EL PAíS › COMIENZA EN NEUQUéN UN JUICIO CONTRA VEINTICUATRO REPRESORES DE LA úLTIMA DICTADURA
El dirigente docente Orlando “Nano” Balbo será el primer testigo del juicio en el que se juzgará al ex agente de inteligencia Raúl Guglielminetti, entre otros represores. El proceso abarca delitos cometidos contra 39 víctimas.
› Por Elio Brat
Desde Neuquén
El segundo juicio por delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura en la llamada Subzona 52 comenzará hoy en Neuquén. El Tribunal Oral Federal de esta provincia, compuesto por los jueces Orlando Coscia, Eugenio Krom y Norberto Ferrando, tendrá delante suyo a 24 represores imputados, entre ellos al ex agente de Inteligencia Raúl Guglielminetti y al ex coronel Oscar Lorenzo Reinhold. El primer testigo identificará a Guglielminetti como cabeza principal del grupo que lo secuestró el 24 de marzo de 1976 y luego lo torturó en el edificio que fue y sigue siendo el lugar de la Policía Federal en esta capital patagónica. Se trata del maestro y dirigente de los docentes neuquinos Orlando “Nano” Balbo, quien en 1976 estudiaba y trabajaba en la Universidad Nacional del Comahue, lugar donde el propio Guglielminetti tenía un puesto laboral a instancias de quien fuera rector de esa universidad, Remus Tetu. Balbo relató a Página/12 qué siente ante la posibilidad de contar ante un tribunal lo que él y sus compañeros sufrieron.
“Cuando Guglielminetti me detiene, la mañana del 24, en Neuquén, pensaba que Nano era mi nombre de guerra, pero yo soy Nano porque mi hermana no podía pronunciar mi nombre, Orlando. Así me conocen hasta hoy mis familiares y mis amigos. Yo había llegado la noche anterior muy tarde desde Buenos Aires y me levanté para avisar a mis amigos que el golpe era un hecho. Cuando tiraron abajo la puerta de la casa donde estaba, el primero que apareció con una Itaka fue Guglielminetti. Rompieron todo e hicieron un despliegue impresionante en la calle. Pensé: ‘¿Todo esto por un gil como yo?’. Pero después me di cuenta de que era por muchos.”
–¿Cuántos años tenía? ¿Militaba?
–Tengo 63, así que en ese momento tenía 27. Cuando Remus Tetu llegó a la universidad, yo estudiaba Ciencias Agrarias. Fue él quien nos cesanteó a muchos que trabajábamos allí en ese tiempo. Yo siempre fui docente y desde 1973 fui nombrado coordinador de la campaña de alfabetización en todo Neuquén del gobierno de (Héctor) Cámpora. Militaba en la Juventud Peronista. Primero en el Peronismo de Base, donde pensábamos que el peronismo era una gran bolsa de gatos, pero donde los trabajadores habían logrado organización e identidad, sin una dirección consciente que les permitiera dar una pelea contra los grupos de poder... Hoy miro nuestra realidad y siento que eso sigue vigente (risas).
–Cuando declare, va a estar muy cerca de Guglielminetti. ¿Es como una revancha después de 36 años?
–No... (piensa). Por momentos tengo una sensación contradictoria, porque uno estuvo 36 años guardando información y lo más suave era olvidarlo, ya que revivirlo era como ser torturado otra vez. Sin embargo, creo que es una estrategia de todos los sobrevivientes. La historia de la humanidad es que “alguien tiene que sobrevivir para contarlo”. Alguien tiene que contar lo que pasó. Y eso nos mantuvo vivos a muchos.
–¿Cómo vivió los días previos a su declaración?
–Estoy muy contento de poder declarar, más allá de que no va a ser fácil. Llego por el apoyo de las organizaciones de derechos humanos, fundamentalmente de Noemí Labrune (de la APDH de Neuquén) y en su momento de (el obispo de Neuquén) Jaime De Nevares. Varias veces le dije a Don Jaime que nunca podríamos poner presos a quienes fueron represores en la dictadura y él me contestaba que era un hombre de poca fe. Lo otro es que todos nosotros, los que sobrevivimos a aquello, tenemos una obligación.
–¿Cuál?
–Yo no me considero una víctima, sino un testigo de cosas terribles. Siento que tengo la obligación de dar testimonio para que el Nunca Más sea una posibilidad. Además, es muy difícil y remota la esperanza de que (los represores) nos digan qué hicieron con nuestros desaparecidos, que les den los cuerpos a sus familiares y que digan dónde están o qué hicieron con ellos, pero eso no va a hacer que no lo sigamos intentando.
–¿Tiene alguna esperanza en éste y otros juicios a los represores?
–Veo al tribunal como una posibilidad de hablarle a la sociedad. Después, el tribunal sabrá qué tiene que hacer con esto. Siempre me acuerdo de lo que escribió Primo Levi como sobreviviente de Auschwitz, cuando dice que “si bien comprender resulta imposible, conocer es impostergable, porque las conciencias pueden volver a oscurecerse. Incluso la nuestra”. Creo que esa frase me mantuvo para llegar a dar testimonio y decir lo que viví.
–¿Hace cuánto que no ve a Guglielminetti?
–Lo vi hace un par de años, cuando lo trajeron a declarar a Neuquén, cosa a la que se negó por supuesto. Pero antes, cuando volví al país de mi exilio en Italia, lo vi como guardaespaldas de Alfonsín... Entonces preparé la valija y me dije “yo me vuelvo a Europa”. Fue Jaime De Nevares quien me hizo quedar y aquí estoy.
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