la empresa TBA, concesionaria de la línea Sarmiento. “Viajamos en tus tumbas de metal –decía uno–. Asesinos, negligentes, no van a quitarnos la esperanza. Merecemos un servicio digno”, señalaba otro. Silenciosos, cientos de pasajeros y curiosos se acercaron a la ronda para estrechar la mano o esbozar una media sonrisa al grupo, que se adueñó de las miradas en la estación.
“La policía vino para preguntar si estábamos organizando una marcha o algo así, cuando les dijimos que no, se alejaron”, comentó Hernán, un joven afable, que invitaba a pintar a quien se acercaba. “Sólo estamos mirando”, les respondían muchos pasajeros. Sobre el piso, desperdigadas, había decenas de cartulinas blancas, pequeñas y medianas, y tarros de témpera roja, azul, verde y amarilla. El rojo, por lejos, fue el color más usado para pintar consignas. “¡Basta de robarnos!”, “La plata vale más que la vida” o “Queremos justicia”, por nombrar algunas.
Dos de los jóvenes que estaban en la ronda se encargaron de diseñar unos carteles que podían verse en las dos entradas de la avenida Pueyrredón y en los accesos laterales de las calles Mitre y Perón. Como si fuera una señal vial, enmarcado en un triángulo, se superponían el mango de un arma y un vagón de tren como caño de la pistola. Debajo otro afiche destacaba este dibujo: “Peligro. Corrupción sin frenos”. Cerca de las boleterías, alguien pintó con lápiz labial: “¡Dejen la concesión, asesinos!”.
Mientras pasaban pasajeros, guardas, vendedores ambulantes, barrenderos y mendigos, dos chicas llenaban una cartulina grande. Primero pintaron vías y durmientes de rojo con un fondo verde. Luego, en letras azules: “A 20 KM no se puede frenar”. A lo último, en paralelo y en amarillo: “Queremos justicia”. Una señora se acercó al grupo para contar que un tren quedó varado porque se incendió una máquina. Al rato, cuando se apagaron los reflectores que iluminaban esa parte del hall, la misma mujer recriminaba: “Les sacan la luz para que no se expresen, no se dejan apretar”.
A un costado del grupo, dos hombres charlaban encendidamente sobre el choque. “El que la tenga que pagar, que la pague. Y que la pague bien caro”, decía uno de ellos. El otro insistía: “No podemos depender de que le saquen la concesión a TBA, de alguna forma nos tenemos que organizar los pasajeros porque nadie nos regala el boleto, por más que sea barato”. A pocos metros, cerca del andén donde se estrelló la formación 3772, un cartel de un grupo autoconvocado invitaba a una marcha para hoy a las 19 al Obelisco: “Todos por Once”.
Hernán, el único que pintaba y no tenía inconvenientes en hablar con la prensa, informaba que la idea era trasladar los carteles a un costado del andén 3 y pegarlos sobre la madera que obstaculiza el paso al lugar de la catástrofe. Allí, entre ramos de flores, ya había algunos afiches que pedían justicia y oraciones por las víctimas. Tres policías federales custodiaban esa entrada. A menos de un metro de sus zapatos, amontonados en el piso, se mezclaban otros carteles y flores arrancados.
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