Sáb 26.04.2003

EL PAíS  › OPINION

Votar por las obreras de Brukman

› Por Osvaldo Bayer

La Argentina es un desfile interminable de inmoralidades. No lo decimos por autocastigarnos ni para conformarnos. Es así y tal vez querramos que sea así. Si no no sería explicable el renacimiento de figuras atravesadas por todos los procedimientos mafiosos y las inconductas de sus vidas diarias. Resulta ridículo hasta el extremo que figuras de los medios en expresiones cuasihistéricas nos griten: “¡Hay que votar, hay que votar para que gane la democracia. El que no vota llama a la dictadura!”. Votar, me dice un anciano contertulio de la placita Alberdi de Belgrano, significa reconocer el valor de los candidatos. Me pregunto: ¿Quién eligió a los candidatos? ¿De dónde salieron? ¿Los eligió la organización mafiosa de los partidos? ¿Por qué tres candidatos de un solo partido? ¿Quieren quedarse con todo? El que vota respalda a la mafia. El que no vota propone que se le venga toda la estantería abajo a la mafia que sufrimos desde hace 87 años. Imagínese el lector que el domingo no fuera nadie a meter el papelito en las urnas. A la mafia le agarraría pavor. Que ya su última invención de tres candidatos por cada uno de los dos partidos políticos reinantes en la degradada democracia argentina, les fracase. Los tres peronistas, del medio a la derecha; el radical, también con tres candidatos pero más disimulados: con el burócrata bonaerense acostumbrado, un neoliberal populista, y una señora que amenaza con la izquierda y apacigua con la derecha y nombra como vice a un demócrata-conservador mendocino para parar a los asustados. Y los partidos chicos justificando el panorama con tal de figurar y obtener una butaquita en el Congreso o en la Municipalidad. ¿Qué diría Antonio Gramsci viendo a los candidatos marxistas entrelazando las manos para que López Murphy ponga en ellas su pata pintada de oro, o Menem se siente y se estire en la cunita de oro?
Mientras el gobierno peronista recurre a la represión más cobarde y vergonzosa. Lo cometido en Brukman no tiene ninguna explicación. Fue un cuadro de la bestialidad de los que tienen el poder y lo usan desde las cartucheras y el Plan Trabajar. El jefe policial del operativo de la mafia rosadense, de civil, ordenando los balazos de goma y de plomo, y gritándoles a los periodistas mientras enarbolaba una botella de plástico de Coca-Cola con orina: “Tienen bombas molotov, nos atacan con bombas molotov, se los dije a los diputados izquierdistas y me llamaron mentiroso”. Estaba como posesionado y repetía lo de los “diputados izquierdistas”, una lección bien aprendida: hay que saber discernir, no hay diputados representantes de la nación sino diputados amigos y diputados “izquierdistas”. El comisario Roncatti que corría la escena televisiva como un adolescente drogado, mostrando el envase con orina: “Nos atacaron con molotovs”. Mientras sus fuerzas dirigían sus caños a los vientres de las queridas obreras de Brukman, esas Hijas del Pueblo, que no pedían limosna ni asaltaban un supermercado ni les pegaban a los mercenarios de la goma y el gas, sino que querían entrar a trabajar. Los molotovs del comisario Roncatti, una hermoso tema teatral para definir a la Argentina de Duhalde y al trágico final del peronismo, ese final patético que comenzó cuando Perón prefirió a López Rega en vez de Cooke y Walsh. Tragedia griega donde se destila toda la verdad aquella cuando en 1946 el 1º de mayo se ordenó a cantar: “Hoy es la fiesta del trabajo, unidos por el amor de Dios” en vez del heroico: “Hijos del pueblo, te oprimen cadenas...”
El peronismo de López Rega, de Duhalde, del comisario Roncatti. Pero las obreras de Brukman y sus máquinas de coser, y el pan para sus hijos, y su conciencia solidaria. Mujeres bien argentinas. Pero la señora Camaño, ministra de Trabajo, haciendo hincapié en la Justicia: “Haremos lo que diga la Justicia”, idioma del peronismo de 2003. ¿Qué Justicia? Justo los jueces que intervinieron en el vergonzoso orden de desalojo fueron jueces que actuaron durante la dictadura de la desaparición de personas. Abel Bonorino Peró y José Manuel Piombo. Sí, esos que rechazaban los hábeascorpus de las desesperadas madres ante sus hijos desaparecidos. Los mismos jueces le dan razón al ex patrón, a Brukman que se fue debiendo hasta el jornal de los obreros, a ése le dieron la razón los jueces que heredamos por la acción del radicalismo. Quedaron todos, Alfonsín no limpió nada, dejó a los militares, a los policías y a los jueces del holocausto argentino. Modificó todo para no cambiar absolutamente nada. Un maestro del radicalismo. Moreau, para mantener la democracia. Fueron los mismos de la obediencia debida y de la masacre de la Semana Trágica. Duhalde y Alfonsín, los artífices que detuvieron al pueblo que el 20 de diciembre inició el camino hacia la dignidad. Pero lo pararon. Y ahora podemos elegir entre Menem, Duhalde (Kirchner), López Murphy y el caudillo de 1870 Rodríguez Saá, la copia de Pancho Saá (alias “Lanza Seca”). Todos presentables ante el FMI.
La ministra peronista Camaño de Barrionuevo cree en esta justicia. De ella nos habló el general golpista Uriburu, de la época del treinta, cuando fusiló a obreros, y de ella nos habló Videla cuando defendió sus crímenes para apoyar a la Justicia y la defensa de la propiedad. Creemos que ni George W. Bush ni el mismo Hitler hubieran sido tan explícitos en el valor metafísico del dinero y la propiedad, contra el trabajo y el derecho al pan. Pero nuestras autoridades presididas por el peronista Duhalde, sí. Y para defender eso que llaman “propiedad” realizan una de las más cobardes represiones de la historia obrera argentina.
Comisario Roncatti, con una botella de plástico con orina: balazo al cuerpo y gas a los ojos. Occidental y cristiano. Hombre de confianza de Duhalde (no de Cooke ni de Walsh). Argentinos: por eso votamos ahora, por los intereses económicos sobre la vida y la integridad física.
Esta noche marcharé con la asamblea del barrio a Cabildo y Juramento donde haremos carnaval. Haremos desfilar a todos los candidatos y su cohorte, habrá murgas, disfraces y mucha alegría nacida en la ironía popular. Y yo diré un discurso donde diré: “Por todo esto, mañana iré a votar, sí, pero frente a la fábrica Brukman, y votaré por las heroicas Hijas del Pueblo, por las obreras, que nos han enseñado lo que es el coraje civil. Y después de votarlas les daré a cada una un beso en la frente”. A pesar de que me va a estar mirando el comisario Roncatti con una botella con orina en la mano y atrás sus mercenarios uniformados, que dirán que lo hacen por Dios, Patria y Hogar, mientras las heroínas de delantal azul de las máquinas de coser lo hacen por Trabajo, Solidaridad y Dignidad.

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