EL PAíS › EL PEDIDO DEL NIETO RECUPERADO PEDRO NADAL GARCíA A LOS REPRESORES DEL CIRCUITO CAMPS
En su declaración ante el Tribunal Oral de La Plata, Nadal García contó cómo recuperó su identidad en 2004, habló de sus apropiadores y les reclamó a los acusados que den información sobre su madre desaparecida, Hilda Magdalena García.
› Por Alejandra Dandan
Pedro Luis Nadal García dijo varias veces su nombre como si aún lo pronunciara por primera vez. Lo dijo frente a los jueces del Tribunal de La Plata, dándoles la espalda a los represores que desaparecieron a su madre, y al médico Jorge Antonio Bergés, que firmó su partida de nacimiento falsa. Cuando la declaración parecía terminar, les dijo a los jueces que quería decir algo más. Se dio vuelta un poco para ver la hilera de represores que tenía detrás, como lo había hecho poco antes: “Los invito a ustedes a que sean un poco más humanos –les dijo–, y que si tienen que irse de este mundo lo hagan con dignidad: digan dónde están los restos de nuestros viejos. Dejen a un lado la soberbia; ya podrían decirnos dónde están los cuerpos, como lo hicieron (Adolfo) Scilingo y este tal (Héctor) Febres, al que no dejaron llegar a contar nada. Así que los invito a darme información de mi vieja, les pido que la compartan. No van a restar condena ni mucho menos por eso. Si fueron responsables, deben hacerse cargo. Nada más”.
Pedro se enteró en 2004 de su identidad porque lo llamaron de un juzgado. Mientras esperaba el resultado genético intentando convertir en datos más ciertos esa sensación más vieja de que la historia que había vivido era una mentira, se lanzó a investigar por las suyas qué había sucedido con él. Entrevistó como un investigador a todos los familiares de la línea de apropiadores maternos, más tarde lo hizo con los paternos. Se metió en el archivo del diario El Sol, de Quilmes, encontró datos de lo que los periodistas llamaban la Brigada Fantasma, un grupo de parapolicías integrado por su apropiador. Buscó imágenes desesperado en los álbumes de familia; entre ellas, un álbum donde sabía que su apropiador coleccionaba a sus caídos. Cuando confirmó finalmente que es hijo de Hilda Magdalena García y Jorge Adalberto Nadal, que él lo buscaba y estaba con vida, Pedro tenía dos hijos. Uno de los abogados de Abuelas de Plaza de Mayo, Emanuel Lovelli, le preguntó en la audiencia por ese momento.
“¿Y cómo se le explica a un niño de cuatro años y medio que una persona desapareció?”, dijo. “¿Se le dice que la gente se esfuma? ¿Se hace humo? Yo le dije que había un Estado que en vez de protegernos reprimía a la gente, que se quedó con nosotros, pero fui una bestia explicándole a mi hijo. Me preguntó: ¿a mí me va a pasar lo mismo? Le dije no sé, no tuve la capacidad de explicárselo de otra forma, así que yo los hago responsables a ustedes también de todo el daño que le hicieron a mi familia y no sólo a mí. De la porquería que lograron con esta situación que trasladaron de generación en generación, me refiero a ustedes que están atrás, a la avidez de quedarse con nosotros.”
A la audiencia por los crímenes del Circuito Camps en La Plata, Pedro llevó dos carpetas de las diez que reconstruyó en estos años con archivos. En un momento sacó una caja con una almohadita de bebé, algo de ropa y un peine. Una vez, en medio de una conversación con su apropiadora, luego de su identificación, ella se levantó de una silla y fue a buscarle esa caja. “Yolanda me trajo esto –dijo él–, me dijo: ‘Con esto te trajeron a vos, te imaginarás que viniste bastante mugrosito’”. Pedro anduvo con esa caja a cuestas largo tiempo. Se la iba mostrando a quienes entendía que podían haber sido compañeros de militancia de su madre. En un momento llegó a ver a Norma Iriarte, una de las sobrevivientes: “Esto te lo compré yo”, le dijo ella frente al peine. “Era extraño –dijo él– porque ahí me enteré de que el cepillito en realidad era para mi hermano más grande, porque siempre lo peinaban con peine de grande. Norma se lo regaló a mi mamá, le dijo que era un peine de niños y eso terminó en la casa de Yolanda.”
Pedro nació el 29 de mayo de 1975 en Resistencia. Su madre, Hilda Magdalena García, y su hermano Carlos, más grande, habían llegado al Chaco escapándose de Buenos Aires, donde el 15 de mayo habían secuestrado a su padre, Jorge Adalberto Nadal. Meses después de parir, Hilda volvió con sus hijos a Buenos Aires para buscar a sus compañeros del PRT. En una fecha cercana al 5 de marzo de 1976 –una fecha que Pedro todavía no tiene clara pero que intentó reconstruir cruzando datos de los certificados de vacunas–, los secuestraron en Guernica. La patota se llevó a Hilda y a Pedro, pero dejaron a Carlos, que llegó con sus abuelos protegido por una compañera de militancia.
Jorge Nadal, en tanto, estuvo preso en Sierra Chica, salió exiliado, se reencontró con su hijo Carlos y se puso a buscar a su otro hijo. Pedro no supo nada de esa búsqueda hasta octubre de 2004, cuando recibió la citación del Juzgado Federal Nº 3 de La Plata. “Cuando me presenté no tenía idea del motivo por el que me habían citado.” Le explicaron que lo habían convocado por una causa de Abuelas de Plaza de Mayo. Que existía la posibilidad de que fuera hijo de desaparecidos.
El relato de los apropiadores sobre su origen varió con el paso del tiempo. Pedro fue inscripto como hijo biológico por su apropiador Luis Alberto Ferián, de la Brigada de Investigaciones de Quilmes, hoy fallecido. Y de Yolanda de Francesco, muerta con prisión domiciliaria. Bergés firmó la partida de nacimiento. Pero a Pedro le contaron otra cosa. Primero le dijeron que era hijo de una madre que lo había abandonado, pero hijo biológico de su apropiador. Luego eso cambió. Ferián no vivía con Yolanda, sino con otra pareja y otros hijos. “En la casa de él –dijo Pedro–, yo no le podía decir papá sino tío, así fue siempre. En un ambiente íntimo y con mi apropiadora, él era mi padre. Cuando estábamos en la casa de Ferián era mi tío y en cualquier evento público era así. Tuve ese doble discurso hasta que fui creciendo.”
Como todo lo que sucedió después, Pedro anotó todas las versiones que le iban dando. “Así comencé a tener fuertes dudas de que no me estaban diciendo la verdad. Me las seguí guardando con la intención de averiguar más algún día.” Pero cuando lo intentaba, su apropiadora se desestabilizaba: sufrió un infarto y tuvo cáncer. “Era mucho más constante que yo en lo mucho que se esforzaba por retenerme, porque hizo un buen trabajo de trasladarme toda la culpa que pudo hasta que murió.”
Cuando llegó la citación del Juzgado, algo de su búsqueda cambió: “La citación en realidad fue una herramienta importante para quitarme el temor y esa sensación de deuda, porque fui en secreto y luego acepté hacerme el ADN para cruzar mis datos con los del Banco Genético. Me acerqué a Abuelas, pero no me decían nada porque querían que esperara el resultado, pero sí comencé esta suerte de investigación y abordé a los familiares (de Yolanda) que me podían llegar a dar datos”.
Un hermano de su apropiadora lo llevó a recorrer los lugares donde creía que podría haber sido el operativo. Y le habló de la partida de Bergés. Una parienta le habló de la Brigada de Quilmes. Y cuando tuvo la confirmación de Abuelas decidió hablar con su apropiadora: entre muchas otras cosas, se enteró de que ella sabía quién había sido su madre. Ferián había tenido guardada durante años en su billetera una foto de Hilda. Cuando su apropiadora alguna vez le preguntó quién era, él le respondió que era una de las fotos que debía ir a su “álbum”: por ese álbum le preguntó sorprendido el presidente del tribunal, Carlos Rozansky. Y Pedro explicó que era un álbum de archivo con tapas de flores en el que Ferián coleccionaba las fotos de sus víctimas. Pedro consiguió recuperar ese álbum pero las fotografías, dijo, se detenían al parecer a principios de los años ’70.
Pedro habló de una fábrica abandonada de Quilmes, adonde el policía lo llevaba de chico a andar en bicicleta. Era un club administrado por Ferián. Pedro se preguntó si ahí también tuvieron a su madre. “Traje el plano”, les dijo a los jueces. “Siempre de pequeños íbamos a ese lugar y la pasábamos jugando con los hijos de él y los demás carreras de bicicletas, eran muchos niños y era común meternos en los túneles y recorrer y jugar y tirarles cosas a las ratas de los pozos. Yo creo también que pudo haber estado mi madre en ese lugar.”
Después de Pedro, declararon su padre y varios compañeros de militancia de su madre. Uno de los últimos testimonios fue el de Juan Vera, un fotógrafo de la revista Siete Días que en 1985 sacó la foto con la que se inició la causa. Pedro no lo supo, pero alguna vez Ferián había sido citado a declarar y lo obligaron a presentarse con Pedro para la extracción de sangre. En ese momento, el policía llevó a uno de sus hijos y el resultado dio negativo. Cuando Pedro finalmente se presentó en 2004, y mientras esperaban los resultados, su padre buscó las formas de cruzárselo. Se disfrazó de cartero y se fue hasta el trabajo a entregarle una carta.
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