EL PAíS › ENTREVISTA CON EL POLITóLOGO ARTURO FERNáNDEZ SOBRE MOYANO Y LA CGT
Fernández sostiene que Hugo Moyano “se apresuró a ir a una ruptura” de la central obrera porque “para la mayoría de las tendencias sindicales es prácticamente imposible enfrentar a un gobierno” justicialista con políticas “favorables a los intereses de los trabajadores”.
“Moyano se apresuró a ir a una ruptura adonde es muy difícil que lo acompañe no ya la mayoría de los votantes justicialistas, sino incluso la mayoría de los dirigentes sindicales.” El politólogo Arturo Fernández sostiene, en esta entrevista con Página/12 que, “para las diversas tendencias sindicales, es prácticamente imposible acompañar a Moyano a enfrentar a un gobierno que, además de ser de signo justicialista, realmente ha hecho una política laboral y social bastante favorable a los intereses de la mayoría de los trabajadores”. Además, el investigador del Conicet, autor de Estado, instituciones laborales y acción sindical, entre otros libros, analiza los “errores” del camionero y los impactos gremiales y políticos de la fractura de la central obrera.
–¿Cómo analiza el proceso de división de la CGT?
–Creo que terminó por formalizarse una situación antigua, porque siempre hubo nucleamientos o tendencias en la CGT caracterizadas por diversas posturas frente a la patronal y frente al Estado. Que ahora haya tres tendencias más o menos formalizadas, aunque no creo que se formen tres CGT reconocidas por el Estado, en realidad lo que hace es profundizar y formalizar esas divisiones preexistentes.
–¿Y por qué cree que se dieron esas divisiones?
–Lo que observo desde hace meses es que Moyano y el pequeño círculo que lo acompaña no comprenden que para la mayoría de las tendencias sindicales es muy difícil, o prácticamente imposible, acompañarlo a enfrentar a un gobierno que, además de ser de signo justicialista, realmente ha hecho una política laboral y social bastante favorable a los intereses de la mayoría de los trabajadores. Si en la época de los ’90 la mayoría de los sindicalistas aceptaron el liderazgo de Menem, es poco probable que ahora lleguen a enfrentar a un gobierno a grandes rasgos peronista, con la vieja tradición de lazos con el Estado que los caracteriza.
–¿Cómo impacta en el movimiento obrero la fractura de la CGT y la ya conocida división de la CTA?
–Me parece observar grupos con tendencias cambiantes, pero que por ahora se mantienen. En el movimiento obrero están los que participan con cualquier gobierno y negocian. Los estrictamente seguidores de la tradición de (Augusto) Vandor, la de negociar y golpear pero nunca abandonar la identidad peronista. Y otra más confrontativa que encarnaron (Saúl) Ubaldini y luego Moyano durante la época menemista.
–¿Qué impacto político puede tener esta nueva dinámica?
–Es un gran problema el hecho de que haya tres CGT, con la posibilidad de que la CTA, también dividida, acompañe. Es una fragmentación que no le hace bien al Gobierno, en un momento en que necesita el máximo número de aliados favorecidos por sus políticas, debido a la crisis internacional y a una constante muestra de odio social que ya es tradición de los sectores dominantes en la Argentina. El odio social de hoy no se veía desde las grandes reformas del primer peronismo.
–En este sentido, ¿cree que habrá mayor nivel de protesta social?
–Hasta cierto punto, lo demostró la UTA (Unión Tranviarios Automotor) en este fin de semana. La UTA, oficialista, llamémosla así, no se privó de una muestra de fuerza para terminar de arreglar las paritarias. Por eso, si el Gobierno espera una total docilidad de todos los sindicalistas que aparentemente rompieron con Moyano, tampoco la va a encontrar. Sobre todo, porque existe el crecimiento propio de una época de gran dinamismo económico y libertad política, algo raro en la historia argentina, que llevó a la reaparición y multiplicación de un sector clasista, que no está fortaleciendo a un gobierno ya de por sí atacado duramente por la derecha.
–¿Considera que el enfrentamiento de Moyano con el Gobierno forma parte de una estrategia política propia?
–Creo que fue una estrategia política, y equivocada, aunque pudo haber tenido rispideces personales particularmente con la Presidenta, pero eso no lo sabemos con precisión. En todo caso, el haber demandado temas que pueden ser interesantes, como la aplicación del artículo constitucional de la participación de los trabajadores en las ganancias, fue el primer paso de una serie de desencuentros. Pero al contrario de otras figuras del justicialismo, creo que Moyano se apresuró a una ruptura donde es muy difícil que lo acompañe, no ya la mayoría de los votantes justicialistas, sino incluso la mayoría de los dirigentes sindicales.
–En su discurso en Ferro, Moyano abordó terrenos puramente políticos, habló incluso de los votos para la próxima elección. ¿Qué lectura hace de esto?
–Es otro error creer que se puede formar un partido dirigido por Moyano o por otro sindicalista que pueda competir electoralmente. La mayoría de las clases medias en la Argentina no quieren como opción política a un sindicalista de esta tradición. Esto vale para él y para cualquier otro. Hoy, ni el más honesto de los sindicalistas ganaría una elección presidencial. Resulta muy difícil contrarrestar la campaña, vehiculizada por los medios dominantes, de denigramiento de los sectores sindicales dirigentes, y por motivos justificados en la minoría de los casos.
–Volviendo a la división de la CGT, ¿qué legitimidad cree que va a tener cada sector?
–Dejando de lado la formalidad, va a ser reconocida por el Estado la CGT que surja del congreso de octubre, que va a tener la mayoría de los sindicatos. Una proporción, según cálculos de un grupo sindical de La Plata, indica que esta nueva tendencia de la CGT, integrada por tradicionales participacionistas como los Gordos, más algunos sindicatos que se fueron del moyanismo, tiene cerca del 60 por ciento de los trabajadores. Después, hay un 25 por ciento en la CGT de Moyano, y otro 15 por ciento en la CGT Azul y Blanca que lidera (Luis) Barrionuevo, y que probablemente no adhiera ni a uno ni a otro sector. Evidentemente, el Gobierno queda con el proyecto de tener a la cabeza sindicatos industriales, y particularmente a la Unión Obrera Metalúrgica, que seguirá desplegando la vieja táctica de negociar y golpear.
Entrevista: Agustín Saavedra.
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