Mar 24.04.2012

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La vida después de Repsol

› Por Washington Uranga

Los mismos que insisten en quejarse por “el relato oficial” para denunciar lo que consideran es una construcción discursiva del Gobierno para no hacerse cargo de lo que sucede en “la realidad” (una noción sujeta en todos los casos a la perspectiva de quien enuncia) han venido construyendo su propio relato para advertir a propios y extraños sobre la catástrofe que nos espera desde que, por la decisión de la Presidenta y con el apoyo de la mayoría de la ciudadanía y de las fuerzas políticas, se ha iniciado un proceso de nacionalización de los recursos petroleros.

Se nos anunció que éste es “un paso más” en el camino del “autoritarismo” que incluirá nuevas “estatizaciones”, como si Repsol y sus capitalistas aliados hubieran sido la mayor expresión de la equidad social y sustento de los valores democráticos y ciudadanos.

Se nos pronostica a cada paso lo duro que será el “aislamiento” como consecuencia de las “sanciones” que recibiremos del capitalismo transnacional y sus Estados voceros, como si la gestión de la petrolera encabezada por los españoles en los últimos años no haya sido en sí misma la peor sanción en contra de los intereses de la Argentina y sus habitantes. Desconociendo además que la mayoría de los discursos “integracionistas” planteados desde los centros de poder no son en el fondo sino una gran falacia para hacer primar los intereses de los más poderosos. ¿Se acuerdan del ALCA?

Se advierte que la medida impulsada por el Gobierno es el “fin de la propiedad privada” en la Argentina, convirtiendo al régimen de propiedad privada en una suerte de pilar del Derecho, la democracia y la ética, y olvidando que es precisamente en nombre de la propiedad privada que hoy se violan derechos humanos, se atropella la dignidad de millones de personas en el mundo, se tiran gobiernos democráticos y, sobre todo, se condena al hambre a millones de seres humanos.

En el debate discursivo, el proceso de nacionalización de la mayoría de las acciones que la transnacional Repsol tiene en la nacional YPF se transformó rápidamente en “confiscación” para quienes consideran que los intereses de los capitalistas están siempre por encima de cualquier derecho colectivo de una nación o de sus ciudadanos. No se califica en cambio de “confiscación” el envío al exterior de remesas de ganancias que deberían haber sido reinvertidas para avanzar en la exploración y en la explotación de petróleo en nuestro país. En ese caso se trata de “legítimas ganancias” de los inversores privados.

Son los mismos que advierten sobre la “inseguridad jurídica”, apoyándose en la mitad de la biblioteca que los favorece y olvidándose de la otra parte que va en contra de lo que afirman. Y sobre todo repitiendo argumentos construidos en el exterior por quienes, desde los Estados y desde las empresas, fabricaron guerras para hacer enormes negocios (también con los recursos naturales) en Irak, en otros países de Asia, en Africa. Parece ser que en esos casos no estuvo en juego la “seguridad jurídica” y tampoco los repetidores locales del argumento toman en cuenta esos datos.

Para completar el cuadro no faltó tampoco quien se dedique a sembrar temores frente al riesgo hipotético de que el afán oficial por “estatizar” y “confiscar” alcance también a alguna empresa de comunicación manejada por los españoles (como es el caso de Radio Continental). Sería un avance más en la ofensiva “contra la libertad de expresión”, principio que, según estos mismos voceros, estaría garantizado sólo por la libertad de empresa, según indica el decálogo de la SIP que hay que seguir a pie juntillas.

Para completar, los apocalípticos del relato antioficialista decidieron acoplar sus voces a las de Mauricio Macri, a quien sus asesores mediáticos decidieron convertir en profeta de la catástrofe: “Dentro de un año estaremos peor”. Sembrar el miedo es hoy la clave del relato antigubernamental.

Afortunadamente, los argentinos ya vimos esta película. Pasó algo semejante después de la renacionalización de las AFJP, después de las escaramuzas por las retenciones a la producción agrícola, después del anuncio de la Asignación Universal por Hijo, y podrían mencionarse más ejemplos. A la vista de la experiencia podemos seguir diciendo que hay vida después de Repsol. Y a la luz de lo vivido, y sin entrar en análisis demasiado técnicos, casi con certeza podemos afirmar que la vida después de Repsol será mejor que la que vivimos hasta aquí.

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