EL PAíS › LA AMIA REALIZ EL ACTO EN CONMEMORACION DEL ATENTADO CONTRA LA MUTUAL DE LA COLECTIVIDAD JUDIA
Guillermo Borger se quejó por la demora en las investigaciones, agradeció al Gobierno por la captura internacional de funcionarios iraníes y criticó a Bolivia por haber recibido a uno de ellos. Hubo reproches porque los familiares de las víctimas no pudieron hablar.
› Por Nora Veiras
A las 9.53 empezó a sonar la sirena y cientos de personas levantaron las fotos en blanco y negro con los rostros de las 85 víctimas del atentado a la AMIA. La congoja cubrió la calle Pasteur al 600. Familiares, amigos, dirigentes comunitarios y políticos asistían apretujados a la ceremonia por los dieciocho años del atentado más sangriento de la historia argentina. El titular de la mutual judía, Guillermo Borger, único orador, reclamó justicia, se quejó por la demora en el avance de los procesos abiertos, agradeció al Gobierno por pedir la captura internacional de funcionarios iraníes y sentenció: “Este no es un acto político. Estamos acá para honrar y santificar a las víctimas”. Un manto de desazón pareció extenderse entonces sobre gran parte de la gente. “Esto es una vergüenza”, “No hablaron los familiares porque no los dejaron”, “No se nombró a los culpables”, las frases retumbaron en el silencio de una mayoría que se desconcentraba y dejaba al descubierto la fractura entre la dirigencia de AMIA y DAIA y los familiares.
El estremecimiento provocado por el chillido agudo de la sirena cedió paso a la locutora. “Para que nuestros muertos no mueran dos veces, una por la bomba y otra por el olvido, colocaremos una rosa y una vela por cada una de las víctimas”, dijo. Los nombres y edades de cada uno de los 85 asesinados fueron subrayados con tímidos murmullos de “Presente”. Detrás de la valla que separaba a los invitados de quienes se acercaban espontáneamente, un hombre desplegó un cartelito artesanal: “Sin justicia”. La consigna del acto fue otra: “Alimentemos la memoria”. Se había pensado en repartir panes y pelotitas antiestrés pero el ánimo no dio para desplegar el merchandising.
Dieciocho jóvenes de 18 años subieron al escenario instalado en la esquina de Viamonte y Pasteur. “Nacieron en 1994, el año de nacimiento de estos jóvenes está atravesado por una herida que la injusticia y la impunidad no permiten cicatrizar”, dijo la locutora y uno a uno leyeron oraciones sobre qué significaba el atentado a la AMIA.
- “Soy un sobreviviente, soy un sobreviviente que no tiene recuerdos de hace dieciocho años porque entonces no tenía pasado, sólo futuro, el futuro que a ellos les arrebataron.”
- “El 18 de julio de 1994 nos pusieron una bomba a todos los seres humanos.”
- “18 en hebreo es igual que jai, significa vida, la vida que el terrorismo desprecia.”
- “Cómo explicarles a los más chicos lo que pasó, cómo darle sentido al mayor de los sinsentidos.”
- “El mejor homenaje a las víctimas es que el Estado encuentre la verdad y juzgue a los responsables de los 85 asesinatos y más de 300 heridos. Hacemos memoria y exigimos justicia.”
El jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, los ministros de Justicia, Julio Alak; de Educación, Alberto Sileoni; de Seguridad, Nilda Garré; de Salud, Juan Manzur; los senadores del Frente para la Victoria Daniel Filmus y Aníbal Fernández y el radical Nito Artaza, la diputada de Unión por Todos, Patricia Bullrich; la vicejefa de Gobierno porteña, María Eugenia Vidal y el legislador del PRO y rabino, Sergio Bergman escuchaban desde la calle junto a los legisladores porteños Aníbal Ibarra, Gabriela Alegre, María José Lubertino, el titular de la DAIA, Aldo Donzis y el ex presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti, quien acompañó a una delegación de cuarenta diputados de América latina que se sumaron al reclamo de justicia. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner se había excusado de participar por su viaje a Bolivia.
Sergio Burstein, familiar de las víctimas de la AMIA, quien el año pasado habló en el acto y criticó al jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, y al ex comisario Jorge “el Fino” Palacios, nombrado por Macri al frente de la Policía Metropolitana, también escuchaba junto a otros familiares. Horas más tarde serían homenajeados en la Legislatura porteña (ver aparte).
Apenas se paró frente al micrófono Guillermo Borger se escucharon tibios silbidos. El presidente de la AMIA dijo que “el fiscal (Alberto) Nisman está avanzando con pruebas irrefutables” en la causa, recordó que pasaron tres años desde que la Corte Suprema de Justicia “en un histórico fallo” ordenó que Carlos Telleldín, el armador de autos que acondicionó la Trafic usada en el atentado, sea juzgado nuevamente, “desde entonces no apareció ni una pista nueva y la Sala 1 de la Cámara Federal no fijó todavía fecha para el juicio”. “No entendemos por qué esta demora”, se quejó. Borger señaló que el juez Ariel Lijo, que tiene la causa por encubrimiento, “debe seguir investigando la conducta, entre otros, del ex ministro del Interior (N. de R.: en alusión a Carlos Corach) pedido por la AMIA”. El dirigente también insistió en “reclamar a Interpol, el pedido de captura con circular roja de los funcionarios iraníes, algo que logró Néstor Kirchner y ratificó la presidenta Cristina Kirchner ante las Naciones Unidas”.
Borger repudió que el gobierno de Bolivia haya recibido “con honores” al ministro de Seguridad de Irán, reclamado por la Justicia argentina. Dijo también que “nos sorprende y ofende” que algunos “defiendan a Irán, un Estado teocrático que niega la Shoá y llama a borrar al Estado de Israel del mapa. Irán no detiene el desarrollo de armas nucleares, poniendo en riesgo a cada uno de nosotros”. El titular de la AMIA agradeció al ministro de Educación por una actividad compartida sobre la memoria y destacó que se “trata de educar no para la tolerancia sino para la comprensión, la aceptación y el respeto”.
“Confiamos en la Justicia argentina pero cada día es más insoportable cargar la sangre derramada de cada uno de ellos. Tras dieciocho años de memoria, necesitamos Justicia ya”, se despidió Borger. Algunos aplausos acompañaron el cierre. De inmediato, la calle Pasteur se transformó en caja de resonancia de la decepción de familiares.
–No se nombró a los culpables. Fino Palacios, Macri... por qué está esta gente que no tiene que estar: Vidal, Bergman. No quieren que hablemos. Me siento ninguneado. No nombraron a los familiares. Gracias a Dios, me parece que el espacio que nos cedió el Gobierno en la ex ESMA va a ser nuestro nuevo lugar –Gerardo Beer, hermano de una víctima del atentado, fue una de las voces que rompió el silencio una vez que el acto terminó.
–No bajemos los brazos –gritaba una señora mientras otro familiar se lamentaba: “Nunca había pasado algo así. Que no dejaran hablar a los familiares”, repetían como una letanía mientras se alejaban de la calle Pasteur.
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