EL PAíS › UN COMPLICADO OPERATIVO EN MICROS DE LA CIUDAD
La idea era “sacar a la gente del centro”. Para eso incorporaron 500 micros escolares. Pero fue sólo a la tarde y con un recorrido corto y lento.
› Por Soledad Vallejos
Mientras la luz de día huía, las calles del centro porteño se inundaban de luces blancas y coloradas que avanzaban con dificultad por calles y avenidas. El más de millón de usuarios que la falta de subtes dejó de a pie se desparramaba en cuanto transporte encontrara. Autos a paso de hombre por 9 de Julio, por las paralelas, por las transversales. “Vamos que sale”, arengaba una chica de campera amarillo flúo con cartelito “tránsito” a metros de Cerrito y Santa Fe, mientras un señor de traje hacía caso al trotecito, y subía, sin hacer cola, a un micro escolar. Poco antes, entre el Congreso y la calle Lima, por Avenida de Mayo vehículos particulares, ómnibus que habitualmente prestan servicio por allí y micros anaranjados disputaban cada metro de la calzada. Los veía, sin descuidar un segundo su bicicleta plegable blanca, su casco, el secretario de Transporte porteño, Guillermo Dietrich. Para “sacar del centro” a los usuarios que el subte dejó de a pie, dijo el funcionario a este diario en plena hora pico, recurrían a incorporar 500 micros escolares al tránsito. “Cada 2, 3 minutos está saliendo uno”, informó, aunque durante los más de 30 que este diario presenció la dinámica de esa parada salieron sólo dos.
A mitad de cuadra, sólo unos metros más allá del hotel Castelar, la cola crecía sobre la vereda. Los chalecos fosforescentes bullían alrededor del banner celeste y blanco, más alto que una persona, que indicaba que de allí partían los ómnibus rentados para reemplazar un tramo de la línea A, desde allí, las inmediaciones de la estación Lima, hasta Plaza Once. Avanzar era una odisea aun para las bicicletas, aun para las motos, y ni hablar para los vehículos de cuatro ruedas. ¿Qué tiempo tardarían los ómnibus anaranjados en recorrer las diecisiete cuadras que distan entre Avenida de Mayo y 9 de Julio y la plaza Once? “Ahí Juanjo tiene que saber, es mi jefe de Gabinete”, respondió el secretario Dietrich mientras desde el otro lado de la 9 de Julio un hombre de casco pedaleaba derecho hasta él. “A Miserere están tardando treinta minutos”, aseveró Juan José Méndez tras consultar su teléfono.
Media hora más tarde, pasado el momento álgido de la salida de las oficinas, pero cuando todavía los colectivos de línea pasaban hacia el sur cargados de personas paradas, los colectivos escolares que cubrían parte del trayecto de la línea D hacían fila, vacíos, sobre Cerrito. Entre ese punto y plaza Italia, el viaje duraba 40 minutos. “Esta parada siempre estuvo así, tranquila, desde las seis de la tarde, que empezamos”, evaluaba Eugenia, una de las chicas de chalecos flúo, mientras uno de sus compañeros arengaba posibles pasajeros, para procurar completar los 40 o 50 que podía transportar cada unidad.
Así como no cubrieron enteramente sus recorridos, los micros anaranjados no se abocaron a cubrir todas las líneas de subte. Existió un trayecto muletto para la A (terminaba en plaza Once), otro para la A y la E (hasta Primera Junta), otro para la B (hasta Chacarita, desde una parada algo alejada de su cabecera) y otro para la D (también lejos de su cabecera y hasta plaza Italia). “El trayecto de la línea C no lo cubrimos porque hay muchos colectivos que hacen ese recorrido ya, y son pocas cuadras entre Retiro y Constitución. Y a la mañana no pusimos servicios porque es difícil: todos estos micros están llevando chicos a la escuela. Igual llegar un poco tarde al trabajo se puede, volver es diferente”, dijo Dietrich.
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