EL PAíS › MARíA VILLALBA, TESTIGO EN EL JUICIO POR EL ASESINATO DE MARIANO FERREYRA
María Villalba caminaba junto a Elsa Rodríguez y la vio caer herida de bala. Muy cerca encontró tirado a Mariano Ferreyra. Ella pensó que Elsa no iba a sobrevivir. Contó cómo actuó la patota ferroviaria.
› Por Irina Hauser
“¡Escóndanse que nos quieren matar!”, gritó María Wenceslada Villalba cuando vio que la herida que tenía en la cabeza su compañera del Partido Obrero Elsa Rodríguez no era un rasguño sino la perforación de una bala. Su relato generó un silencio absoluto en el juicio por el asesinato de Mariano Ferreyra. “Pensé que no era nada –explicó–, pero cuando le di mi mano no respondía, la miro a los ojos y estaban cerrados, la agarro para darle una bofetada y le veo en el costado de la frente que le cuelga un pedazo de carne y un agujero hondo. Era una bala de verdad.” Recordó que después fue corriendo a pedir ayuda y encontró a “un compañero con sangre en el pantalón, otro cojeando, y de pronto vi a Mariano tirado contra la pared en la otra esquina, traté con un compañero de ayudarlo, pero no reaccionaba”. “Tenía una pierna arrollada, otra estaba estirada, se había hecho pis (...) le decía que ya habíamos pedido ayuda y que venía la ambulancia. Era mentira, no sabía, le mentí para ayudarlo”, dijo. Cuando se iba en colectivo supo, al revés de lo que creía, que Elsa había sobrevivido y Mariano había muerto.
Villalba tiene 59 años, es robusta, de pelo corto rojizo y una voz con cuerpo y presencia. Cuida a enfermos y ancianos. Su declaración, de gran carga emotiva, fue presenciada por el líder de la Unión Ferroviaria (UF) José Pedraza y la patota en pleno. Villalba lloraba y se secaba las lágrimas, y volvía a llorar, pero no perdía el hilo. El juez Carlos Bossi, quien presidía el Tribunal Oral 21, llamó a un receso al verla angustiada. Desde un inicio ella explicó que estaba ahí para apoyar la protesta de los trabajadores tercerizados, que iban a cortar las vías en la estación Avellaneda, pero que no pudieron al toparse con la patota de la UF. Como otros testigos, narró un primer ataque de los ferroviarios, con piedras e insultos desde el terraplén. “Sentí como una jauría de perros que venía a los gritos por la vía y tirando piedras, así que retrocedí y me traté de cubrir, era una lluvia de piedras. Adelante venía uno delgadito que no estaba de ferroviario, otros tres y un policía federal”, repasó. Tuvo que auxiliar por primera vez a Elsa, que tenía un golpe en la muñeca, y a otra mujer. Tras una asamblea contó que empezaron a retirarse.
“Iba con Elsa volviendo para el local, no íbamos ordenados, no miré para atrás ni Elsa tampoco. Se sentía griterío, lío, íbamos conversando por la vereda, en la esquinita había agua y barro, yo salto y sigo derecho, pero Elsa no, hice tres pasos y escucho ‘se resbaló Elsa’. La vi caer, me vuelvo para atrás y le digo ‘che, te pegaron en la mano, no es para que te desmayes’, pensando que se había resbalado”, detalló. Después advirtió que la habían baleado, corrió a pedir ayuda porque no tenía celular y encontró a Mariano, que “no hablaba, tenía los ojos abiertos, grandes, pero no tenía fuerza”. La ambulancia que los llevó, recordó, pasaba de casualidad. La del SAME llegó más tarde, cuando ella esperaba el colectivo para irse.
Para las querellas, su testimonio –si bien no vio a nadie disparar– desacredita la teoría de las defensas de que hubo un enfrentamiento y no un ataque. Además dijo que no había policías en el momento de más violencia. Los letrados de los acusados lanzaron sus preguntas de rigor: si tiró piedras, si llevó gomeras. Apenas si pudo cubrirse, dijo.
Ayer declararon policías de Lomas de Zamora que hicieron las tareas para identificar y detener a Cristian Favale, el barrabrava acusado de disparar, señalado por una llamada anónima al 911, y luego reconocido por numerosos testigos. Su defensora buscó poner en duda la validez de ese tramo de la pesquisa. Hoy declararán más policías.
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