EL PAíS
Menem vive otra variante de prisión domiciliaria
Por temor a los escraches y a los reproches públicos, el ex Presidente sólo juega de local. Sólo sale de Anillaco parair a Chile. Y cultiva el perfil más bajo de toda su carrera.
› Por Diego Schurman
Algunos lo victimizan y hablan de exilio. Otros lo atacan y dicen que escapa a los centros urbanos. Lo cierto es que, por temor a un escrache, Carlos Menem no quiere, no debe o no puede salir de La Rioja, a excepción de algún viajecito a Chile, las tierras de su mujer Cecilia Bolocco, otro de los pagos donde se imagina a salvo del repudio de la gente.
La decisión de no salir de su “república” la tomó hace tiempo. Y los insultos que recibió ayer su hermano Eduardo, en un vuelo de línea, quizá le hayan hecho pensar que la medida fue acertada. Así, Menem, un hombre acostumbrado a “caminar” el país, debe mantener contactos con todos aquellos que no sean sus comprovincianos únicamente a través de los medios o su abigarrada página de internet (www.menemconduccion.com.ar).
Ni siquiera de local puede moverse en total libertad. Tiene vedado el acceso a la Rosadita, su casona de Anillaco, por un conflicto abierto con Zulemita. Por eso las noches lo encuentran con la cabeza en las almohadas de la residencia del gobernador Angel Maza, en la capital provincial, o en la casa que levantó Carlos Spadone, cerca de la que está a nombre de su hija. Circunstancialmente, aseguran, también duerme en la casa de su hermano.
Nadie se hace al distraído por la situación. “Por ahora se va a quedar en La Rioja. Hay quienes están deseosos de que Menem vaya a Buenos Aires para hacerle una estrepitosa recepción, una golpiza planificada. Pero no le vamos a regalar esa posibilidad”, explica Alberto Lestelle, menemista full-time.
Podrá sonar exagerado. Pero nunca si se tiene en cuenta que hasta el propio ex presidente imaginó hace poco una conspiración para atentar contra su vida. “Hay hechos preparatorios para justificar una agresión o atentado contra mi integridad física”, transmitió en una carta abierta cuando un información proveniente de Suiza lo vinculó al ataque a la AMIA.
Parecen lejanos esos días en que, apenas recuperada la libertad, se atornillaba en la sede partidaria de Matheu, o en la Fepac de Alberto Kohan, para buscar apoyos o emitir comunicados. Hoy las reuniones de alta política las realiza, a lo sumo, en la amigable Hostería Los Amigos. Y sus documentos los redacta a cientos de kilómetros de la Casa Rosada, como aquella “Declaración de Anillaco”, del 2 de febrero, en la que insiste con la falta de “gobernabilidad”.
Hay síntomas de la pérdida de poder, del fin de aquel Menem omnipotente.
Hace días, alentado por sus amigos, aprovechó un reportaje con un medio chileno para calificar de “inepto” a Eduardo Duhalde. Apenas supo que el tono de la declaración, al que no suele ser afecto, cayó como una bomba, retrocedió y pidió disculpas, algo a lo que tampoco suele ser afecto.
Aunque lo disimule, Menem sabe que el ruido de las cacerolas también retumban en sus tímpanos. Javier Mouriño, quien llegó a cruzar los Andes para aportar letra e insuflar calor a los documentos menemistas, lo describió a su manera. “Sí, sí, es verdad que hablamos sobre el peligro que corre. Es un tema que no se puede evitar. Pero acá hay movimientos que no son espontáneos. Igual él tiene una vida política sumamente activa y cuenta con buena recepción de la gente, hoy lo demostró un sondeo”, aseguró.
El ex legislador aludió así a una fonoencuesta que Mauro Viale, un benefactor del menemismo, realizó en su programa “Impacto a las 12”, donde el ex presidente logró el apoyo de la audiencia.
–El está bien con la gente. Pero yo fui una de las que le recomendó no pasar por Buenos Aires –reconoció Martha Alarcia.
La diputada abundó: “Yo lo hablé con él y está muy preocupado por el estado de odio contra los políticos. Pero esto está programado, si no fíjense lo que le pasó a la mujer de Alfonsín. ¿cuántas personas le conocen la cara como para atacarla? Se refería a los insultos propinados a María Lorenza Barreneche, una figura, hay que reconocerlo, de poca exposición pública. Por eso, es probable que –por sugerencia de los propios menemistas– haya que reemplazar el épico “Menem Vuelve” que inunda las calles de la capital riojana por un más modesto “Menem se queda”. Al fin, una adaptación de aquella máxima de la política: desensillar hasta que aclare.
Subnotas