EL PAíS › OPINIóN
› Por Alfredo Zaiat
La tasa de interés internacional se mantiene cerca del cero por ciento anual con perspectivas de continuar en ese nivel por un tiempo más. El precio de la soja en el Mercado de Chicago sigue firme arriba del record de los 600 dólares y el barril de petróleo se ubicó por debajo de los 100 dólares. Estas variables externas son favorables para la evolución de la economía doméstica. A la vez, la crisis internacional cumple ya cinco años con Estados Unidos y Europa en un atolladero sin un horizonte de rápida recuperación. En tanto, la economía brasileña se encuentra estancada con una importante desaceleración industrial. Estas variables externas son negativas para la evolución de la economía doméstica.
Las abruptas restricciones a las importaciones por diferentes vías provocaron una caída de la inversión productiva, limitaciones que se habrían empezado a flexibilizar según afirman cámaras empresarias. Además, el control y administración de moneda extranjera generó complicaciones en varios sectores productivos, en especial en la construcción y comercialización de viviendas y terrenos. Otro dato importante fue la merma del 20 por ciento en la cosecha de soja por la sequía. Estos factores impactaron negativamente en la evolución de la economía doméstica. Por otro lado, la expansión fiscal y monetaria busca sostener la demanda agregada como parte de una política contracíclica. El incremento de los ingresos por paritarias y actualización de haberes jubilatorios también contribuye a mantener el dinamismo del consumo interno. Estas variables internas son positivas para la evolución de la economía doméstica.
En la definición del rumbo de la actividad económica intervienen varios factores. La fuerte desaceleración del crecimiento en el primer semestre del año, que se venía insinuando en los últimos tres meses del pasado, reconoce distintas fuentes, como también existen diversos amortiguadores que están evitando una caída mayor. Es habitual construir diagnósticos equivocados cuando se ignoran tendencias de algunas variables, como les sucede a los hombres de negocios dedicados a comercializar información económica cuando afirman que la economía argentina ya está en recesión. La convención básica dice que hay recesión cuando el Producto Bruto Interno desciende dos trimestres consecutivos, instancia que por ahora no se cumplió.
De todos esos factores relevantes, uno de ellos no está mereciendo suficiente atención: la política económica de Brasil. La grey de la ortodoxia y parte de la heterodoxia han elogiado y aún lo siguen haciendo el que consideran prudente manejo monetario, fiscal y cambiario de las autoridades económicas brasileñas. Se enfrentan entonces a una evidente incomodidad cuando tienen que explicar por qué Brasil se ha estancado, con datos negativos en la industria, si ha cumplido con el dictado de seguir “racionales” medidas de la economía convencional. Las proyecciones de crecimiento 2011 arrancaron en un rango de 4,0-4,5 por ciento, para luego reducirse al 2,0 por ciento en caso que comience un sendero de recuperación porque en la primera mitad del año el avance no llegó ni al uno por ciento, con una caída del 1,8 por ciento en el producto industrial.
El economista Miguel Bein se pregunta en su último reporte “por qué una economía como la de Brasil, que viene haciendo ‘todo bien’ en términos de contener la tasa de inflación a partir de políticas prudentes monetarias y fiscales y que dejó deslizar el tipo de cambio 25 por ciento frente a la reversión de los capitales, evidencia un freno similar al de la economía argentina”. La respuesta se encuentra, precisamente, en las características de la elogiada política económica brasileña. Esta es una mezcla de ortodoxia, con Metas de Inflación orientadas desde el Banco Central, con heterodoxia conservadora, con medidas para evitar el supuesto recalentamiento por miedo a la inflación desde el Ministerio de Hacienda. Es un combo especial que provoca la aceptación del establishment de economistas, ortodoxos y parte de heterodoxos.
El último informe “Coyuntura y Desarrollo” de FIDE lo advierte y menciona el impacto adverso que viene teniendo para la economía argentina la desaceleración industrial de Brasil. Afirma, a la vez, que “no es menos grave la incidencia de las asimetrías evidentes que existen entre las políticas económicas” de ambos países. “No es una tarea sencilla, más allá de la evidente empatía que existe entre ambas presidentas, compatibilizar una gestión que prioriza el cumplimiento de las metas de inflación, al cual queda su-bordinado el crecimiento del PBI, con otra cuyo objetivo principal es el desarrollo productivo con equidad”, afirma el documento de FIDE, conducido por Héctor Valle.
Esa mezcla de ortodoxia y heterodoxia conservadora provocó que la economía brasileña comenzara a desacelerarse antes que el impacto pleno en el comercio internacional provocado por la profundización de la crisis europea. Eso sucedió porque cuando Brasil crecía a un ritmo del 7,5 por ciento anual en 2010 no fue la ortodoxia del Banco Central que propuso el freno, sino la heterodoxia de Hacienda. El argentino Eduardo Crespo, profesor universitario en Río de Janeiro, lo explicó en un reciente seminario del Cefid-Ar. “Brasil venía creciendo con tasas de interés muy altas, entonces recomendaron bajarla y devaluar el real. Pero hicieron la advertencia de que esa modificación de variables podía provocar un impacto en los precios, un golpe inflacionario. ¿Qué propusieron? Cambiar el ancla cambiaria por el ancla fiscal; frenar el gasto”, señaló. Para Crespo los efectos empezaron a verse reflejados antes de que aparecieran las primeras sombras de la crisis mundial en la región. “La causa del retroceso de los indicadores no fue la crisis, sino que la crisis fue la excusa para justificar el ahorro fiscal que impusieron. Son los responsables del estancamiento por sus propuestas de enfriamiento de la economía”, apunta. Para sugerir que “hay que tener cuidado con los amigos heterodoxos”.
El economista Matías Vernengo, profesor de la Universidad de Utah, también es crítico por el tipo de liderazgo económico que tiene Brasil en la región. Señala que en el contexto de la crisis internacional Brasil no ayuda mucho sino que, al contrario, tiene superávit comercial con la región. Lo mismo que sucede con Alemania, que es superavitaria con Grecia, y por ello es en gran medida responsable de los problemas de Europa. “Es contradictorio que una potencia hegemónica tenga superávit comercial con sus socios, además tampoco ofrece el financiamiento del Bndes para una política fuerte de inversiones en los países vecinos, ni está dispuesto a ceder mucho en las negociaciones comerciales”, concluye Vernengo.
En varios discursos, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner señaló para justificar el menor crecimiento de la economía que “el mundo se nos cayó encima” sin detallar el origen, dejando abierta la interpretación a que apuntaba a países europeos por sus insistentes comentarios a las medidas de ajuste recesivas aplicadas por esos gobiernos. Puede ser que sea por prudencia eludir mencionar la política económica del socio estratégico en la región, pero sería más preciso indicar que “Brasil se nos cayó encima” para encontrar una de las fuentes principales, no única, de la desaceleración del crecimiento de la economía local.
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