EL PAíS
› CACEROLAZO DE BARRIOS Y PIQUETEROS
Viernes, en la plaza
Cumpliendo la cita de los viernes, las asambleas juntaron más barrios y recibieron piqueteros.
› Por Sergio Kiernan
Si faltaba algo para que el cacerolazo de los viernes fuera una costumbre argentina, dos muchachos se encargaron de aportarlo anoche: en una sólida parrilla de hierro, arrancaban sin trabajo las brasas para el asado y el choripán. Sufriendo el viento inesperado que hacía tiritar a los de short y a las de remera, todos miraban con impaciencia el fueguito que crecía. Y no faltó al que entre las banderas extrañara al cafetero.
La costumbre no le quitó filo a la manifestación. Había más barrios que nunca, estaban los partidos de la izquierda y sobre la medianoche llegó una nutrida columna de la Universidad Popular de las Madres. La gente seguía llegando aunque era tarde y soplaba, y hubo un pico de ingenio en las consignas.A la hora en que en otros viernes las familias ya se iban, todos esperaban a los piqueteros para hacer una marcha unida. Los piqueteros iban a pasar la noche en la plaza para su plenario de hoy.
La valla policial esta vez estaba tapada por un interminable pasacalles naranja y blanco con las palabras “desocupación, hambre, represión, impunidad, exclusión” pintadas en negro. Cerca de la pirámide, se juntaban los carteles caseros. Dos ciclistas anunciaban para el próximo viernes un rally solidario hasta Mendoza, mientras que justo atrás el pasacalle del Polo Obrero amenazaba llevarse volando a los que lo sostenían. Sobre el monumento, unos muchachos cuelgan un cartelón negro pidiendo Libertad a Emilio Alí, el piquetero de Mar del Plata que lleva más de un año en prisión. Otros carteles avisaban de la presencia de los desocupados de las villas 21 y 24 de Barracas, de Suteba, CTA, ATE y el Frenapo de Flores.
Más zafados, muchos caceroleros se colgaron por el cuerpo sus consignas. Un hombre de barba sostenía un inmodesto cartel que sostenía que era dueño de un “codiciado pene” pero que aun así “yanquis, gallegos y bancos me cogen”. El cartel se preguntaba si no era increíble. Un señor de Lugano avisaba desde su cartulina que “sin trabajo no hay futuro, sin industria nacional no hay país”, mientras que un cartel muy bien hecho llamaba a juntar firmas para que los concejos deliberantes sean ad honorem. “¿Qué sabe hacer un político para ganar 5000 pesos?”, se preguntaba un señor desde un cartel amarillito.
La plaza empezó a llenarse cuando empezaron a llegar las columnas de las asambleas barriales. Las primeras fueron del sur –Lanús, Adrogué, Longchamps, Lomas de Zamora, Gerli, Bernal, Quilmes, San Miguel, José C. Paz, Lugano– seguidas por varias de barrios cercanos a la plaza -Balvanera, Congreso, Medicina–. Después llegaron los del norte, Canning y Córdoba, Pueyrredón y Córdoba, Córdoba y Anchorena, Núñez, Saavedra, Plaza Rodríguez Peña, Alto Palermo. Por primera vez, asomaron carteles de Villa del Parque y Villa Pueyrredón, que suelen quedarse por sus pagos a cacerolear.
Izquierda Unida, el MST, el Movimiento Juvenil Cooperativo y hasta un anónimo grupo anarquista poblaban de banderas blancas, rojas y amarillas la plaza. Al “que se vayan todos” de siempre se le sumaba el “paredón, paredón a todos los corruptos que vendieron la Nación”, mientras que la columna de Lanús agregaba un estribillo pidiendo que el Presidente se volviera... bueno, al vientre de su madre.
Un señor paseaba con un cartelón al cuello listando los aumentos de estos días en artículos de primera necesidad y con una conclusión: “Gracias, Duhalde, sos un genio”. No era el único llamativo. Se podía ver una señora con una linda lata de Chivas Regal rellena con algo que hacía ruido, como una maraca, y una abuela con un delicado platito de metal, golpeándolo con cuidado con una cucharita diminuta. Otra mujer paseaba con una careta de monstruo a la que le había agregado a mano “pueblo argentino” y en un rincón un nene de dos años y su perrito reaccionaban al paseo con intereses opuestos: el chico golpeaba encantado una lata, el perrito ladraba, sacado y sobrepasado.
Como la policía estuvo discreta, no había demasiada tensión. El mal momento llegó casi a la una, cuando unos pibes arrancaron una fogata sobreYrigoyen y se treparon al andamio de la AFIP a hacer pintadas y colgar una bandera. Los federales avanzaron con un celular y efectivos hasta la valla. Pero los mismos caceroleros apagaron el fuego y empezaron a gritarles a los chicos que se bajaran.
Para el cierre de esta edición, no se habían registrado incidentes.