Jue 21.02.2002

EL PAíS

A los manifestantes de la City no los une el amor sino el ahorro

Hace un par de meses estaban en sus casas. Perjudicados por el corralito salieron a la calle y ahora ya forman parte, irritada, del paisaje de la City. Mujeres de su casa, profesores de yoga, flamantes desocupados, perfiles de nuevos protagonistas.

“Chorros, chorros, chorros, devuelvan los ahorros” fue nuevamente la consigna principal de las 300 personas que se concentraron ayer a las 12.30 en Florida y Diagonal Norte, frente al BankBoston, para escrachar a los bancos del microcentro. Los ahorristas –una heterogénea mezcla de comerciantes, amas de casa, oficinistas de saco y corbata, y jubilados– no tienen ninguna asamblea, agrupación u organización que los nuclee. Lo único que los une es la esperanza de recuperar aunque sea una parte de los depósitos congelados hace más de dos meses.
“Muchos nos fuimos conociendo en los cacerolazos y decidimos fijar un día para protestar en la city. Luego se fue sumando más gente y actualmente nos juntamos todos los lunes, miércoles y viernes al mediodía” aseguró Edgardo Suárez, profesor de yoga, mientras que, megáfono en mano, oficiaba de moderador de una improvisada asamblea en las escalinatas del Boston, que marcó el inicio de la protesta. Para la mayoría de los presentes, el decreto 1570 –que congeló los depósitos bancarios– marcó el comienzo de su primera experiencia como manifestantes y destruyó su confianza en el sistema financiero. “Antes, jamás había participado de marchas o manifestaciones, porque yo soy apolítico”, dijo Nicolás, un verdulero de 42 años que llevaba junto a su mujer un cartel que decía “juro por Dios y los Sagrados Evangelios no volver a depositar mis ahorros en un banco argentino”. La pareja, como la mayoría de los ahorristas que protestaban, no fue nunca a una asamblea barrial.
A partir de las 13, la columna –acompañada por un discreto grupo de policías– comenzó a recorrer la calle Florida hacia Retiro, deteniéndose en todas las entidades bancarias para hacer pintadas contra políticos y banqueros y golpear con martillos y palos las persianas que desde hace algunas semanas protegen las fachadas. En cada parada, Suárez con el megáfono intentaba organizar –sin mucho éxito– la protesta, mientras que los ahorristas discutían entre sí hacia dónde debían dirigirse. Cuando la manifestación llegó al Banco Nación, una mujer maquillada con aspecto de ama de casa sacó de su cartera un aerosol y comenzó a pintar en la pared “devuelvan la plata, ladrones”.
Ayer no sólo los bancos cerraron las persianas, sino también comercios y algunos restaurantes, algo que hace unos meses solían hacer los comerciantes ante el paso de las columnas piqueteras. “Es solamente por precaución, por los incidentes de la otra vez”, declaró un empleado de un negocio de computación que custodiaba la vidriera. El lunes, la furia de los ahorristas pudo desbordar a la policía, y los manifestantes lograron entrar al Banco Río, rompiendo vidrios y dañando cajeros automáticos. A raíz de los incidentes, el secretario de Seguridad Interior, Juan José Alvarez, declaró tener “miedo de que la protesta avance hasta un punto en que después sea costoso: más que de romper vidrieras hablo de gente herida o muerta”.
Pero en la concentración de ayer no hubo incidentes graves, salvo algunos huevazos y un par de persianas dañadas por los palos y martillazos. Cuando la ronda de escraches terminó y la columna volvía al punto de partida, se cruzó con un grupo de 4 desocupados con gorritos de la Corriente Clasista y Combativa, que caminaban hacia un corte de calle frente a la legislatura. “Esta noche, me voy con los piqueteros”, le comentó en voz alta una señora gorda a su compañera, mientras caminaban.
Informe: Alejandro Gaggero.

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