EL PAíS › LA HISTORIA Y LA PROPUESTA DE LA CASA DE LA MEMORIA Y RESISTENCIA JORGE “NONO” LIZASO
Donde funcionó la Unidad Básica Combatientes Peronistas, en Vicente López, actores de la década del ’70 junto a jóvenes militantes ofrecen un recorrido por la casa para recuperar y transmitir la experiencia de participación política de aquellos años.
› Por Alejandra Dandan
Detrás de la puerta, las paredes parecen congeladas en el tiempo. “Bienvenido General Perón”, proclama una lámina. “Evita. Vive en la memoria del pueblo”. Y entre pintadas con nombres de los primeros caídos de la larga pelea de los ’70, el blanco y negro del afiche con las multitudes de FAR y Montoneros convoca a Ezeiza “Junto a Perón”. Justo Pereira se detiene de pronto en la entrada de la casa. Este hombre, que para cuando todo esto era ruido y acción cambió su territorio de militancia por aquello de que “se milita donde se trabaja”, dice que tiene que empezar a hablar desde esta entrada. A contar desde acá la historia de lo que hasta 1975 fue la Unidad Básica Combatientes Peronistas, coordinadora zonal de la Regional 1 de la Juventud Peronista, ahora llamada Casa de la Memoria y Resistencia Jorge “Nono” Lizaso y a la que preparan como parte de un recorrido para jóvenes militantes o estudiantes. “La idea es empezar el recorrido de la casa por acá afuera”, dice Justo Pereira y mira alrededor. Los autos corren sobre avenida Mitre al 1900 en Vicente López. Un paso estratégico a Capital que articula ahora, como entonces, la zona norte del conurbano. “Después de los años ’40 empiezan a surgir en esta zona muchos talleres que dan al lugar un movimiento de trabajadores importantísimo”, se entusiasma. “Está Hidrófila Argentina, Editorial Abril, pinturas Alba, Colorín, muchas textiles, como Productex, Cofia, Sedalana. También Metalúrgica Tensa, Ford, Fundiciones Santini, astilleros Astarsa, Mestrina, Matarazzo. Una infraestructura que aglutinaba a muchos. En ese proceso se produce el ’45, cuando esa masa de trabajadores provoca una irrupción en la Patria y empiezan a tomar decisiones a través del peronismo. Esta Casa está involucrada en ese proceso: toda esa masa se ubicó en esta zona, llegó el ’55 y a pocas cuadras de acá se reúnen los compañeros que estaban planificando un alzamiento. En la calle Yrigoyen al 4500 estaba la casa de Horacio di Chiano y en ese lugar son secuestrados todos los concurrentes y trasladados a la comisaría 2 de Florida y de ahí los llevan a José León Suárez, donde son fusilados. Cinco fusilados de José León Suárez son de Vicente López”, indica y se pone a contar: los ferroviarios Nicolás Carranza y Francisco Gariboti, Carlos Lizaso, el portuario Vicente Rodríguez y el empleado de la Siam Mario Brión.
A la esquina de Mitre y Malaguer llega ahora Juan Grimald, grandote, formado en el gremio de la construcción, emigrado de la Coordinadora gremial de San Martín. Cae con el mate. Entre saludos, llegan otras tres compañeras. Una más grande, Teresa Meschiatti, ex detenida de La Perla, y Daniela Klun y Adriana Grandamarina, de La Cámpora Vicente López. Durante las próximas horas ellos describirán trayectorias comunes para pensarse en una misma historia: de la resistencia peronista y combativa, la JP, la Tendencia, Montoneros, los desaparecidos y La Cámpora.
La Casa de la Memoria Nono Lizaso se inauguró oficialmente en octubre del año pasado. Trabajó el equipo de arquitectos que proyectó la recuperación de la Escuela de Mecánica de la Armada. Reconstruyó el lugar con la espesura de lo que era. Preservó afiches con los puños levantados en “V” y pintadas, rascó paredes con manos de artista hasta encontrar viejos grabados que aún hielan algo dentro del cuerpo.
“Compañero Hugo Jaime. Presente”, lanza la pared más importante, en el salón, cruzando la entrada. Todavía puede verse hasta el pulso del aerosol. “El compañero Hugo Jaime trabajaba en una metalúrgica”, dice Pereira. “Muchos compañeros nuestros por su actividad sindical eran botoneados por la patronal, que estaba vinculada con las patotas como la Triple A. Este compañero muchas veces nos cubrió cuando íbamos a volantear en Ford, eran las siete de la mañana y tenías que tener seguridad porque salían los matones de adentro. Muchas veces nos bancó y nosotros a él. El un día sale del trabajo, va a tomar el colectivo y lo estaban esperando. Lo aprietan y en realidad lo matan a la salida del trabajo, en el año ’74. Era delegado, miembro de la agrupación Vallese de Metalúrgicos. Vino un compañero acá, no preguntó nada a nadie y pintó el nombre.”
Abajo de ese repentino cuerpo presente, un banner muestra una foto con esa misma pared años atrás, la misma leyenda y como en un juego de espejos, o fantasmas, la fuerza de un salón lleno de gente. Grimald convida un mate y sintetiza en clave de luche y vuelve parte de esa historia. Año 1972, le ofrecen la casa al Nono Lizaso, parte de una reconocida familia en la zona de luchadores peronistas. El lugar estaba desocupado por un conflicto con el propietario que no lo podía alquilar. Ocupan la casa. Alrededor de las paredes levantaron contenciones de ladrillos por los tiempos de pelea. Hubo varios atentados en los años que siguieron, como enfrentamientos con la UOM. En la sala principal que hoy está vacía había una mesa, solían sentarse el Nono y su compañera, la “China” María del Carmen Núñez. Cada tanto aparecía Julio Troxler. Afuera había un parquecito. Se hacían peñas, ollas populares como durante la toma de la fábrica Matarazzo, que aparece retratada en otro banner. Entre los juegos corrían los hijos de los compañeros y hasta cuentan que para los carnavales alguno de los “jetones” que venía a ver al Nono salía enfurecido porque la China los recibía con agua.
Uno de los espacios más importantes era la enfermería. Todavía está el cubículo. Aprendían a poner inyecciones en naranjas. Recibían a los de Medicina del Trabajo: “Venían a hacer un apuntalamiento para reclamar por las condiciones de salubridad. Los médicos nos venían a explicar cómo pedir mejoras. Las fábricas eran un desastre. Ante esos conflictos se tomaban las fábricas, a veces las presiones eran mayores y había que fijarse dónde vivía el gerente para ir a visitarlo y decirle mire...”.
La casa tuvo dos etapas. La primera de 1972 a 1975. Luego hubo allanamientos, el paso a la clandestinidad, los desaparecidos y caídos que pueden verse en una innumerable cantidad de baldosas todavía sin nombres, en la entrada. En 1998 alguien vio un cartel de venta en la casa, arrancaron el candado y la ocuparon.
“Bueno, ese día era un domingo, entramos acá –dice Pereira– y nos encontramos que todo esto estaba tal cual lo habíamos dejado en el ’74.” Estaban las marcas, los afiches, dice Grimald: “Nada más que era todo un basural: había yuyos por todos lados, fierros tirados, cajones, todo lleno de calderas. Y yo encuentro una bolsa marinera grande llena de guantes blancos de gala, de esos que tienen los marinos”.
La casa estuvo ocupada por un marino retirado llamado Humberto Andrelo. La avanzada la hicieron dos hermanas de la resistencia, detrás se metieron pibes de todas las agrupaciones. “Pasan un par de días y viene Andrelo y no puede admitir la toma de la casa”, dice Grimald. “Intima al desalojo, no le dan pelota y ahí recurre a la cana. La cana viene con una patota de civiles y la patota de uniformados. Hete aquí, se armó un tole tole y ahí tienen intervención los judiciales. El secretario de judiciales zona norte consigue un fiscal y se ordena no innovar y paró la demolición, si no la casa la tiraban abajo.”
Arriba de un escritorio, en una carpeta, aparece la foto de Rodolfo Walsh. Al parecer, por acá pasó alguna vez porque era una de las paradas del compañero de su hija Victoria, Emilio Costa.
“El día del tole tole llegaron los medios, después salió la declaración de patrimonio histórico de la provincia de Buenos Aires. Había una chica que militaba en la agrupación Cullen, de la universidad; su papá era diputado provincial, Carmelo Gómez. Cuando lo vio le dijo: ‘Papá van a tirar la casa, tenés que hacer algo’. Carmelo hizo un proyecto de declaración, enseguida lo aprobaron por unanimidad el Concejo Deliberante y después las dos cámaras.”
Pereira se levanta. En el piso está el bronce con la leyenda de esa resolución. “En esta casa se pensó, se luchó, se soñó con la justicia social. Fue declarada monumento histórico, definitivamente incorporada al patrimonio histórico cultural de la Provincia de Buenos Aires por el decreto 4317 del ’98-’99. 5 de agosto del ’99.”
“A veces se mira y parece que esto empezó ayer pero fueron diez o doce años de lucha para conseguir este objetivo”, dice el grandote Grimald. “Redondeo: el objetivo de esta casa es trasmitir lo que ha sido un proyecto de vida de los años ’70 y, si bien tiene una pertenencia definida, fue un proyecto por un país mejor. Queremos trasmitir esto, pero no como un museo estático sino interactivo: a través de folletos, bibliografía y charlas fundamentalmente de lo que fueron la década del ’70, la militancia y la participación política. Seguimos pensando como entonces, eso no ha cambiando: en cierta medida somos actores de los ’70 participando nuevamente.”
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