Lun 02.06.2003

EL PAíS  › EL CANDIDATO FUE AGASAJADO POR LA FAMILIA QUE ABANDONO LA FABRICA

Macri hace campaña brindando con Brukman

Luego de una charla en un country, el sábado a la noche, el candidato a jefe de gobierno porteño terminó la velada compartiendo un brindis en el chalet de Eduardo Brukman, el propietario que abandonó su empresa por la crisis y buscó retomarla cuando sus operarias la habían hecho funcionar.

› Por Laura Vales

No está muy claro si el encuentro fue diseñado o no como un mensaje de la campaña electoral, aunque cuando se trata de estas cosas no hay gestos inocentes. El sábado, el candidato a jefe de gobierno porteño Mauricio Macri compartió un brindis con la familia Brukman, dueña de la fábrica en conflicto. El encuentro ocurrió en un country de Ezeiza, que Macri visitó para difundir su propuesta política para la ciudad de Buenos Aires. Al finalizar la exposición ante vecinos e invitados del club, se trasladó al chalet de Eduardo Brukman, hijo de uno de los titulares de la textil, donde los dueños de casa le organizaron un ágape. El episodio dividió a los vecinos del country, donde hay quienes se sienten solidarios con las 60 trabajadoras que se hicieron cargo de la planta cuando los empresarios la abandonaron.
La reunión fue revelada a Página/12 por una de estas personas, socia del club, molesta por la imagen del candidato brindando con los empresarios. El vecino contó que una parte de la comisión directiva de la institución acompañó a Macri al evento, pero que otros se negaron a ir a modo de repudio.
El futuro de la fábrica depende en gran medida de las decisiones políticas que se tomen en el ámbito de la ciudad. En primer lugar, porque los empresarios tienen una deuda con el municipio cuyo monto todavía está en discusión (el gobierno habla de entre 300 y 400 mil pesos, las abogadas de las trabajadoras sostienen que llega al millón, la empresa dice no tener los números del tema). En segundo término porque existe en la Legislatura un proyecto de ley de expropiación que, de aprobarse, permitirá a las trabajadoras volver a la fábrica.
El reconocimiento de la deuda está vinculado a las posibilidades de expropiación, ya que si decidiera cobrarla, el Estado podría pagar con ella las costosísimas máquinas de coser que en estos días se disputan los empresarios y las trabajadoras.
Sobre estos dos temas, el de la deuda y el de la expropiación, las fuerzas que tienen representación en la ciudad de Buenos Aires tendrán que decidir en los próximos días.
Macri habló de su proyecto político ante unas 400 personas del country ubicado en el kilómetro 41 de la autopista a Ezeiza. “El lugar es un club de clase media, aunque acá los Brukman son como los ricos del barrio”, describió uno de sus habitantes. “Aquí estaban todos los Brukman. Tenía una casa Jacobo, que vendió hará un año y medio, y la sigue teniendo Eduardo, el hijo de Enrique”, dueño de la textil. En ese chalet, del lado del golf, se realizó el ágape.
Consultados por Página/12, los colaboradores del candidato apelaron al bajo perfil y dijeron desconocer de qué temas se habló en el encuentro. “A mí no me extrañaría que la familia haya querido contarle su drama a Mauricio”, fue todo lo que respondió uno de los asesores que, por lo demás.
Sin embargo, fuentes de la institución ratificaron que efectivamente se realizó, aunque lo describieron como una actividad de carácter “institucional y no privada”.
En conflicto desde diciembre del 2001, Brukman se ha convertido en un caso que simboliza la pelea de los trabajadores por mantener abiertas las fábricas. La empresa fue abandonada por los dueños, que la endeudaron en por lo menos tres millones de dólares mientras precarizaban las condiciones de trabajo, despidiendo a personal, dejando de pagar aportes jubilatorios y reemplazando los sueldos por vales de 2 pesos semanales. Pedían a los empleados que fueran a trabajar gratis los sábados a la manera de una “colaboración” para evitar el cierre. En los últimos meses la empresa se desentendió hasta tal punto de los trabajadores que uno de ellos, Marcelo Rojas, murió tras sufrir una infección respiratoria sin poder acceder a todo lo que necesitaba. “No podía cuidarse bien porque nole pagaban el sueldo, incluso cuando estaba internado nos mandaban 30 pesos por semana”, contó Sará, su mamá.
Cuando los Brukman dejaron la planta, las costureras –casi todas ellas son mujeres– pagaron los servicios cortados, arreglaron las máquinas y la pusieron en producción, manejándola durante un año y cuatro meses con buenos resultados económicos.
Con la reactivación del mercado textil (este fue uno de los sectores más beneficiados por la devaluación), los empresarios reaparecieron para retomarla. La Justicia ordenó dos desalojos que fueron frenados con el apoyo de organizaciones sociales y políticas. Finalmente en la noche del jueves de Semana Santa un operativo policial las sacó del edificio. Desde entonces las operarias permanecen acampando a 50 metros de la puerta, reclamando que se retiren las vallas para volver a entrar.

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