Mar 19.02.2002

EL PAíS  › OPINION

Contra el suicidio

› Por Martín Granovsky

Un dato impresionó ayer a los funcionarios de los países del Cono Sur reunidos en Buenos Aires. Jorge Remes Lenicov, el ministro de Economía, les aseguró en una exposición especial que es imposible para la Argentina cumplir con los pedidos de recorte provincial al nivel que exige el Fondo Monetario. “Eso es imposible política y jurídicamente”, dijo Remes.
¿Fue esa afirmación la que convenció al vecindario de exhortar a los organismos financieros a que ayuden a la Argentina? Sin duda puso más sensibles a los vecinos, pero la mayor sensibilidad viene de la situación de cada uno ante la Argentina.
Por tomar tres casos, Uruguay sueña con ser un aliado comercial de los Estados Unidos, pero el presidente Jorge Batlle no recibió en Washington ningún signo de que ese proceso será rápido y, para peor, el corralito argentino está cruzando el Río de la Plata. Muchos chilenos creen que, como escribió Poli Délano en una novela, son “Casi los ingleses de América”, pero su gobierno es consciente de la capacidad de daño de la Argentina por el solo efecto de la crisis. Y Brasil sigue creciendo, pero no quiere que una retaguardia en conflicto se sume a la inestabilidad de Colombia y, cada vez más, Venezuela, más aún cuando el propio Brasil está entrando en un proceso electoral que enfrentará a la conservadora Roseane Sarney con la izquierda industrialista de Luiz Inacio Lula da Silva.
El pedido de comprensión de los vecinos a la comunidad financiera es el reconocimiento de facto de que el contagio puede hacer que todo el Cono Sur vibre, y no precisamente de emoción.
“El respaldo del Mercosur más Chile y Bolivia es nítido”, comentaba anoche a este diario un diplomático argentino de alto nivel. “Y además, está claro que no están ayudando a que nos caigamos.” Para ese funcionario, es importante que las reuniones de ayer hayan resucitado para la agenda la conformación de un mecanismo supranacional de solución de controversias. “Si antes el Mercosur estaba parado, ahora damos una señal clara de que por lo menos sigue funcionando”, se ilusionó.
En su aporte al Plan Fénix, un programa alternativo presentado 2001 contra Domingo Cavallo, el especialista Arturo O’Connell recordó que el 35 por ciento de las exportaciones argentinas va a Sudamérica, contra el 8 por ciento que se dirige a los Estados Unidos. “La sensación de que el Mercosur es un fracaso es uno de los rasgos de una ignorancia colectiva de lo que pasa en el mundo”, apuntó, y propuso “una institucionalización mayor de sus instancias de análisis y decisión”.
Los vecinos, acostumbrados a leer disparates como la idea de dolarizar, o viejas expresiones de antibrasileñismo primario por parte de Carlos Ruckauf, se preguntan ahora si tanto cariño por el Mercosur va en serio. Es posible. De otro modo, habrá que pensar que lo único inalterable en este país es la vocación de suicidio colectivo.

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