EL PAíS › TRES CRITICAS A LA POLITICA EDUCATIVA DEL PRO
Francisco “Tito” Nenna *
El 0800 dispuesto por el ministro de Educación local, Esteban Bullrich, y defendido sin vergüenza por el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, no es una medida aislada de una gestión sin rumbo sino un engranaje más de una administración con una matriz profundamente autoritaria y fascista. Sucesor del pedagogo Mariano Narodowski y el inefable Abel Posse, Bullrich no contrató en la cartera al espía Ciro James ni despotricó contra el rock, pero en 2010 instrumentó un memorándum para que los directores de escuelas enviaran a las comisarías listas negras con los nombres de los estudiantes que tomaban establecimientos educativos para reclamar mejores condiciones edilicias.
El ingeniero en sistemas y el alcalde procesado implementaron una medida aberrante por donde se la mire y la justifican bajo el chantaje de que El Eternauta posee una carga ideológica y partidaria, como si la resolución que el PRO impuso a los colegios para que en cada acto patrio se entonaran las estrofas del himno a Sarmiento estuviera desprovista de cualquier remisión política y facciosa. Aparentemente, hace falta que los maestros le expliquen a Bullrich que el mundo no obedece a códigos binarios y que la construcción del conocimiento no se genera sobre jergones impolutos y rodeados de probetas lustradas con asepsia científica, sino que las comunidades educativas trascendieron hace décadas la figura del docente subido a las tarimas y elaboran las tramas de aprendizaje bajo la comprensión de que en los pupitres no hay recipientes vacíos ni tábulas rasas.
Cada estudiante es un sujeto de derecho que piensa, siente y expresa una manera de habitar el aula, los pasillos de la escuela y el mundo mismo. Suponer que una experiencia lúdica llena la cabeza de un adolescente con ideas ajenas a la currícula no sólo revela la falta de preparación que el actual ministro tiene para el cargo que ejerce, sino que demuestra que, al igual que Narodowski y Abel Posse, Bullrich apuesta a educar en el miedo.
En definitiva, Macri no rechaza la obra de Oesterheld ni el taller de La Cámpora por su contenido –y no sólo porque jamás leyó esa historieta– sino que se rasga las vestiduras porque lo atemoriza que los jóvenes se sacudan los chalecos de fuerza impuestos por la propaganda mediática que lo exhibe como el jefe de Gobierno que resiste a la adversidad colocando baldosas en homenaje a Ricardo Arjona. Porque el proyecto del PRO no es otra cosa que la reducción de la política a la administración de los recursos estatales en favor de los grupos económicos y la difusión de la foto glamorosa por Twitter, mientras la Policía Metropolitana arremete en el Hospital Borda o Ravi Shankar desembarca en el distrito porteño para hablar del amor en la ciudad más desigual del país.
En ese magma, Bullrich es la innegable continuidad represiva y persecutoria inaugurada por Narodowski y Posse, eyectados del ministerio por las mismas virtudes que el sucesor esculpe a diario en su derrotero. El problema que Macri acusa, así, no es El Eternauta sino el resplandor de una juventud que se planta, unida y organizada, ante la fosforescencia mezquina de la última chance que barajan los nostálgicos del neoliberalismo para someter la Argentina a las pesadillas con las que siempre se enriquecieron.
* Legislador porteño por el Frente para la Victoria.
Alejandro Demichelis *
Las trabajadoras y trabajadores de la educación de la Ciudad de Buenos Aires dimos ayer una “clase magistral”, demostrándole al jefe de Gobierno que tenemos memoria, que no dejaremos que el amedrentamiento, la persecución y el miedo entren nuevamente en las escuelas públicas.
Demostramos que no toleramos autoritarismo, listas negras, mordazas, líneas telefónicas delatoras, separación de cargos a docentes por decir lo que piensan.
Tenemos en nuestra historia a Isauro Arancibia, Américo Marchetti, Marina Vilte, los pibes de La Noche de los Lápices, al gran maestro militante Alfredo Bravo y a Carlos Fuentealba.
Tenemos a las Madres, las Abuelas y los Hijos en nuestro corazón, en nuestras palabras y en nuestras acciones.
Ayer le dijimos Nunca Más a la política de derecha, a esa que quiere silenciar, a la que le molesta el disenso, a la que castiga, a la que no entendió que la noche de la dictadura quedó atrás, que seguiremos luchando comprometidamente por una educación pública nacional, popular y democrática.
* Secretario de Prensa de Ctera.
Enrique C. Vázquez *
La puesta en funcionamiento de un 0800 por parte del Gobierno de la Ciudad para que cualquiera denuncie la difusión de ideas políticas en las escuelas constituye una medida que debería preocupar a todo aquel que comulgue con valores democráticos y republicanos.
Desde un punto de vista formal, la iniciativa del Ministerio de Educación no se corresponde con los mecanismos habituales para recibir reclamos y revisar situaciones problemáticas en el sistema educativo.
Si el ministro Bullrich quisiera saber si en un colegio de la ciudad hay militantes políticos que realizan propaganda o actividades que, desde su óptica, son inconvenientes, debería solicitar información al director del área y, por extensión, a los supervisores y directivos escolares. Y si un miembro de la comunidad está en desacuerdo con alguna actividad que se desarrolla dentro del ámbito escolar, el camino razonable es dirigirse al colegio y plantear sus inquietudes a las autoridades del establecimiento. Habilitar un 0800 para “denunciar”, salteándose los mecanismos institucionales establecidos, parecería indicar que se descree de la voluntad de diálogo de los directivos escolares con la comunidad y del buen funcionamiento de la vía jerárquica.
Pero la cuestión de fondo es la política en las escuelas. O, mejor, cuánta y qué política se puede hacer en ese ámbito.
Recientemente llegó a las escuelas medias un instructivo que promueve y pauta la organización de los centros de estudiantes. Sin embargo, la política parece ser, para quienes gestionan la Ciudad, un peligro del que los adolescentes deberían ser preservados.
Es lícito, entonces, preguntarse: ¿de qué deben ser protegidos los estudiantes? ¿De la política en general? ¿De la política partidaria? ¿Hay una forma de participación política sana (la “nueva forma” de hacer política tan declamada) y otra que debe denunciarse? ¿Cuál es el límite que separa a una de otra? ¿Es negativo para la democracia que haya partidos que difundan sus ideas? Si la política partidaria y la consecuente propagación de ideas son inherentes a la democracia, ¿que los jóvenes la aprendan y ejerciten en los colegios entraña algún riesgo? Finalmente, ¿qué Formación para la Ciudadanía vamos a enseñar de aquí en más? ¿Habrá un capítulo para ejercitar entre los adolescentes la práctica denunciadora?
La propuesta oficial parece responder más a una “sintonía fina” con la prédica de cierta prensa y reforzar su identificación con un electorado para el que “política”, “partidos”, “propaganda” resultan desagradables, que a una acción práctica efectiva para evitar la entrada de la “mala” política en los colegios.
El ministro Bullrich objetó que en las escuelas públicas se realice proselitismo político, en horario escolar y con fondos públicos. Si vamos a debatir esta cuestión, pongamos también en la balanza el adoctrinamiento ideológico-religioso-político que se realiza en los colegios confesionales de gestión privada, que funcionan con subsidios del Estado, que pagamos todos. ¿Estará evaluando el gobierno habilitar un 0800 para proteger los derechos de los jóvenes que asisten a esas instituciones?
* Vicerrector del Colegio Nº 4 D.E. 9 Nicolás Avellaneda.
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