Había terminado la arremetida final de su discurso con un llamado a decidir entre los “dos modelos”. Se lo notaba ilusionado, con la voz que a veces le jugaba una mala pasada y una emoción contenida, seguramente por la conciencia del “desafío histórico” que le había tocado en suerte. Apenas ensayó una sonrisa para despedirse, saludar con las manos y girar sobre sí mismo rumbo al palco de dirigentes que lo esperaba detrás. Pero entonces empezó a sonar la Marcha Peronista, y Néstor Kirchner se encontró con Daniel Scioli que caminaba directo hacia él. Se abrazaron, tomaron una bandera argentina y saludaron juntos, una vez más, a la multitud. A esa altura, la gente casi desbordaba las vallas y se mostraba muy eufórica. En el escenario, los invitados especiales –con Chiche Duhalde como estrella máxima– cantaban a voz en cuello. La imagen resumió el espíritu colectivo que tuvo el cierre de campaña de Kirchner en La Matanza.
Como en sus últimas apariciones, Kirchner centró su prédica en la confrontación con el modelo económico que impuso Carlos Menem. Tal vez por ser el último acto de campaña, o tal vez por el triple empate con el riojano y con Ricardo López Murphy, los oradores eligieron un tono épico para arengar y tratar de conmover a los militantes. “Quiero hablarle al pueblo argentino, porque el 27 de abril se juega mucho más que un candidato –advirtió Kirchner apenas comenzó su discurso–. Se juegan dos modelos, el modelo de la concentración económica, que arrasó con la clase trabajadora y rebajó a la clase media. Y el otro modelo, que es el de la producción y el trabajo, que les va a dar dignidad a los trabajadores y va a hacer que vuelva la movilidad ascendente de la clase media.”
El paisaje del Mercado Central, a un costado de la autopista Ricchieri, lucía como las postales peronistas de las mejores épocas. Los manifestantes fueron llenando lentamente el playón donde descargan los camiones. Lo fueron haciendo en forma ordenada, separada en columnas de cada municipio o encolumnados con algún dirigente. Aunque a una hora del inicio el predio estaba ocupado sólo por la mitad, la llegada a último momento de los contingentes más numerosos –La Matanza especialmente– llenó los claros y dejó las instalaciones repletas de banderas, pancartas y estandartes. Por ese entonces, los organizadores estimaron que la convocatoria era de 38 mil personas. La cifra pareció un poco exagerada.
Como se esperaba, La Matanza movilizó los contingentes más numerosos, que llegaron todos juntos, tirando petardos y bengalas.
De todos los discursos que se escucharon, el de Kirchner fue el más crítico con Menem, a quien volvió a llamar “el viejo fantasma”. “Se pasó, no tendría que haberlo criticado tanto si habla de unidad nacional”, analizaba luego, ante Página/12, un duhaldista del Conurbano que aspira a ser intendente. Sin embargo, Kirchner quiso hacer gala de su origen y su trayectoria “progresista” –coincidiendo con la estrategia de buscar el voto de centroizquierda, espantado con la posibilidad de un ballottage entre Menem y López Murphy–, y acusó a su rival de querer reprimir y “volver al pasado”. “Me duele ver en la tele a un candidato que hace campaña diciendo cómo les va a pegar a los argentinos si se portan mal”, azuzó. “No tengan dudas de que van a tener un presidente al lado de los desocupados, me voy a preocupar por devolverles la dignidad del trabajo”, prometió y se presentó como lo opuesto al riojano.
El edificio inmenso del mercado aparecía cubierto por una bandera gigante que decía “Kirchner-Solá-Atanasof”, mientras que en el cielo se veían dos globos enormes del gremio de los peones rurales, como aquellos que se usaban en los ‘70 y ‘80. Durante todo el acto la gente se hizo sentir con cantitos y petardos, aunque las ovaciones más fuertes se escucharon cuando se presentó el intendente Alberto Balestrini y cuando se despidieron Scioli y Kirchner. También se oyeron gritos de aprobación cuando el patagónico criticó a López Murphy, y por extensión al gobierno de Fernando de la Rúa. “Se terminó en la Argentina eso de que en 20 díasaparezca un ministro de Economía que anuncia un ajuste. ¡Llegó la hora de que paguen los que más tienen!”, vociferó Kirchner y la multitud, directamente, aulló.
Después de hablar, Kirchner se abrazó con Scioli, y luego se sumaron al abrazo su mujer, Cristina Fernández de Kirchner, el gobernador Felipe Solá y su mujer Teresa González y la modelo Karina Rabolini. Scioli volvió para atrás y trajo de la mano a Chiche. Todos juntos empezaron a bailar la canción “Tren del Cielo”, de Soledad Pastorutti, mientras intercambiaban saludos, sonrisas y regalos con la gente que estaba en la primera fila. “Dale que ganamos”, se repetían a un costado los allegados del candidato y los dirigentes invitados. En el palco estaban José Pampuro, Aníbal Fernández, Antonio Arcuri, Mariano West, Julio Alak, Alberto Iribarne, Alfredo Atanasof, Baldomero “Cacho” Alvarez, Saúl Ubaldini, Mabel Müller y Oscar Rodríguez, el segundo de la SIDE, entre otros.
El clima era de optimismo. Descontaban la llegada al ballottage, y las felicitaciones se parecían a las de un triunfo. “El 27 de abril a la noche nos vamos a encontrar en todas las plazas del país, para festejar y descargar toda la bronca que tenemos”, pronosticó Balestrini cuando le tocó hablar. Antes había hablado Solá, quien pidió “el esfuerzo final que garantice que el 25 de mayo estaremos festejando la llegada al gobierno de Kirchner-Scioli”. Lo que se necesita para lograr ese resultado quedó resumido en una frase futbolera del festejado discurso de Balestrini. “Ustedes, compañeras, van a poner los ovarios, y ustedes, compañeros, van a poner los testículos.”