EL PAíS › UN DESAYUNO CON RAúL ZAFFARONI
› Por Fernando Cibeira
Por al lado pasan motos, bicicletas, patines, hasta skates. Por la vereda camina mucha gente. Lo único que no avanza en esta nueva mañana de paro de subtes es el infernal tránsito porteño, sobre todo en avenida Corrientes. Por eso, la llegada al tradicional Café de la Paz se demora bastante más de lo acordado. Sin embargo, el juez Raúl Zaffaroni está allí esperando con la paciencia de un docente en una mesa con vista a calle Montevideo mientras termina su primer cortado. Es así, Zaffaroni siempre parece dispuesto a hablar el tiempo que haga falta de los temas que lo apasionan. Por ejemplo, su convencimiento de lo beneficioso que sería para el país que se instaurara un sistema parlamentario o lo inconveniente de la proliferación de medidas cautelares en la práctica del derecho.
Otro tema es la salida de los presos, por ejemplo, tan manoseado. “Lo que digo es que en medio de una guerra hay que tener cuidado”, insiste sobre la manera en que algunos medios mostraron las salidas de algunos detenidos “famosos”. “No pasó nada raro con los presos, son traslados que estaban autorizados. Pero siempre que se avanza en una garantía no hay que quemarla. Que ese error no se utilice para terminar con esa garantía”, explica. “Por ahí se mezcló todo, esto no tiene nada que ver con las salidas transitorias, que no vaya a pasar ahora que a alguien se le ocurra cambiar las leyes”, advierte.
Zaffaroni viste de manera informal, con un buzo y una campera negros. Eligió el Café de la Paz porque en un rato encabezará un seminario sobre criminología en el Centro Cultural de la Cooperación, aquí a unos metros nomás, junto a especialistas de Brasil y Venezuela. ¿Cómo podrá hacer para, además de ser juez de la Corte, dar clases, escribir libros y ofrecer charlas casi a diario? “Soy muy desorganizado con mi tiempo”, sorprende. “En realidad, los libros primero son un artículo que escribo en alguna parte y luego voy juntando apuntes y se terminan convirtiendo en un libro”, minimiza.
Pide otro cortado. Explica que sus desayunos son frugales: un café, saca a pasear a los perros, da de comer a los gatos y luego a trabajar, en Tribunales o en sus temas. Uno de ellos, el sistema parlamentario. Se le recuerda que no existe en ningún país de Latinoamérica. “Así estamos”, sonríe. “Y así estuvimos”, agrega. Contra la creencia generalizada, Zaffaroni asegura que en los sistemas parlamentarios el poder no está menos concentrado que en uno presidencialista, dice que es todo lo contrario porque quien gobierna obligatoriamente debe tener mayoría. “Pregúntele a Frau Merkel si el sistema parlamentario es débil”, replica, en referencia a quien es desde 2005 canciller de Alemania. La cuestión es que si se habla de reforma constitucional, inmediatamente remite al debate por la reelección presidencial. “Con el sistema parlamentario se termina esa discusión. Felipe González gobernó doce años, cuando se quedó sin mayoría se tuvo que ir. Además, las crisis políticas no se convierten en crisis del sistema”, explica.
Librepensador como le gusta ser, Zaffaroni a veces tiene opiniones a contramano de la propia corporación judicial. Obviamente que no lo expresa, pero se nota que no está de acuerdo con que algunos de sus colegas supremos permanezcan en sus cargos más allá del límite de 75 años. Carlos Fayt tiene nada menos que 94 años, Enrique Petracchi 77. “Lo que pasa es que ellos asumieron con la anterior Constitución, y no estaba claro el tema de la jubilación. Yo ya asumí con la nueva, así que me quedan nada más que dos años en la Corte”, esquiva con elegancia.
Otra cuestión espinosa en estos tiempos en los que el Impuesto a las Ganancias está tan extendido es la exención impositiva de la que gozan los jueces debido a una particular interpretación de una norma constitucional. Zaffaroni tiene una propuesta. “Hay que resolverlo prácticamente. Se debe establecer que quienes asuman de aquí en más en la Justicia lo hagan aceptando pagar todos los impuestos. De esa manera, en diez años el tema está solucionado”, imagina. ¿Se podrá hacer?
Como integrante de la Corte hay temas de los que no puede hablar porque probablemente deban pasar por sus manos. Uno de ellos es la ley de medios, con interpretaciones tan disímiles. En relación a eso, de lo que sí habla es de la proliferación de medidas cautelares. “Históricamente siempre fue una excepción”, advierte. “Ahora uno llega a preguntarse si estamos aplicando el derecho de fondo o qué es lo que se está aplicando. Si el amparo dura varios años, ¿entonces cuánto dura el juicio?”, se pregunta. La solución no es sencilla. Zaffaroni entiende que debe existir una jurisprudencia más clara. También, como parte de aquella reforma que imagina, un Tribunal que permita determinar con certeza la constitucionalidad de una norma. “Tenemos un control de la constitucionalidad débil y a veces riesgoso”, define. Imagina un caso hipotético en el que el juez de primera instancia, por ejemplo, declara delito fumar un porro de marihuana, la Cámara luego declara que no, en tercera instancia la Cámara de Casación dice que sí lo es y la Corte Suprema termina fallando que no, siempre y cuando no se muera ninguno de sus miembros y cambie la mayoría. Se ríe de la ocurrencia que pinta bien la situación actual de la Justicia.
También le preocupan los recursos judiciales que vienen presentando las provincias para cobrar lo que dicen que les debe la Nación. “Son conflictos de raíz política y habría que discutirlos en una mesa de negociación. El Estado nacional sabe cuál es el estado del Tesoro, noso-tros con una sentencia no podemos resolverlo. Parte del arte de la política es la negociación y eso está fallando”, reflexiona. Otro de los panelistas que intervendrán en el seminario lo viene a buscar. En minutos empieza la mesa en la que debe hablar sobre Criminología. Por suerte puede ir caminando, la calle hierve de bocinazos.
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