Jue 19.07.2012

EL PAíS  › OPINION

El lugar de Evo

› Por Mario Wainfeld

Se demoraba la partida del apodado “Tren del Alba” que llevaría personalidades a la Contra Cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005. Viajarían militantes políticos y sociales, referentes de la cultura y del espectáculo para decirle “No al ALCA” y al presidente norteamericano George W. Bush. Se esperaba a su máxima atracción, Diego Armando Maradona. Un movilero de un canal de tevé (el cronista no recuerda cuáles y es mejor así) comentaba la amansadora. “Todavía no hay grandes personalidades conocidas.” A su lado, sonreía un morocho de pelambre y sonrisa ahora famosas en el mundo todo. Se trataba de Evo Morales, quien había perdido en 2002 las elecciones presidenciales ante Gonzalo Sánchez de Lozada, un pretenso aristócrata que hablaba el inglés con mayor fluidez (y seguramente con mayor agrado) que el castellano. El movilero expresaba en exceso un desconocimiento colectivo. La pifiaba, claro, porque Evo ya era un protagonista de alto nivel, por algo estaba ahí. En la memorable crónica que escribió Sandra Russo en Página/12 el 5 de noviembre se corrobora que en el tren todos lo conocían y ya admiraban. Luis D’Elía se entusiasmaba en prospectiva: “Ahora se puede armar algo lindo con Kirchner, con Chávez, con Lula, con Evo... Es una nueva oportunidad y hay que aprovecharla, no hay que asustarse, hay que organizarse”, le comentó a Russo.

Morales perseveró, organizó... plebiscitado en las urnas asumió la presidencia en enero de 2006. Y sigue ahí, revalidado, para asombro del mundo y fortuna de la región. 

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Suele decirse por acá que el presidente Néstor Kirchner fue una irrupción inesperada, una sorpresiva ruptura de la continuidad. Mucho de eso hubo, porque ésa fue su voluntad pero Kirchner no era un novato en la política argentina. Peronista él, aliado del entonces presidente Eduardo Duhalde, tenía una trayectoria estimable: intendente de Río Gallegos, gobernador reelecto de Santa Cruz. Su compañera y sucesora, Cristina Fernández de Kirchner, fue destacada legisladora provincial y nacional en ambas Cámaras. El Evo vino del llano, conduciendo a sectores relegados y extrañados de la política institucional y a menudo del espacio público. Llegó desde más lejos. Y se sostiene, concretando entre otras hazañas una etapa de gobernabilidad y crecimiento económico en un país signado por la inestabilidad, los golpes de Estado, la debilidad endémica de gobiernos que trataban de paliarla apelando a la violencia estatal y de clase.

No es que hayan cejado contra Evo Morales. Apercibidos de que es muy peliagudo batirlo con armas democráticas, “patean con la otra pierna”. El golpismo acecha, la rosca de derecha no trepida en apelar a la brutalidad y a los crímenes. Las masacres de 2008 en los departamentos de la Media Luna fueron uno de los más sanguinarios intentos de golpe en la relativa estabilidad institucional de América del Sur. Voces empinadas niegan su existencia, pero que los hay, los hay...

La intervención de la Unasur contribuyó a refrenar el golpe y a develar los asesinatos cometidos por las roscas oligárquicas en nombre de la democracia. Evo siempre contó con el apoyo sistémico de los gobiernos de Argentina y Brasil. Desde sus inicios admiró a Fidel Castro, a quien a menudo le pedía consejo. Fidel, cuentan allegados muy cercanos al presidente boliviano, siempre le recomendó estar cerca del presidente brasileño Lula da Silva y de Kirchner. Dos mujeres los suceden y sostienen el legado, los grandes trazos de la política no variaron.

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Los medios de comunicación son grandes enemigos del presidente de Bolivia. La embajada norteamericana ha sido especialmente dinámica en su país, mucho más que en otros. El ensayo Wiki Media Leaks, de Martín Becerra y Sebastián Lacunza, da debida cuenta de ese tratamiento particular y encarnizado.

El odio racial, la discriminación agregan su dosis de hiel a discursos destituyentes, racistas, despectivos. Los apologistas de repúblicas virtuales, sin soberanía popular y sin votos, son feroces a la hora de describir a un presidente que proviene de un pueblo originario. Nadie se acuerda cuando no le conviene pero también rezumaron elitismo y desprecio respecto de Lula, un trabajador metalúrgico que llegó a ser dos veces mandatario de una potencia mundial. Con las mujeres también se les escapa la idiosincrasia. Ideología, al fin y al cabo, es una visión integral del mundo. El clasismo, el racismo, el machismo arman combo con un neocapitalismo sectario y excluyente.

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La presidenta Cristina comenta durante su visita que “Cochabamba está muy linda”. Ha estado muchas veces en Cochabamba y en La Paz. La relación bilateral es la más intensa y fértil de la historia compartida, lo que no equivale a decir que sea perfecta. La integración gasífera, un eje central de la integración económico política, no ha alcanzado las metas imaginadas, digamos seis años atrás. La sintonía fina y la planificación encuentran tropiezos. Pero la nave va. La continuidad y la confianza mutua son pilares que se sostienen. Mucho queda por construir y reformar, mucho se viene cimentando.

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Cuando Evo Morales iba a asumir por primera vez, el presidente chileno saliente Ricardo Lagos asistió a su jura. Fue un gesto simbólico, que Evo correspondió con Michelle Bachelet en aras de cerrar la todavía vigente llaga de la salida de Bolivia al Pacífico. Morales invitó a Lagos con una pequeña comitiva a comer a su departamento. Los convidados le comentaron a este diario que él mismo cocinó, que a gatas bastaban las sillas para sentar a todos, que los conmovían su espontaneidad y ascetismo.

Tiempo después, en 2008, en un reportaje concedido a este diario, la presidenta Bachelet destacó el mismo aspecto. Dijo sobre su par boliviano: “Creo en la intuición política. Los hombres llaman ‘instinto’ y suena adecuado, si se habla de ‘intuición’ parece más ligado a las mujeres. Como mujer que hace política en la química, en eso de mirarse a los ojos con otros presidentes y saber que algo es de verdad, que es genuina la confianza. Con personas genuinas se puede hablar con franqueza de las diferencias. (...) Tenemos una relación de confianza en nuestro trabajo cotidiano para decir lo que se puede y lo que no se puede”.

Evo es de verdad y, por lo que se ve, la mayoría de su pueblo (con base firme en los sectores populares) lo detecta y acompaña. En el siempre citable libro Jefazo, el periodista y ensayista Martín Sivak cuenta que el presidente norteamericano Bill Clinton le espetó: “Si yo fuera un minero boliviano, hubiera votado por usted”.

Este cronista no sabe qué haría si fuera un minero boliviano. Si fuera, como es, un argentino interpelado y atraído por una época única en los procesos democráticos de este Sur, da por hecho cuánto suma que esté ahí, donde lo llevaron su vocación política y las luchas de su pueblo.

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