› Por Horacio Verbitsky
El abogado defensor de José Pedraza en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra es Carlos Froment, quien hace 25 años representó al ex dictador Roberto Viola en el primer proceso a las Juntas Militares. El adjunto de Pedraza en la Unión Ferroviaria, Juan Carlos Fernández, es defendido por Alejandro Freeland. La propaganda institucional de su estudio suministra un ilustrativo perfil de sus demás clientes: cámaras empresarias, sanatorios, curtiembres, empresas gráficas, aéreas, de transporte automotor, textiles, tabacaleras, laboratorios, compañías de seguros, clubes de fútbol y profesionales en casos de mala praxis. No es extraño que en la primera semana de audiencias haya incurrido en exabruptos que exceden el legítimo ejercicio del derecho de defensa. Freeland se refirió en términos ofensivos hacia el grupo de manifestantes agredidos. Los llamó hordas de gente con caras tapadas y armas que intentaron cortar las vías del ferrocarril y consumaron otro delito, el de intimidación pública. El abogado del CELS Maximiliano Medina respondió en representación de la familia del estudiante asesinado que el planteo carecía de sustento jurídico, que Mariano no pertenecía a ninguna horda, que nunca tuvo la cara tapada, que no usaba armas y que esa forma de referirse a las víctimas era agraviante. Varios lectores aclararon que en 1967, Pedraza militaba en el Partido Socialista Argentino, secretaría Juan Carlos Coral, que recién en 1972 confluiría en la creación del Partido Socialista de los Trabajadores junto con la fracción del Partido Revolucionario de los Trabajadores de Nahuel Moreno (PRT-La Verdad). Por entonces, Pedraza ya había consumado su entrada (o entrismo, según quien lo diga) en el sindicalismo peronista, donde llegó a convertirse en modelo de la burocracia sindical que alguna vez combatiera. Menos honroso es el pasado de Gerardo Martínez, otro emblemático dirigente sectorial de los años ’90, los del desguace del Estado y la pérdida de derechos de los trabajadores, quien hoy asume una función clave en el nuevo esquema de poder de la CGT, donde no hay bando que pueda blasonar de una historia impecable. Esta debe ser la razón para la indiferencia que provocó el éxito periodístico de Marcelo Larraquy, quien consiguió el legajo que tantos buscaban, de Martínez como “agente leal y útil” del Destacamento 201 de Inteligencia del Ejército en Campo de Mayo. Hay silencios que hablan.
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