EL PAíS › UN EX CONSCRIPTO DECLARó QUE VIO CUANDO SE LLEVABAN A UNA BEBA DE LA CASA DE SUS PADRES
Juan Carlos Elso declaró desde Bolivia que estuvo en el operativo de la calle 30 y aseguró que se llevaron a una beba viva en un camión del Ejército. Sería Clara Anahí.
› Por Alejandra Dandan
Juan Carlos Elso hacía el servicio militar obligatorio el 24 de noviembre de 1976 cuando estuvo de custodio en el garaje de la casa operativa de Montoneros en la calle 30 de La Plata. Pese a que no debía moverse, por curiosidad y en medio de la confusión, entró y salió varias veces de la casa. En un momento, “volteé mi cara y veo a una persona de civil con el FAL colgado en el hombro, campera de jean, pantalón jean, pelo relativamente largo, barba de un par de semanas, con un pequeño bulto por así decirlo en los brazos. Me di cuenta de que era un bebé por la forma que lo tenía tomado, por cómo lo trasladaba y porque alcanzó a cubrirlo con una especie de cortina o de manta de color fucsia con motivos verdes. Pasó por mi lado con el supuesto bebé, porque hasta ese momento yo no sabía de qué se trataba, y lo llevaron hasta una camioneta que no estaba identificada con los distintivos del Ejército”.
Horas después no sólo confirmó sus sospechas. Escuchó a los soldados de la enfermería decir que el jefe se preguntaba cómo había sido posible que en medio de todo ese tiroteo, aquella beba hubiera salido con vida.
Elso declaró en el juicio oral por el Circuito Camps en La Plata, a pedido de la querella de María Isabel “Chicha” de Mariani, por el operativo de 300 personas desplegadas por el Ejército y la policía de Ramón Camps en la llamada Masacre de la Calle 30. Para la fiscalía y las querellas su testimonio se convirtió en el más importante de este tramo de la causa y la prueba de que aquella beba que vio salir de la casa es Clara Anahí, la nieta que Chicha busca hace casi 36 años. Los datos de su sobrevida desarman, a la vez, las versiones de los represores que en los últimos tiempos intentaron darla por carbonizada.
Elso declaró en teleconferencia desde el consulado argentino en Potosí, Bolivia, en presencia del juez Carlos Rosanski, presidente del Tribunal Oral Federal de La Plata que se trasladó para reforzar las garantías jurídicas de una declaración que a este hombre le llevó muchos años poder contar. A días de la declaración reveladora de otro conscripto en Formosa, su testimonio alienta la esperanza de los familiares de los desaparecidos para que se abran nuevas vías para las causas.
Elso, que ahora entrena niños en un club de fútbol de Potosí, en 1975 jugaba en Gimnasia y Esgrima La Plata. En marzo de 1976 lo convocaron para el servicio militar en una de las compañías del Regimiento de Infantería 7 del Ejército. Hace unos seis años pasó por la casa de la calle 30, habló con quienes estaban ahí, pero se fue sin dejar datos. Chicha lo buscó desesperadamente desde entonces (ver aparte), hasta que el último 10 de diciembre una persona de su confianza volvió a la casa: así empezó el largo camino de esta declaración que lo convierte en casi el único testigo directo de la masacre.
“Ese mismo 24 de noviembre, yo me encontraba en el cuartel y alrededor de las 11.30 o 12 de la mañana comenzamos a ver mucho movimiento: camionetas que salían con personal del Ejército muy armado y en el cuartel se podían escuchar disparos a lo lejos. Intuimos que algo pasaba hasta que minutos después un cabo primero de la Sala de Armas y uno de Gendarmería recogió a unos cuantos soldados en la camioneta y salimos con destino al lugar”, dijo. “Nos apostaron, si mal no recuerdo, a mí en la calle 56 (casi en la esquina de la casa), hasta recibir algunas órdenes y empiezo a ver gente que entraba y salía de las casas aledañas. Me pusieron en la puerta de una casa donde entraba y salía personal militar, incluso armado. Por un pasillo de entrada finita. También había gente de civil. La consigna que me dieron es que sólo esas personas podían entrar en la casa. Suponíamos que era gente del Ejército o la policía u otros organismos, porque entraban con los uniformados a los fondos de las casas que estaban enfrente de la casa en cuestión.”
El dato que confirma que habían tomado buena parte de las casas del barrio permite pensar las dimensiones del terror y da cuenta de las razones por las que todavía muchos de esos vecinos no hablan.
Mientras tanto, dijo, se desplegaban camiones del Ejército, algunos con identificación. Mientras estaba ahí, escuchó la primera explosión “bastante fuerte” y creyó que habían usado esos proyectiles. Corrió a la esquina con otros compañeros, y “vimos mucha cantidad de humo y mampostería tirada en medio de la calle”.
El tiroteo siguió. Luego, otras dos explosiones más tenues. Imaginó granadas de mano. El humo era cada vez más intenso, y el tiroteo continuó treinta minutos. “Al poco tiempo los disparos cesaron –dijo–. Hubo cierta calma y mucha gente se cubría hasta que vimos llegar al personal de Explosivos que revisaban las casas antes de que ingresara otra persona.”
En ese momento entró en escena Mario Bazán, jefe de Enfermería y una persona que con los años fue importante. Bazán trasladó a Elso de puesto y lo ubicó ante el garaje de la casa de Claudia Teruggi, que ya a esa altura estaba tendida en el piso, y de Daniel Mariani, que ese día no estaba.
“A medida que iban pasando los minutos veía que entraba y salía gente. Siempre uno tiene un poco de curiosidad y yo dejaba la puerta abierta como para ver qué estaba pasando. En un momento dejé mi puesto y empecé a entrar y salir de la casa; en una de las incursiones llegué casi hasta el patio del fondo, alcancé a ver que había un cuerpo en el piso con una especie de camisa blanca en un charco de sangre y volví a salir.”
Es en ese momento que vio a quien sacó a la beba de la casa. A pedido de la querella,representada por la abogada Verónica Bogliano, describió varias veces a esa persona que aún no está identificada. Más tarde, la fiscalía le preguntó si suponía que era de la policía o del Ejército. Elso no lo sabe, dijo que el FAL lo usaba el Ejército. Al bebé lo subieron a una camioneta, describió, con un chofer y un acompañante.
–¿Supo qué pasó con el bebé después? –preguntó Bogliano.
–Sí, cuando estábamos en el rancho, en la enfermería. Ibamos a cenar o almorzar con algunos compañeros. Ellos decían que no se explicaban cómo el bebé había salido ileso después de tantas cosas. Era el comentario de todos. Mis compañeros se preguntan cómo pudo ser que haya sobrevivido ¿Dónde estaba escondido? ¿Dónde lo habían puesto?
Aquí es cuando esos soldados citan a Bazán como fuente de la sobrevida de la niña. Dicen que él fue quien dijo que la niña estaba viva. Bazán declaró en el Juicio por la Verdad y murió el año pasado. En su declaración, sin embargo, dijo que la niña estaba carbonizada. Ahora que el dato es distinto, las querellas intentaron ahondar en las supuestas pruebas de esa “carbonización”. ¿Había fuego? ¿Cómo estaban los cuerpos de las cuatro personas que murieron ahí? Elso vio a dos, tumbados en el piso, en charcos de sangre. Uno era varón, otro creyó que era una mujer. Pero además dijo que no hubo fuego: “Cuando entré seguía habiendo humo en la casa. Había unas cortinas no encendidas, pero seguían humeando y el personal del Ejército las sacó al patio para pisarlas. El olor y el humo eran fuertes, pero no puedo decir que haya visto fuego, pero sí mucho humo”.
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