Lun 23.04.2012

EL PAíS  › OPINIóN

1971: Hipólito Vieytes o Revolución en la granja

› Por Darío Balvidares *

Hubo un tiempo que no fue hermoso. Les cortaban el pelo, los hacían desfilar en las fiestas patrias. No, no eran soldados, eran estudiantes secundarios, eran chicos con ilusiones, con ganas de hacer, con ganas de expresarse, con la potencia que les hacía intuir que no era por ahí por donde se escribía la historia, que no era por el autoritarismo el aprendizaje; la letra con sangre no entra.

Acá están, todos, todos los que escriben este relato íntimo que es un hecho pedagógico público, seguramente el mayor hecho pedagógico de la escuela Hipólito Vieytes de la ciudad casi autónoma de Buenos Aires.

Y el relato dice que no estaban, que ellos no estaban, habían sido borrados, no les dieron el diploma. ¡Qué curioso! La promoción 1971 no recibió el diploma...

El castigo “ejemplar” por haberse manifestado contra el autoritarismo reinante en una escuela que reproducía los gestos de la alienación, de la obediencia debida que funcionaba como principio rector de la verdad en la pedagogía de las minorías que traman nuestro destino.

Pero la letra entra por la escritura, el capítulo de la historia íntima de la promoción 1971 comenzó a escribirse este 20 de abril, en la escuela, al mediodía, con el homenaje a los veinte desaparecidos que fueran alumnos en distintas épocas autoritarias, con el signo del recuerdo permanente, una placa con los veinte nombres, con todos los nombres, todos juntos.

La presencia de los familiares, de Madres y Abuelas, de los pibes y pibas que hoy son estudiantes, de los que trabajamos en la escuela, de funcionarios políticos y, por sobre todo, de los anfitriones: la promoción 1971 que cuarenta y un años después tendrá su diploma.

¿Después de qué?

Después del oprobio, después del gesto obsceno de negarles a aquellos pibes el diploma: por pensar, por decir, por manifestarse...

La potencia de lo íntimo, del dolor que espera, sin venganza; espera, se junta, se hace colectivo, regenera un hecho fundante, en este caso la consecuencia es pedagógica: todos aprendemos...

La potencia de lo íntimo construye lo público, construye lo colectivo, lejos de la transacción, escribe en el relato público una historia íntima que ya es imborrable.

Esto sucedió en una época en que el pensamiento estaba suspendido; que nos sirva para no repetir la historia, tal vez no la misma, tal vez ya no se trate de la desaparición forzada de personas, pero estemos atentos, no vaya a ser que tengamos que asistir a la desaparición forzada de la escuela pública... la misma que este 20 de abril permitió la recuperación de la memoria...

* Docente de la Escuela Hipólito Vieytes.

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